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Política

El acceso a la educación de las mujeres

Ana Reátegui (*)

Ana Reátegui
Ana Reátegui

Siendo muy pequeña escuché por casualidad una conversación de mis padres. Mi padre le decía a mi madre que yo, su hija, debía estudiar para que ningún hombre me falte el respeto. Mi madre respondió que yo debía estudiar para que pudiera hacer lo que quisiera. Con estas frases entendí, como si fuera una revelación, que debía estudiar para poder elegir.

También tuve la fortuna de que uno de mis tres hermanos mayores (varones todos) me sentaba junto a él en los veranos, y me explicaba las matemáticas usando el famoso libro Baldor. A muy temprana edad les perdí el temor a los números. Son muchas cosas las que me han ayudado, pero creo que la fuerte convicción por los estudios, el tener tres hermanos que también me impulsaban a estudiar, y manejarme relativamente bien con los números, fueron fundamentales.

El aún poco acceso a la educación de las mujeres peruanas, especialmente en las provincias, y zonas rurales, es tal vez lo que más se resiente de estos casi 199 años de vida republicana. Si bien se ha avanzado en acortar las diferencias entre los hombres y mujeres, tal como lo señala el último informe de Foro Económico Mundial, que nos ubica en el puesto 52 en la brecha de género, estamos aún lejos de países próximos como Argentina o Colombia.

La educación de calidad empodera a todos sin distinción, ayuda a asumir nuevos retos, mejora nuestra capacidad de análisis, es más difícil caer en engaños, ayuda a gestionar mejor los cuidados en la salud, mejora el manejo financiero de los hogares, en resumen, la educación de calidad es aquel bien en el que más siempre será mejor.

Cuando hablamos de educación de calidad, nos referimos por ejemplo a que hoy el sistema educativo público tiene muchas falencias. Muchos profesores, especialmente en las provincias alejadas, ganan poco, no tienen los incentivos para mejorar, para preparar sus clases. Tampoco tienen los recursos, infraestructura buena, acceso a internet, etc. En términos estadísticos podemos decir que los alumnos culminan sus estudios, sin embargo, su formación no necesariamente ha sido buena, y deben salir al mundo laboral con serias restricciones, ahondándose más las diferencias. Si bien este panorama es para los hombres y las mujeres, es aún más sobrio para nosotras, ya que muchas veces se nos niega a por lo menos alfabetizarnos, con lo cual se nos pone en el partidor muchos cuerpos atrás.

Estamos avanzando, ahora que las mujeres estamos ingresando al campo de las operaciones, la logística, las tecnologías de la información. Necesitamos que más mujeres vayamos por grados más altos, que nos permitan acceder a la primera línea de las organizaciones y los reclamados directorios. Esperamos que las jóvenes que hoy están en el mundo profesional trabajen con ahínco para lograr que el posbicentenario sea mejor para todos, pero que la palabra TODOS incluya también a las mujeres.

(*) Profesora de Economía de ESAN Graduate School of Business.


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