El PRI, que manejó el país por siete décadas, retorna hoy al poder de la mano de Enrique Peña Nieto, tras doce años de gobierno del PAN. Cambio de mando., Miguel Ángel Gutiérrez Reuters Enrique Peña Nieto tomará el sábado las riendas de México con la meta de coronar reformas que apuntalen la economía local, opacada por la del gigante latinoamericano Brasil , y virar el foco de atención que ha concentrado la cruenta violencia del narcotráfico. Tras capitalizar a su favor en las urnas el descontento de millones de mexicanos hastiados de la brutalidad de los cárteles de las drogas y el poco empleo formal en la segunda economía de Latinoamérica , el ex gobernador de 46 años deberá trabajar para cumplir con sus promesas de mayores salarios y un clima de paz. Para ello, se comprometió a impulsar desde inicios de su sexenio una profunda reforma fiscal y otra energética para " modernizar " México, que ha gozado de estabilidad económica en los últimos años. Colaboradores del presidente electo y legisladores del PRI han dicho que el 2013 será el año de esas dos reformas, las cuales –según analistas– desatarían todo el potencial del país luego de haber sido postergadas por años debido a resistencias legislativas o para evitar su costo político. En el Congreso ninguna fuerza política domina y, además, Peña deberá concertar las posiciones dentro de su propio Partido Revolucionario Institucional (PRI), que regresa al poder tras 12 años de haberlo perdido luego de su dominio en la mayor parte del siglo pasado . Y aunque en los temas de seguridad ha esbozado algunos planes para aplacar la extendida violencia que ha cobrado miles de vidas y frenar los homicidios, secuestros y extorsiones, algunos colaboradores dicen que no será su única prioridad, un contraste con el saliente presidente, Felipe Calderón , que apostó su capital político a un combate frontal contra el narco. Para México , además del comercio, es clave motorizar su actividad petrolera, que aporta el 40% de los ingresos presupuestarios, y Peña ha dicho que quiere una reforma energética que atraiga capitales privados a la estatal Pemex sin que ello signifique su privatización. Por otro lado, el país necesita elevar la recaudación fiscal, de las más bajas de América por los altos niveles de informalidad, la débil administración tributaria y las estrechas bases impositivas. Pero debe hacerlo sin golpear a los más de 52 millones de pobres contabilizados en el 2012 en el país de 112 millones de habitantes. Ante un Congreso en el que el PRI por sí solo no tiene mayoría, Peña está obligado a negociar las reformas antes de presentarlas, algo que dejaron de hacer Calderón y su predecesor Vicente Fox, ambos del derechista Partido Acción Nacional ( PAN ). Peña también quiere relajar el énfasis en temas de seguridad en la relación con Estados Unidos, el socio clave de México, en comparación con Calderón , quien arreció en los últimos meses los reclamos a Washington por no atender su pedido de frenar el tráfico de armas que llegan a manos de los narcotraficantes. En un encuentro privado de Peña y Barack Obama esta semana en la Casa Blanca, en el que predominaron temas como una eventual reforma migratoria, el presidente de Estados Unidos dijo que no quiere una relación bilateral centrada solo en seguridad, según otra fuente del gobierno mexicano entrante. Y mientras Calderón deja el poder para adentrarse en el mundo académico en Harvard, Peña hereda un país en el que se han vuelto casi comunes y cotidianos en algunas zonas los hallazgos de cadáveres desmembrados, muertos colgados de puentes, fosas comunes y balaceras a plena luz del día. MÁS PRESUPUESTO Y NUEVA POLICÍA PARA FRENAR LA VIOLENCIA Felipe Calderón defendió durante su gestión la ofensiva antidrogas que dejó más de 60.000 personas muertas en el país, entre ellos civiles inocentes y niños, y en la que fueron capturados o abatidos varios capos. Muchos esperan que con el regreso del PRI a la presidencia disminuyan las ejecuciones y algunos hasta proponen que recurra a medidas extremas como negociar con narcotraficantes, de lo que fue acusado el partido cuando gobernó, una idea que Peña ha rechazado. Para aplacar la violencia, Peña ha prometido duplicar recursos en seguridad, crear una gendarmería e ir regresando a los militares a sus cuarteles y que la Secretaría de Gobernación sea quien dirija la seguridad interior.