Así lo recuerda Esther Gilio, amiga y periodista del autor uruguayo. En Uruguay se celebra el centenario del nacimiento del autor de Juntacadáveres. Montevideo. EFE. La obra de Juan Carlos Onetti emerge de “su amor por la vida”, que le permitió escribir de forma “elocuente” y “eficaz”, y “llegar a lo más inherente del ser humano”, sostiene la periodista uruguaya Esther Gilio, quien mantuvo una estrecha amistad con el escritor y lo entrevistó durante casi 30 años. Onetti, de quien el pasado miércoles se cumplió el centenario de su nacimiento, no habría podido hacer literatura “si la vida le hubiese pasado por el costado”, opina Gilio en una entrevista con Efe. De hecho, “no tenía el menor respeto por la muerte”, pues “para él era una injusticia muy grave”, explica la escritora y periodista, quien participa activamente en las actividades del “Año Onetti” inaugurado el pasado mes de mayo para rendir homenaje al autor de La vida breve (1950). “Si Dios existiera, que creo que para él no existía, habría cometido una gran injusticia dándole la vida al hombre para luego quitársela”, afirma Gilio, quien recopiló sus diálogos con el novelista en el libro Estás acá para creerme. Mis entrevistas con Onetti, reeditado en Uruguay en el marco del centenario. Para la periodista y escritora, Onetti “es, tal vez, el único novelista uruguayo”, cuyo virtuosismo radica en llegar “a las profundidades del ser humano, a lo más íntimo, a lo más sustancial”, de una manera “directa”, “sin rebuscamientos”. “No había nada en la vida que él cambiase por escribir”, asegura Gilio, quien hace mención en su libro al platónico “romance de dos días” que vivió en Montevideo con el escritor uruguayo cuando ella tenía 17 años y él 33, y ya había publicado su primera novela, El pozo (1939). Según la periodista, las relaciones de Onetti con las mujeres “lo acercaban al sexo femenino”, que él encontraba cargado de “misterio”. “Yo le decía: ‘Te crees que todas las mujeres somos seres misteriosos, y somos unas idiotas, igual que vos, igual que los hombres’. Y él se reía”, rememora Gilio. A su juicio, el amor dio “alimento” a la literatura de Onetti, cuya cuarta mujer, Dorothea Muhr (con quien estuvo casado desde 1945 hasta su muerte en Madrid) llegó a ser una de esas “muchachas sin edad” por las que dijo sentirse atraído. Gilio también menciona el romance que vivió con la poeta uruguaya recientemente fallecida Idea Vilariño, “una de las mujeres que más le importó”, junto a “su propia esposa (Dolly) y otra mujer (de quien no quiso dar su nombre) que vive todavía en Uruguay”. Según la periodista, “el amor fue muy importante” para Onetti, cuya postura de “indiferencia” consistió en “colocarse en un lugar irónico para hablar de la vida”. Al contrario de los poetas, que “derraman ríos de sangre, él quería apartarse de esa actitud tan reverente con la vida, pero en el fondo la tenía”, afirma la periodista. “Amaba a sus amigos, a sus mujeres, a sus perros; incluso a alguna periodista también”, dice Gilio con una sonrisa pícara. Autor de culto Tras entrevistar a Onetti en sucesivas ocasiones entre 1965 y 1994, tanto en su domicilio en Montevideo como en su piso en la Avenida de América de Madrid –donde se exilió tras la instauración de la dictadura en Uruguay y que nunca abandonó–, lo describe como un hombre “irónico” y “muy pesimista”. También sincero, pues “si le estabas entrevistando y pensaba que la pregunta que le hacías era una estupidez, te lo decía. Era de una gran autenticidad”. Una actitud que le llevó a mostrar “un gran desprecio por la bambolla, por ser elogiado”, apostilla la periodista. Para Gilio, el novelista uruguayo nunca podrá convertirse en un autor de masas al margen de obras como El pozo o Jacob y el otro, que sí lo acercan al gran público. “A Onetti le pasa en Uruguay como a Jorge Luis Borges en Argentina: todo el mundo habla de Onetti pero poca gente lo lee”, sentencia. El dato La fiesta. El homenaje por el centenario del nacimiento de Juan Carlos Onetti se realizó el pasado miércoles en el Paraninfo de la Universidad de la República. Participaron el director de la Academia de las Letras, Wilfredo Penco; la ministra de Educación, María Simón; y el director de Cultura del Ministerio de Educación, Hugo Achúgar.