Xi Jinping es reelegido por tercera vez como presidente de China: revalida su poder absoluto
Xi fue designado para un tercer mandato —inédito entre sus predecesores— de 5 años (2023-2028) en China.
El presidente chino, Xi Jinping, culminó hoy un largo proceso para lograr un poder absoluto en China después de que la Asamblea Nacional Popular (ANP, el Legislativo) le designase para un tercer mandato de cinco años (2023-2028) inédito entre sus predecesores. Tras ratificar su puesto como secretario general del Partido Comunista (PPCh) en el XX Congreso de la formación celebrado el pasado octubre, Xi controla también la Comisión Militar Central (CMC), cargo que equivale al de jefe de las Fuerzas Armadas, lo que ratifica un dominio incuestionable sobre los tres brazos del poder: el Estado, el Partido y el Ejército.
En los últimos años, y a fin de llegar a este escenario, Xi logró eliminar de la Constitución la frase que establecía un límite de dos mandatos consecutivos, además de incluir sus teorías políticas en el texto para agrandar el culto a su personalidad y de la concentración del poder en torno a su figura.
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¿Quién es Xi Jinping?
Nacido en Pekín en junio de 1953, Xi se enroló en el PCCh a los 22 años, pero antes de comenzar a escalar posiciones en la formación tuvo que esperar a la rehabilitación del clan familiar: a su padre, viceprimer ministro, a principios de los 60, lo purgaron durante la Revolución Cultural —no fue liberado hasta 1975—, mientras a él lo “transfirieron” a una región remota de la provincia de Shanxi.
Poco a poco, Xi se labró fama de pragmático y ambicioso, y comenzó a construir su propia red de fieles en las provincias costeras del país —las más desarrolladas— hasta ser nombrado gobernador de la de Fujian y, después, secretario del PCCh en Fujian y Shanghái.
También estuvo en el lugar y el momento adecuado: a finales de la década de 2000, el Partido buscaba un candidato con pedigrí y se pensó en él —aupado por la figura de su padre, rehabilitado y encumbrado durante las reformas de la década de 1980— para sustituir al entonces presidente Hu Jintao.
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Un líder fuerte
El PCCh apostó por un liderazgo fuerte, lo que le valió para conseguir en 2012 la secretaría general de la formación y, al año siguiente, la presidencia del país bajo la promesa de combatir la corrupción imperante —aunque los críticos aseveran que usó esa estrategia para erosionar a sus rivales— y sentar a China en la mesa de las grandes potencias del planeta.
El Partido lo apostó todo a la carta de Xi, enterrando las reformas que Deng Xiaoping introdujo en 1982 y que durante décadas estructuraron un poder colegiado y limitado que evitara los excesos de la era de Mao Zedong.
Aunque el culto a la personalidad ha existido hacia otros líderes chinos, como el carismático Jiang Zemin, fallecido el año pasado, Xi no se anduvo con remilgos y comenzó a promocionar guías teóricas que anunciaban la llegada de una "nueva era" en la que China se modernizaría para 2049, año en que la República Popular conmemorará su centenario.
La clave
Reformas. Xi logró eliminar de la Constitución el límite de dos mandatos consecutivos, además de incluir sus teorías políticas en el texto para agrandar el culto a su personalidad y de la concentración del poder en torno a su figura.