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Puyi, el último emperador de China: “El hijo del cielo” que se convirtió en jardinero

Con menos de tres años, se convirtió en emperador de China, una de las naciones más grandes del mundo; sin embargo, su futuro le tenía preparado situaciones extremas que lo conducirían a un jardín botánico y a una biblioteca.

Puyi fue el último soberano perteneciente a la dinastía Qing. Foto: BBC
Puyi fue el último soberano perteneciente a la dinastía Qing. Foto: BBC

En noviembre de 1908, Aisin Gioro Puyi fue elegido como el nuevo emperador de China, como sucesor de su tío Guanxu, quien había fallecido en la Ciudad Prohibida, actualmente situada en Pekín y que fue territorio de la residencia oficial de los soberanos durante casi quinientos años.

Puyi, con solo dos años, se convirtió en el duodécimo emperador de la dinastía Qing y el más joven en la larga historia imperial china, en momentos en el que en el reino predominaba el caos, alentado por movimientos revolucionarios que buscaban derrumbar la monarquía.

“Su majestad el emperador”, “El señor de los diez mil años”, “El hijo del cielo” tras la “Gran ceremonia de entronización”, así lo llamaban a su muy corta edad.

“Una ceremonia (sobre su investidura) que yo arruiné con mis llantos”, narró más adelante en su autobiografía.

Puyi recibía instrucciones para desarrollar su rol, pero también jugaba rodeado de privilegios que incluían ser dueño de otras personas, como los eunucos que lo atendían y tenían que obedecer todos sus caprichos.

En 1911 estalló la Revolución de Xinhai. Meses después, el 12 de febrero de 1912, la Emperatriz Viuda Longyu (esposa de Guangxu) selló el “Edicto imperial de la abdicación del emperador”.

“La emperatriz viuda estaba sentada en un kang (plataforma) en una habitación lateral del palacio de la Naturaleza de la Mente, secándose los ojos con un pañuelo mientras un anciano gordo (el primer ministro Yuan Shikai) se arrodillaba ante ella sobre un cojín rojo, con lágrimas rodando por su rostro. (...) Yo estaba sentado a la derecha y me preguntaba por qué lloraban ambos adultos”, recordó Puyi en sus “Memorias”.

Lloraban debido a que estaban poniendo fin, de manera formal, a su gobierno y a 267 años de poder de la dinastía Qing.

Viviendo como emperador, pero sin imperio

Tenía cinco años cuando la revolución logró destituirlo y acabar con el sistema imperial. Sin embargo, lo dejaron vivir en la Ciudad Prohibida con un subsidio anual.

Aunque ya no gobernaba, el pequeño seguía recibiendo reverencia como un emperador y fue educado con las tradiciones monárquicas chinas. En su adolescencia, tuvo un tutor británico que le ayudó con el inglés para que sea bilingüe.

No era un emperador, pero seguía viviendo rodeado de protocolos, sirvientes y tratos especiales.

“Azotar a los eunucos era parte de mi rutina diaria. Mi crueldad y amor por ejercer el poder ya estaban demasiado firmes para que la persuasión tuviera algún efecto”, manifestó Puyi.

Además, seguía obligado a cumplir tradiciones como las “grandes nupciales” del emperador.

“Yo me casé con un total de cuatro esposas o, usando los términos empleados entonces, con una emperatriz, una consorte secundaria y dos consortes menores. Pero, de hecho, no eran esposas verdaderas y sólo estaban ahí de adorno”, escribió. Mas sus matrimonios no prosperarían.

Mientras tanto, fuera de la Ciudad Prohibida, las pugnas por el poder continuaban. En 1924, llegó al poder el señor de la guerra Feng Yuxiang y expulsó a Puyi y a su séquito de su residencia.

Aliado de Japón, un nuevo trono y su captura

A los 19 años, se alió con los japoneses, quienes, cuando tomaron el control de Manchuria, al noroeste de China, en 1931, lo proclamaron emperador de esa zona.

Reseñas históricas señalan que solo se encargaba de firmar decretos aprobados por Japón. Sin embargo, en 1945, ante la derrota nipona en la Segunda Guerra Mundial, abdicó como emperador de Manchuku y huyó, pero fue presado por el Ejército Rojo (fuerza combativa de la RSFS de Rusia).

Los soviéticos se lo llevaron a la ciudad siberiana de Chita, en donde estuvo cautivo, pero con más privilegios que los otros prisioneros. Ahí fue instruido durante años sobre el comunismo.

El final del último emperador

En 1949, Mao Tse-Tung proclamó la Nueva República en 1949, y los comunistas colgaron retratos de sus héroes. En tanto, a Puyi, quien había sido uno de esos emperadores cuya función era mantener relaciones diplomáticas entre los humanos y el mundo celestial, era enviado a un campo de reeducación.

Por primera vez tuvo que hacer cosas como lavarse los dientes, vestirse solo o trabajar.

En 1960, Mao le otorgó a Puyi, el último emperador de China, un indulto especial: la ciudadanía y su liberación.

Como hombre libre, se dedicó trabajar como asistente de jardinería en los jardines botánicos de Pekín, archivador en la Biblioteca Nacional y editor de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino desde 1964 en adelante.

“Odio la primera mitad de mi vida, porque fue una experiencia humillante de ser un explotador y un parásito”, manifestó.

La fecha certificada de la muerte de Puyi es el 17 de octubre de 1967 a sus 61 años, y sucedió en algún lugar de Pekín en medio del olvido de sus conciudadanos. Fue enterrado en un sitio destinado a los héroes de la revolución, pero, en 1995, sus cenizas fueron trasladadas al Cementerio Imperial de Hualong.

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