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Afganistán: la falta de una meta común contribuyó a la derrota de la OTAN

Pese a contar con 300.000 efectivos formados y equipados por los aliados, las fuerzas afganas no lograron mantener seguro su país al enfrentarse, al menos, a 75.000 talibanes.

"Nuestro objetivo sigue siendo apoyar al Gobierno afgano y a las fuerzas de seguridad lo más posible", dijo el último viernes el representante de la OTAN. Foto: composición LR / EFE
"Nuestro objetivo sigue siendo apoyar al Gobierno afgano y a las fuerzas de seguridad lo más posible", dijo el último viernes el representante de la OTAN. Foto: composición LR / EFE

La cacofonía de diferentes países actuando por su cuenta en Afganistán durante 20 años de ocupación extranjera y la falta de una meta común contribuyeron a la derrota aliada.

Dos días después de la toma de Kabul a manos de los talibanes, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, culpó abiertamente a los dirigentes afganos de haber propiciado el colapso del país al no haber logrado pactar una solución pacífica con los talibanes.

Ese colapso político y militar a una velocidad no esperada, no eximió al secretario general de reconocer que la Alianza debía iniciar una evaluación “clara y honesta” de su papel en Afganistán para extraer las lecciones necesarias.

Una responsabilidad que en la OTAN diluyen entre los países que a lo largo de dos décadas trataron de construir un estado democrático en Afganistán.

En 2001, Estados Unidos entró en Afganistán para combatir el terrorismo de Al Qaeda, y dos años más tarde la OTAN desplegó su operación de combate ISAF, sustituida posteriormente en 2015 por la misión Apoyo Decidido para asesorar, formar y asistir a las fuerzas de seguridad afganas.

Unas fuerzas que, pese a contar con 300.000 efectivos formados y equipados por los aliados, enfrentados a 75.000 talibanes, no lograron mantener seguro su país cuando Estados Unidos emprendió el repliegue de sus tropas, seguido por el resto de la comunidad internacional.

Su colapso sorprendió a la Alianza, que confiaba al menos en que las fuerzas afganas pudieran retener al menos Kabul, aunque era consciente de la dificultad, especialmente si no había un acuerdo entre el Gobierno afgano y los talibanes.

Pero mientras estuvieron desplegadas las misiones de la OTAN, estaban activos en Afganistán, en paralelo, sus estados integrantes, países socios que contribuyeron a la misión militar o entidades como la ONU o la Unión Europea.

Todos ellos tratando con sus esfuerzos de construir el Estado afgano, pero duplicando y solapando también recursos; por ejemplo, trabajando individualmente en las diferentes provincias afganas, donde se repetían cargos como el propio mando de la ISAF o los responsables de cooperación al desarrollo o diplomacia.

Buena prueba de ello eran las numerosas reuniones que el presidente afgano mantenía no solo con homólogos de otros países sino también con los diferentes ministros extranjeros cada vez que visitaban el país.

En la OTAN se cree, ahora, que debería haber habido un interlocutor principal para hablar con el liderazgo afgano. Aún se tiene la sensación de que la derrota se produjo, en parte, por los diferentes intereses que mantenían los países que entraron en Afganistán y por no haber logrado unificar una meta en común.

Algunos países no veían claro su papel en una misión de combate y empujaban por vincular su presencia en Afganistán con el objetivo de desarrollo democrático del país.

En todo caso, Stoltenberg ha manifestado en diversas ocasiones que la OTAN cumplió su primer objetivo en Afganistán, que era “evitar que el país sirviera de lugar seguro para que terroristas internacionales nos atacaran”, ya que en los últimos 20 años los aliados no han sufrido atentados organizados desde territorio afgano.