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Rota en llanto y acariciando sus juguetes: habla la abuela de la niña ahogada en río Bravo

"Ellos tenían ese sueño americano de lograr una mejor vida; él siempre la protegió”, dijo Rosa Ramírez desde su casa de El Salvador.

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Rosa Ramírez se ha convertido en una máquina de extrañar. Desde que su hijo Óscar Alberto Martínez Ramírez, y su nieta Valeria Ramírez murieron entre las aguas del río Bravo cuando intentaban llegar a Estados Unidos, la pena se le ha impregnado en el rostro.

Su hijo tenía 25 años; su nieta, casi dos. Ambos "buscaban un mejor futuro para su familia sin saber que encontraría la muerte”, ha dicho a la cadena CNN desde su casa de El Salvador, de donde migraron hacia Estados Unidos.

Acariciando los juguetes de su nieta fallecida, rota por el llanto, Rosa Ramírez dice que “ese vacío no lo llenará nada”.

Según la madre del migrante, su hijo y su familia emprendieron su viaje hacia Estados Unidos en abril. Ella le pidió a su hijo que dejara a la pequeña, pero él insistió en que todos viajaran juntos.

Ver la atroz fotografía de sus cuerpos abrazados, boca abajo, entre los arbustos, la descompone, pero encuentra consuelo en la forma en que se aferraron el uno al otro en sus últimos momentos.

Óscar Alberto Martínez Ramírez y Valeria Ramírez fueron arrastrados por la corriente el domingo cerca de Matamoros, entre México, y Brownsville, Estados Unidos.

Su imagen ilustra de manera perfecta los peligros que enfrentan los migrantes mientras intentan llegar a Texas y las medidas desesperadas a las que recurren ante las políticas diseñadas para disuadirlos.

“Es algo impactante esa imagen que se ve, pero él siempre la protegió”, dijo Ramírez a The Associated Press en su vivienda en El Salvador. “Pero al mismo tiempo me da ternura, son tantas cosas que siento porque él en ningún momento la soltó, se ve que como la protegió, murieron abrazados”.

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Rosa Ramírez compartía la vivienda —una humilde morada de paredes verdes con barrotes en las ventanas en San Martín, en las afueras de El Salvador— con su hijo, la esposa de él, Tania Vanessa Ávalos, de 21 años, y la hija que tenían, hasta que la joven familia decidió embarcarse en su odisea hacia el norte.

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En su barrio de clase obrera, golpeado por la delincuencia y el crimen organizado, viven unos 40 mil habitantes; allí su hijo trabajaba en una pizzería y Ávalos como cajera en un restaurante de comida rápida.

Rosa Ramírez relató que la joven pareja dormía en el dormitorio grande de la vivienda pero que ansiaba ahorrar dinero para tener su propia casa, y que por ello salieron rumbo a Estados Unidos a comienzos de abril.

“Yo le decía: Hijo, no se vayan, pero si se van déjenme la niña. Y él me decía: No mamá, ¿cómo te vas a poner a pensar que te la voy a dejar?. Él no tenía el valor de dejarla”, recuerda.

“Ha sido un dolor inmenso, aún no puedo creerlo, tenían ese sueño americano, de lograr una mejor vida”, dijo Rosa Ramírez a la AFP.

El presidente Nayib Bukele informó a través de la red social que la oficina de la presidencia “pagará todos los gastos de repatriación y ayudará económicamente a la familia”.

Por su parte, la Cancillería de El Salvador llamó a la población a no arriesgar sus vidas, especialmente la de los niños, los más vulnerables en la denominada ruta del migrante.

“Yo le diría a los que tiene pensado migrar, que lo piensen mejor, porque no todos pueden cumplir ese sueño americano del que hablan, aquí podemos luchar, como me gustaría tener aquí a mi hijo y a mi nieta, como sea salimos adelante en nuestro país”, señaló.

Con información de AFP y CNN.