Espectáculos

Liliana Trujillo: “Ahora está más maquillada la discriminación”

Teatro. La actriz protagoniza La barragana, obra ambientada en una hacienda antes de la independencia.

La actriz habla sobre uno de sus papeles más llamativos en el mundo teatral. Foto: difusión
La actriz habla sobre uno de sus papeles más llamativos en el mundo teatral. Foto: difusión

Cuando la población estaba dividida por castas (españoles, indígenas y negros), una mujer quiere reconocimiento, poder y “se sabe capaz”, así define Liliana Trujillo a su personaje en La barragana, una obra ambientada en Jauja de 1742.

A la protagonista, una mujer mestiza concubina de un hacendado español, sería muy fácil ubicarla en el escenario de Teatro La Plaza como villana, sobre todo por ser acusada de entregar a su hija al rebelde Juan Santos Atahualpa para evitar que invada sus tierras. Pero —en todo caso— vemos también a una sobreviviente. “No la veo como una villana, sino como alguien que ha sabido adaptarse y no va a rendirse tan fácil”, dice la actriz.

La barragana, al ser una mujer mestiza, está subordinada. Trujillo coincide con la directora Chela de Ferrari en que la obra tiene actualidad. “Solo que ahora está más maquillada la discriminación. Hay diferencias también en el trato de género. No solo son las diferencias sociales, sino el modelo económico, te obliga a competir en lugar de compartir y cooperar”, comenta la ganadora del Bafici por Rosa Chumbe. “Tenemos muchas conversaciones con los compañeros, coincidimos voluntades al hacer teatro, es porque nos da satisfacción, sabes que no estás entrando a un negocio. Se da lo opuesto al modelo económico”.

La obra hace referencias de coyuntura: sobre qué pasaría si alguien del pueblo llega al poder y con “un sombrero”, o la frase “compasión es ejercer principios justos sin miedo a morir”, en alusión a las marchas. “El arte lo que te permite es tener una visión crítica”, agrega. En breve la veremos en la película El caso Monroy. “Mi personaje es una madre de familia, militó en un grupo terrorista y sale de la cárcel a reencontrarse con su familia”.

-La película habla del uso del poder, ¿no?

-Sí, y uno de los temas es la soledad y la falta de comunicación, y cómo —a raíz de eso— se empieza a entablar relaciones para ayudar y se termina ejerciendo el poder. El poder seduce mucho, es muy difícil mantener un límite. Incluso, cuando uno está frente a la cámara se vuelve más histriónico. Pero, claro, en política el costo es muy alto.

-Como artista, ¿qué te parece que Willaq Pirqa represente a Perú en los Goya?

En regiones se está haciendo bastante cine, eso me parece necesario y crucial para nuestra historia. Los capitalinos desconocemos completamente la realidad de nuestros compatriotas y urge saber, porque por ignorancia es que a veces se cometen atropellos o simplemente no se entiende la cosmovisión. Además, es importantísimo que vaya a los Goya porque propone una estética diferente, un lenguaje visual, por el idioma que usa, el quechua, con el que necesitamos amistarnos, ¿no? No podemos seguir viviendo en la lejanía. Es brutal, es como si estuviéramos en 1740.

-Claro, quizá algunos quisieran ser la barragana.

-¡Uf! Yo creo que sí hay un par de barraganas, solo que con menos compasión.