Renato Cisneros: “Creo que uno escribe un libro para tirar abajo sus certezas”
El escritor ha publicado Algún día te mostraré el desierto, una suerte de diario en el que muestra su pánico y felicidad de haberse convertido en padre.
Por: Pedro Escribano
Renato Cisneros ha publicado un libro sobre sí mismo. No lo llama autoficción ni novela, menos testimonio. Él afirma que se trata de un diario de su paternidad. Algún día te mostraré el desierto (Alfaguara) es un libro en el que confiesa todo el miedo, y amor, de haberse convertido en padre de Julieta, la crisis de un matrimonio quebrado, las dudas del ser y la felicidad esquiva, más que un retrato, una muestra de crisis humana.
En tus novelas anteriores aludías a tu padre y abuela, ¿esta vez tu ejercicio escritural ha sido un boomerang?
Sí. Lo que ahí debo aclarar es que yo no calculé este libro. Yo empecé a llevar un diario de notas cuando supe que iba a convertirme en padre, porque me parecía que era una experiencia lo suficientemente sísmica como para no escribir sobre ella, pero en un registro muy personal y privado. Solo con el paso de los meses me di cuenta de que ahí había algo orgánico mucho más fuerte, porque lo que yo estaba empezando a experimentar no tenía que ver únicamente con la fascinación por la paternidad, sino también con un miedo visceral al convertirme en padre, a replicar el padre que yo tuve. Y cuando mi hija nace surge una crisis matrimonial súper fuerte. Entonces, de pronto, el diario también dejó de ser ese texto luminoso en el que yo hablaba de la hija que iba a tener y pasó a convertirse en un diario mucho más sombrío, más triste en algún sentido.
Tu matrimonio, como un avión en pleno vuelo se quedó sin combustible...
A mí me sucedieron muchas cosas al mismo tiempo o en muy poco tiempo. Me fui del país. Apareció la novela de mi padre, que representó un quiebre también con un sector de mi familia. Me casé y poco tiempo después ya estaba camino a la paternidad. Entonces, creo que en esos nueve meses de espera yo también fui mutando.
Tenías miedo de ser padre. ¿Afloró el recuerdo de que tu padre fue un militar?
Hay momentos del libro en los que yo digo que el mundo se vive entre la gente que es sumamente pragmática, resoluta, y estamos todos los otros que pensamos las cosas mil veces. No digo que sean los unos mejores que los otros, ni viceversa. Pero siento que soy parte de ese grupo de gente que se hace muchas preguntas antes de tomar una decisión e incluso tomándolas. La paternidad me hizo pensar mucho en mi padre, hay una frase que dice tarde o temprano uno termina reconociendo en sí mismo, el carácter de su padre. Yo pienso que envejecer es eso, es convertirte, finalmente, por momentos, a ratos, en el padre que uno tuvo.
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Hay una expresión en el libro que dice “cómo pesaba mi padre, cómo pesa”. ¿Aún?
Sí, porque creo que por mucho que uno tiende a distanciarse del modelo que tuvo como padre, en el fondo la naturaleza te lleva a replicarlo. Uno puede contenerlo, por supuesto, puede matizarlo y en eso sirve el arte. Y pesa porque sigue siendo también una presencia constante. Ahora, por ejemplo, yo vivo un momento maravilloso con mi hija y pienso en mi padre todo el tiempo. Es increíble. Uno podría pensar que ya las cuentas con mi padre están saldadas, pero no, es una presencia envolvente.
Hay un pasaje en el libro que me parece muy metafórico, de la ilusión de construir un hogar cuando con tu esposa arman un armario.
Sí. Yo creo que la construcción del hogar o de la familia a veces está mucho más determinada por momentos como ese, antes que por las grandes conquistas de hogar o las grandes postales familiares.
El título de la novela, Algún día te mostraré el desierto. Es el desierto físico, ¿también el desierto afectivo?
Hay dos cosas con el título que descubrí después de ponerlo. Una es que se relaciona muchísimo con los dos títulos anteriores. En La distancia que nos separa y en Dejarás la tierra, hay una alusión al espacio geográfico y a la temporalidad. Y en Algún día... también hay tiempo y espacio otra vez reunidos. Eso, por un lado. Por otro lado, el desierto, en este libro, funciona también como una metáfora de la crisis del propio matrimonio, de los afectos. El desierto es un lugar árido, infértil, donde moran las criaturas rapaces. Es un lugar de absoluta soledad, de conversión. Eso es una crisis. Entonces, en Algún día... es como decirle a mi hija, que este libro es en el fondo una carta para ella, de decirle que algún día le mostraré de qué están hechas las crisis humanas.
¿Has querido desmentirte con este libro?
-Creo que todo libro en el fondo es un desmentir. Ribeyro decía eso, uno tiene muchas certezas sobre su obra, pero la obra termina desmintiendo esas certezas. Creo que en el fondo, de eso se trata escribir un libro, de tirar abajo tus certezas.
Has dicho que un escritor es una amenaza para cualquier familia…
Sí. Y una familia tiene que ser un caos muy revuelto para producir un escritor. A veces puede sonar a broma, pero lo digo en serio, creo que los escritores tienen tarde o temprano que traicionar un poco el código familiar y eso a veces la familia no perdona, incluso los castigan y sancionan. Pero, está bien que así sea, porque de otra manera los escritores no pasarían por encima de ese cerco que creo que hay que pasar para comunicarse con los verdaderos lectores, que no son los de la parentela, sino que están en otras latitudes y coordenadas, pero que pueden sentir lo mismo que tú. Ese miedo que supone la paternidad, esa fragilidad que supone también el convertirte en padre, eso me parece que es mucho más vital que contentar o no a tu familia.
El libro concluye “Cuando llegue el día confío estar cerca para poder responderle”. ¿Cerca en el sentido afectivo?
Sí, cerca en el sentido emocional. Un padre puede estar cerca físicamente, pero emocionalmente ser esquivo, y al revés. Yo creo que la paternidad me ha convertido en una mejor persona aunque el libro no parece decir eso. El libro parece ser el retrato de un hombre cobarde, lleno de contradicciones, pero por otro lado también me parece que hay un narrador que reflexiona sobre la masculinidad.
“Espero llegar a una tierra prometida”
¿Escribir es como el bisturí eléctrico del que habla Juan Millás, que al cortar al mismo tiempo cicatriza?
Sí, o como la metáfora que usaba Watanabe, del “Guardián del hielo”, que al mismo tiempo que trata de preservar el hielo, es testigo de su disolución. Creo que eso hace uno con los libros, y lo que los libros hacen con uno, lo hieren a la vez que convierte esa herida en belleza.
Hay una anotación: “Hoy es 12 de octubre, hoy se conmemora el descubrimiento de América, hoy sonrió Julieta. Hoy descubrí un continente”. Aflora tu lado poético.
La paternidad te remueve muchas cosas. Incluso hace que te reencuentres con voces que tú creías ocultas, voces que en el pasado fueron importantes. Y para mí la poesía siempre ha sido importante.
En el desierto a veces llueve, florece.
Paul Auster dice que no todo desierto tiene su tierra prometida, pero a veces sí. Espero que arar en este desierto suponga llegar a una tierra prometida.