Guns N’ Roses encendió Lima: tres horas de rock eterno y devoción absoluta
La banda liderada por Axl Rose y Slash ofreció un concierto histórico en el Estadio Nacional, como parte de su gira ‘Rock N’ Roll Rhapsody Tour 2025’. La noche incluyó luces, bengalas, una comunión total con el público y un homenaje a Ozzy Osbourne.
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Dicen que los años pasan, pero las leyendas del rock no envejecen: se transforman, resisten y siguen rugiendo con más fuerza que nunca. La noche del miércoles 5 de noviembre, el Estadio Nacional de Lima fue el epicentro del rock mundial. Desde temprano, miles de fanáticos vestidos con camisetas negras de Guns N’ Roses formaban una marea humana de energía y devoción, listos para presenciar a una banda que desafía el paso del tiempo.
"Welcome to the Jungle, Lima"
El arranque de la noche estuvo a cargo de Amen, la banda limeña que abrió el espectáculo con potencia y orgullo local. Su actuación encendió los primeros coros y preparó el terreno para lo que vendría. Luego, las luces del estadio se atenuaron y un video comenzó a proyectarse en las pantallas gigantes. Imágenes de la trayectoria de la banda, fuego, guitarras, gritos… hasta que, al final, el logo de Guns N’ Roses se formó en el centro de la pantalla. El rugido del público fue ensordecedor.
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Y entonces, los primeros acordes de 'Welcome to the Jungle' (1987) rompieron el silencio. Durante la canción, Axl Rose gritó con fuerza “Welcome to the Jungle, Lima”, provocando una ovación que sacudió el estadio y marcó el inicio de una velada que ya prometía ser histórica. Así comenzó la maratón de tres horas de la banda, que regresaba a Lima tras su última presentación en marzo de 2022, en el marco de su gira 'Rock N’ Roll Rhapsody Tour 2025'.
El escenario era un espectáculo por sí mismo: un juego de luces potente, preciso y envolvente, acompañado de tres pantallas gigantes que hacían que cada persona, sin importar la ubicación, viviera el show de cerca. Desde las primeras notas, el público no dejó de cantar, saltar y gritar.
Le siguieron 'Bad Obsession' (1991) y 'Mr. Brownstone' (1987), con Axl desplegando toda su energía y realizando una venia al público al finalizar cada tema, gesto que repitió durante todo el concierto. Slash, por su parte, hizo magia con la guitarra: cada solo suyo era una conversación con el alma del público. La complicidad entre los músicos era palpable, como si el tiempo no hubiera pasado.
'Chinese Democracy' (2008) y 'Pretty Tied Up' (1991) mantuvieron el ritmo, seguidas de 'It’s So Easy' (1987), que provocó los primeros pogos que no cesarían hasta el final. 'Live and Let Die' (1973) iluminó el cielo limeño con fuego y explosiones sincronizadas; 'Better' (2008) y el cover de 'Sabbath Bloody Sabbath' (1970) confirmaron la versatilidad de la banda.
Homenaje a una leyenda del metal: Ozzy Osbourne
Durante su interpretación de 'Sabbath Bloody Sabbath', Guns N’ Roses rindió un sentido homenaje a Ozzy Osbourne (1948-2025), el histórico vocalista de Black Sabbath, fallecido recientemente. En las pantallas se proyectaron imágenes del 'Príncipe de las Tinieblas', mientras Axl levantaba la mano hacia el cielo en señal de respeto. El público respondió con un aplauso unánime que unió generaciones de rockeros en una sola voz. Fue un instante de pura comunión, donde la historia del metal y el espíritu del rock se encontraron bajo el cielo limeño.
El ambiente se tornó más íntimo con 'Yesterday' (1991) y 'The General' (2023), antes de que 'Hard Skool' (2021) devolviera la potencia del rock crudo. 'Estranged' (1991) fue uno de los momentos más introspectivos: Slash, en soledad bajo un haz de luz, hizo llorar a su guitarra.
El estadio estalló con 'You Could Be Mine' (1991), pero el momento más emotivo llegó con 'Patience' (1988): miles de celulares se encendieron al unísono, iluminando el Estadio Nacional como un océano de estrellas. La emoción era total; las bengalas, los cantos y los abrazos lo confirmaban.
'Sweet Child o’ Mine' (1987) elevó el éxtasis general. 'Don’t Cry' (1991) y 'Knockin’ On Heaven’s Door' (1973) fueron coreadas a grito limpio, con Axl saludando una y otra vez al público peruano. Tres canciones antes del final, el vocalista presentó uno por uno a los integrantes de la banda, recibiendo cada uno una ovación que resonó en todo el estadio.
Un adiós entre venias y púas de guitarra
Entonces, llegó la esperada 'November Rain' (1991). Un piano fue colocado al centro del escenario, y Axl, bajo una luz tenue, dio inicio a una de las interpretaciones más memorables de la noche. Slash acompañó con un solo monumental que hizo que más de uno no pudiera contener las lágrimas.
El cierre fue una descarga final: 'Nightrain' (1987) puso a todos de pie y 'Paradise City' (1987) selló la noche con una explosión de color, humo, bengalas y gritos. Al terminar, los integrantes de la banda se reunieron al frente del escenario e hicieron una venia general al público peruano, que no dejaba de aplaudir.
Slash fue el último en despedirse: caminó por el borde del escenario y comenzó a lanzar al público las púas de guitarra que había usado durante el concierto. Cada una caía como un pequeño trofeo, símbolo de una noche que quedará en la memoria de todos los presentes.
Tres horas de historia, emoción y comunión. Guns N’ Roses demostró una vez más que no hay tiempo ni distancia que apague el fuego del rock. Porque anoche, bajo el cielo limeño, las leyendas no solo tocaron, mantuvieron su legado.




















