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Cultural

Fernando Valdivia: “No soy un extractivista de la imagen”

El documentalista, creador de la Escuela de Cine Amazónico, narra cómo logró ingresar al mundo de los pueblos originarios y recoger sus historias y sus grandes preocupaciones.

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Fernando Valdivia, más que llegar al corazón de la selva, ha llegado al corazón de las comunidades originarias amazónicas. Cámara en mano, como documentalista, se ha enraizado en sus tradiciones y costumbres, las cuales los indígenas las tienen como suyo y le han confiado las historias y, acaso también, la esperanza de sus luchas cotidianas y sociales por sus pueblos.

El cineasta se ha puesto del lado de ellos. Sus documentales no solo exponen la riqueza de su cultura, las bondades de sus paisajes, sino, sobre todo, sus grandes preocupaciones, como la deforestación, la contaminación ambiental y el narcotráfico. En La travesía de Chumpis, por ejemplo, los achuar buscan proteger sus territorios sagrados ante la explotación petrolera, o en La calamina vs. maloca se debate el tema de lo contemporáneo y lo tradicional en la Amazonía.

Pero Fernando Valdivia (Lima, 1966) también hurga en la historia de sus gentes, como en Buscando el azul, un filme que retrata en su dimensión humana al recordado pintor bora Víctor Churay.

Hay dos fuerzas que mueven el ánimo de Valdivia para llegar al lugar donde está. Su pasión desbordada por trabajar con la imagen y una vocación casi suicida por aventuras en la naturaleza.

“Mi madre era una aficionada de la fotografía y siempre nos tomaba fotos. Yo crecí escuchando: ‘Qué bonitas fotos toma Beatriz’. Y lo de aventuras, lo tomé de mi abuelo, que venía de la sierra de Áncash y contaba mil historias, que subió a la montaña, que bajó un barranco, que llovió todo el día. Yo escuchaba, pero lo que yo veía eran imágenes”, cuenta el documentalista.

Pero no solo eso, dice que no veía dibujos animados como todos los niños, sino documentales de National Geographic y del oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau.

Razón tuvo para tirar al monte. No había terminado el colegio y quería ir de colono a Andoa, pueblo remoto en la selva del Ecuador.

“Creí en eso que pedí estudiar en el Colegio Leoncio Prado, no por lo militar o el tema de las armas, sino para que me enseñen curso de sobrevivencia. Pero no me enseñaron mucho eso, sino que aprendí a ser estoico, a soportar el frío, la sed, el hambre”, detalla Valdivia.

Terminado el colegio, empezó a recorrer pueblos del Perú como mochilero, en plena época subversiva. Dejó Lima y la familia por la aventura, pero un día que estaba en Arequipa, le dijeron que su madre habría sufrido un percance y lo necesitaba. Pero era mentira, querían que estudie. Ingresó a estudiar Contabilidad, pero renunció y migró a Comunicación en San Marcos. Allí conoció a otros compañeros y con ellos volvió a tirar al monte.

-¿Con los sanmarquinos filmas tu primer documental?

Sí, con ellos hicimos Por un camino inca en cuatro viajes, y yo quería editar, pero no tenía dinero. Postulé a la ONG Calandria y me contrataron. Estuve tres años. Toda la plata que ganaba la usé para editar ese documental.

-Te atraía la aventura, el paisaje, ¿en qué momento tu cámara enfoca la situación humana en esos paisajes?

-Desde el documental Camino inca, que no es turístico, sino es un documental histórico y ecológico. Cuando estuvimos filmando, hubo un incendio forestal que casi quema Machu Picchu. Fuimos de voluntarios para apagar el fuego y nos dimos cuenta de la precariedad ambiental del Perú. Antes de ir al Cusco, asistí a una conferencia de Antonio Brack sobre ecología y ambiente, y quedé maravillado con la información sobre los ecosistemas, la dinámica humana. Quedé mentalizado en la necesidad de tocar más temas ambientales.

-¿Allí te planteas trabajar sobre los pueblos originarios?

-Además del tío de una enamorada que era antropólogo y me habló de la Amazonía y me sugirió filmar en la selva, acepté el reto y trabajé con él un documental sobre los machiguengas. Trabajar ese documental me hizo ver el impacto de Sendero Luminoso, los problemas territoriales que tenía y me di cuenta de que allí había algo más que la aventura, la fauna y el paisaje. Allí había problemas humanos que debía abordar en el futuro. 

 Cine. Los indígenas toman la cámara. Foto: difusión

Cine. Los indígenas toman la cámara. Foto: difusión

-¿Qué necesidades viste en el mundo amazónico?

-El territorio que estaba siendo amenazado por gente foránea, el problema del extractivismo, la contaminación por la explotación del petróleo, la destrucción de bosque, la que propicia la tala y el oro ilegal. Todo eso lo vi in situ. Lo vi directamente el año 92, cuando trabajaba con mi amiga antropóloga Ana Uriarte, que trabajaba en TV Cultura; me invitó a participar en mi primer rodaje completo en la baja Amazonía, en los boras. Era un proyecto que trataba el tema de los desencuentros entre la economía indígena y la economía moderna.

-Eso era ingresar a las estructuras de las comunidades.

-Exacto. Justo llegamos cuando la primera dirigencia femenina indígenas estaban juramentando. Veían el tema de la pérdida de la cultura y cómo el extractivismo y la pérdida de los valores afectaban a los ecosistemas locales.

-O sea, los indígenas reflexionaban sus problemas de manera política…

-Yo lo vi allí. De allí lo aprendí. De hecho, allí conocí también al pintor Víctor Churay, el protagonista de Buscando el azul. Todo lo que pasó en ese primer viaje de noviembre del 92, se me metió en el ADN. Puedo decir, sin lugar a dudas, que ese fue mi rito de pasaje para ingresar a la Amazonía, el rodaje del documental La calamina vs. la maloca, dirigido por Ana Uriarte. El título te lo dice todo, el conflicto entre lo tradicional y lo moderno. Te dice las raíces de los conflictos amazónicos.

-¿Cuál es esa raíz?

-Mira, la gente dice muchas cosas, pero es la filosofía económica la que afecta el ambiente, las relaciones humanas, las relaciones culturales, la pérdida de la cultura, la pérdida del idioma, todo tiene que ver el extractivismo y la mentalidad individualista de la economía monetaria, la economía de mercado. Ese fue mi paradigma fundamental para mi trabajo de allí para adelante.

-Se dice que los que van a las comunidades originarias miran desde afuera, ¿cómo has salvado esa óptica paternalista?

-Esa es una excelente pregunta. Mi familia es de los Andes. Yo me considero una persona rural, me considero más andino y amazónico que rural. Por eso, cuando yo viajo a las comunidades, mi relación no es de un blanco o de un profesional que va a mirar de arriba a abajo a la gente. Yo soy un simple ser humano. Eso va de la mano con lo que dice el documentalista argentino Miguel Mirra: “Un director de película de ficción es como un dios, que crea una historia, un mundo, personajes y diálogos; en cambio, un documentalista construye la historia con personas, dialoga con personas”. Construye la historia como si fuera un simple ser humano. Y yo siempre he ido así, solo un ser humano. Por eso, todas las filmaciones que he hecho han sido por invitación de las propias comunidades. Yo los respeto. Todo les consulto, no puedo hacer lo que me da la gana. Yo construyo las historias con ellos y si se gana un premio pecuniario, nos los dividimos.

-Ahora los filmas, ¿en qué momento le darás la cámara para que ellos puedan autorrepresentarse?

-Es que siempre lo he hecho. A principio, no salía tan bien. Con el tema de Víctor Churay, la cámara era pesada y no podía manejarla, pero para La travesía de Chumpis, yo le di la cámara a los niños y ellos mismos filmaron sus testimonios. Con los amahuacas, ellos hicieron su propio filme y los puedes ver en YouTube, se llama Amahuaca: nuestra primera película. Y yo creo en su autorrepresentación; por eso mismo, hemos fundado la Escuela de Cine Amazónico. Imagínate, la potencia de la imagen de un shipibo en su danza, la potencia de una dirigenta indígena luchando contra el extractivismo y contra el machismo que no la deja crecer, la potencia de estudiantes indígenas mujeres, que a pesar de tener hijos y haber sufrido abuso, estudian contra viento y marea. Son historias únicas que no se han visto y los cineastas indígenas están en capacidad de mostrarlas.