José Coronado Pizarro: “Solo trato de rescatar lo que queda de Lima”
El artista exhibe la muestra “Homenaje a Lima” en el Colegio de Ingenieros del Perú con motivo del 488 aniversario de su fundación española.
Pintar Lima fue un “regalo” que le hizo el maestro Bruno Roselli, el llamado “El loco de los balcones”, a quien Vargas Llosa le dedicó una obra de teatro. Roselli era profesor de la Escuela de Bellas Artes y solía comprar, con su dinero, los viejos balcones de nuestra ciudad antes de que se destruyan o se derrumben.
“Yo era su alumno en Bellas Artes. Admiraba la pasión que tenía por nuestra ciudad, por sus balcones y él fue quien me dio las primeras pautas para sentir y pintar Lima”, afirma José Coronado Pizarro, quien actualmente exhibe la muestra “Homenaje a Lima” en la Galería del Colegio de Ingenieros del Perú.
La muestra reúne cerca de treinta pinturas entre óleos y acuarelas. En ellas, el artista recrea calles, plazas, iglesias y viejas casonas, escenas de Lima antigua, muchas de ellas inspiradas en pinturas de Pancho Fierro, Mauricio Rugendas, Leónce Angrand y fotografías de los hermanos Courret.
Pero sus pinceles no solo recogen la Lima que se fue, sino también escenas, paisajes urbanos y momentos de nuestros años.
Visiones. Una plaza de Lima reciente. Foto: difusión
Vocación de artista
El arte le viene de sangre. Su padre era cusqueño y pintor autodidacta y vivió en Ayacucho. Su madre era norteña, de Huancabamba, Piura y tenía habilidades para bailar. Pero su origen artístico más remoto estaba en la historia de su abuelo, que era trapecista de circo y, como tal, arriesgaba la vida por su arte.
José Coronado nació en Lima, en 1942. Como todo niño, empezó a dibujar y pintar. En su caso, como un hecho anecdótico, cuenta que a los cinco años hizo su primera “intervención artística”. Su madre, en su nuevo compromiso, tuvo un bebé, blanquito. Un día salió y le encargó a la abuela que cuidara al pequeño. A su retorno, ingresó al cuarto y salió de inmediato. Preguntó dónde estaba el bebé. Le respondieron que allí, en el cuarto. No, dijo ella, solo hay un bebito negro. La madre volvió a mirar y dio un grito. Lo que había ocurrido es que el niño José Coronado había pintado al bebé con pomada de zapato.
— Eres un reconocido acuarelista. ¿Cuándo empezó esa vocación?
— Como todo escolar, me gustaba pintar. Pero un día me regalaron un estuche de acuarelas suizas. Ahí empezó todo, yo quería que todos los días amanecieran más temprano para ponerme a pintar.
— En Bellas Artes, ¿qué maestros lo llevaron a pintar Lima?
— Como he dicho, primero fue Bruno Roselli, pero también mi ambiente familiar, muy fervoroso por la procesión del Señor de los Milagros y de Santa Rosa, que expresan mucho de Lima. En Bellas Artes descubrí la pintura del maestro Teófilo Castillo, como ese hermoso cuadro Funerales de Santa Rosa. Y, por supuesto, también a Pancho Fierro.
Una vieja escena de La Parada. Foto: difusión
— Sus acuarelas y óleos, en muchos casos, recrean pinturas de artistas viajeros...
— Así es. Pero primero Pancho Fierro, que para mí fue una manera de mirar a Lima, su gente, sus tradiciones y costumbres. Y como todo artista, empecé imitando a los grandes maestros que habían pintado nuestra ciudad, como Rugendas y Angrand, a quien le bastaba solo un lápiz para hacer una gran obra.
— ¿Y cómo se propuso recrear a Lima inspirada en las fotografías de los hermanos Courret?
— En lo años setenta, el fotógrafo Jorge Newman me regaló una fotografía de Courret sobre la plaza de Armas de Lima, en la que se veía sus vecinos, su arquitectura, su pilón de agua y hasta los burros. Tomé esa imagen y la recreé. Después busqué otras fotos del estudio Courret sobre Lima antigua e hice lo mismo. Pero para esa serie de Courret, todo empezó con la fotografía que me regaló Jorge Newman.
— La muestra exhibe escenas y paisajes urbanos de Lima antigua, ¿también le interesa Lima reciente?
Como pintaba Lima antigua, me solían decir “pinta el hambre, la miseria, lo que pasa en nuestros días”. Pero todo eso ya estaba en mi visión, como que pinté después. Justo, a propósito de estas marchas y protestas, tengo un óleo que se titula Represión, que lo pinté en tiempo de Alan García y que bien puede ser de hoy día.
— La violencia de nuestros días...
— Así es. Sobre ese tema, tengo un cuadro que se llama Inocencia. Lo pinté a partir del relato que escuché por casualidad de un soldado muy joven que lloraba ebrio en una cantina mientras contaba su historia a sus compañeros. Les decía que lo habían enviado a Ayacucho y que en una noche de misión, escondido en un camino, temía que aparecieran los senderistas. Estaba en eso, cuando vio pasar una sombra a cierta distancia y sin más disparó. Escuchó un gritó y después nada. Cuando pudo acercarse, vio a una mujer que yacía en el suelo con su bebé. La misma bala los había matado a los dos. Lloraba con culpa.
Un cuadro en que se grafica sobre la represión en nuestra ciudad. Foto: difusión
— O sea, ¿no solo es Lima?
— No, y cuando pinto Lima no es por nostalgia colonial sino solo trato de rescatar lo que queda de Lima.
El dato
Pinturas. La muestra se exhibe en el Colegio de Ingenieros del Perú. Av. Arequipa 4947, Miraflores. Visita de 9 a. m. a 6 p. m. , hasta el 30 de enero. Ingreso libre.