Las momias de incas del Hospital de San Andrés
Rescate. Se acaba de publicar “El Hospital de San Andrés”, libro póstumo de Teodoro Hampe. El nosocomio fue convertido en santuario inca en Lima.
Por: José Carlos Vilcapoma.
En el corazón de Lima, en la cuadra ocho del Jr. Huallaga, estaba ubicado el Real Hospital de San Andrés, que fue construido en el siglo XVI. La historia de este hospital siempre ha planteado preguntas, entre otras, por ejemplo, cómo es que allí, en su subterráneo, se sepultó las momias de cuatro incas.
Para dilucidar interrogantes, acabamos de publicar el libro póstumo del recordado historiador Teodoro Hampe Martínez (Lima, 1960 – 2016), “El hospital de San Andrés. Santuario Inca en Lima y eje de la historia de la medicina” (Ed. IIDA y Patronato del Patrimonio de la Salud en el Perú), que es una compilación de sus estudios sobre la historia del mencionado nosocomio colonial.
La dualidad médica
Cuando ocurrió el descubrimiento y la conquista, la medicina de Occidente se encontró en este comarca con otro saber médico. Incluso se sabe que el inca Atahualpa, cuando estuvo preso a manos de Pizarro, a los pocos días cayó en sopor y que Valverde al verlo con melancolía de muerte, le instruyó en la fe. De nada sirvió, hasta que él mismo ordenó que trajeran a los hampicamayos quienes usando el cuy le curaron.
PUEDES VER: ¿Quién fue Manco Inca, el nuevo héroe que declaró Pedro Castillo por luchar contra los españoles?
.
Teodoro Hampe Martínez, tenía latente preocupación por esta dualidad médica, desde el siglo XVI. Consideró que ambos sistemas curativos se enfrentaron en naturales incomprensiones en un proceso de guerra de conquista. Por esta razón uno de los temas de sus investigaciones fue el Hospital de San Andrés, al que le dedicó páginas que, muchas de ellas estuvieron perdidas y que se nos encargara compendiarlas en este libro póstumo.
El libro trata la historia del hospital más antiguo de la América del Sur, pues sus orígenes se remontan a un acuerdo del cabildo municipal de Lima del 21 de noviembre de 1545 por el cual se compraron cuatro solares ubicados a relativa distancia de la Plaza Mayor, para que allí se levantara el hospital para los varones de origen peninsular y criollos.
El área colindaba con el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. De allí la identidad Académica de la Decana de América hasta nuestros días.
Hampe en este libro también hace un análisis de la estructura espacial del hospital al que magistralmente califica de planta cruciforme según el modelo desarrollado por Juan de Herrera en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, con huerta de grandes patios, pabellones de curación y altar bajo bóveda de artesón. Califica como obra de arte que merece su atención, tal como reclama el insigne Uriel García Cáceres.
Incas y cronistas
La otra parte del libro, privilegia las crónicas del licenciado Polo de Ondegardo, Antonio de la Calancha, Bernabé Cobo, José de Acosta, entre otros, siendo el primero quien, como dice nuestro autor, tuvo la extraña fortuna de hallar la mayor parte de los mallquis, es decir las momias o cuerpos embalsamados de los Incas, por lo menos de cuatro que, por orden del virrey Marqués de Cañete, se trajeron sigilosamente desde el Cusco, para ser depositados “en un corral del Hospital San Andrés”.
Estarían depositados los cuerpos de Viracocha, Pachacútec, Huayna Cápac y la coya Mama Ocllo, madre de este último. Hace un recuento pormenorizado de los esfuerzos que con este fin se realizaron desde tiempo de José de la Riva Agüero y los que él mismo hiciera.
PUEDES VER: ¿Qué es y dónde está el Paititi, la mina donde los incas escondieron el oro de los españoles?
El libro además da cuenta, entre otros capítulos, del patriota quiteño Obispo Cuero y Caicedo que, apresado por causa de las revoluciones independentistas, enviado a España, vía Perú, falleció y fue enterrado el 10 de diciembre de 1815 en nuestro Hospital de San Andrés. El esfuerzo para que sus restos fueran devueltos a Quito se logró en septiembre de 2016, sin embargo, Teodoro Hampe, ya no estaba entre nosotros como lo hubiera querido y por lo que tanto había luchado.