Estudio revela por qué el hormigón de la antigua Roma hace que sus construcciones resistan hasta la actualidad
Una investigación descubre una técnica utilizada en la construcción romana que permitió a las estructuras como el Panteón y los acueductos sigan en pie después de 2,000 años.
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La durabilidad del hormigón romano ha sido un misterio para ingenieros y científicos durante siglos. Mientras el concreto moderno comienza a deteriorarse en cuestión de décadas, construcciones de la Antigua Roma, como el Panteón y el Coliseo, siguen en pie tras más de 2,000 años. Un estudio reciente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha revelado la técnica clave detrás de esta resistencia excepcional con un método innovador que permitía la autorreparación del material.
Este hallazgo no solo explica la longevidad de las estructuras romanas, sino que también podría transformar la industria de la construcción moderna. Con un creciente interés en materiales sostenibles y duraderos, la ciencia ha comenzado a mirar hacia el pasado para encontrar soluciones que reduzcan el impacto ambiental del concreto actual.

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¿Qué hace al concreto romano tan resistente?
La clave de esta durabilidad radicaba en su composición. Los romanos utilizaban una mezcla de pozzolana (ceniza volcánica), cal viva y agua. La pozzolana, extraída de regiones volcánicas como Pozzuoli en Italia, reaccionaba con la cal para formar un material extremadamente estable y resistente al agua. Esta combinación permitía que las estructuras resistieran terremotos, cambios de temperatura e incluso el impacto de las olas en construcciones costeras, como los puertos romanos.

Bóveda de hormigón antigua en Roma. Foto: Flickr
Uno de los ejemplos más impresionantes de esta resistencia es el Panteón de Roma, que aún ostenta la cúpula de hormigón no reforzado más grande del mundo. Este edificio, construido en el año 126 d.C., demuestra la efectividad del concreto romano en términos de estabilidad y longevidad.

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Mezcla en caliente: el método romano que revoluciona la construcción
Durante años, se creyó que el hormigón romano se fabricaba con cal apagada, obtenida al mezclar cal viva con agua antes de incorporarla a la mezcla. Sin embargo, el estudio del MIT liderado por la ingeniera civil Linda Seymour y el científico de materiales Admir Masic reveló que los romanos utilizaban un proceso distinto: mezcla en caliente, una técnica que consistía en agregar cal viva directamente a la mezcla de cemento y agua, generando una reacción química a alta temperatura.

Esquema del mecanismo propuesto para la autocuración de los morteros romanos antiguos. Foto: Science Advances
Este proceso tenía múltiples beneficios. Por un lado, al calentar la mezcla, se aceleraba el fraguado del concreto, permitiendo una construcción más rápida y eficiente. Por otro, la cal viva no se disolvía completamente en la mezcla, dejando pequeños fragmentos conocidos como lime clasts. Estos fragmentos, al entrar en contacto con el agua después de la formación de grietas, reaccionaban químicamente para sellar las fisuras de forma natural. Este mecanismo de autorreparación era clave para la durabilidad del hormigón romano, ya que evitaba el crecimiento de grietas que pudieran comprometer la estabilidad de las estructuras.

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¿Podemos aplicar esta tecnología en la construcción actual?
La investigación sobre el hormigón romano ha abierto la puerta a nuevas posibilidades en la construcción sostenible. A medida que la industria busca alternativas ecológicas al cemento Portland, la reintroducción de la técnica de la mezcla en caliente podría revolucionar la manera en que se diseñan y construyen edificaciones modernas.
Los investigadores del MIT ya están trabajando en la comercialización de un concreto basado en la fórmula romana, con el objetivo de ofrecer una alternativa más ecológica y resistente. Esta innovación podría aplicarse en la impresión 3D de construcciones, infraestructuras de gran escala y proyectos de restauración de edificios históricos.
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