Científicos desempolvan datos de la NASA de hace 38 años y descubren nuevas pistas para entender los misterios de Urano
Un análisis reciente de los datos capturados por la sonda Voyager 2 ha revelado nuevas respuestas para los enigmas de la magnetosfera de Urano.
Durante décadas, Urano ha sido considerado un planeta enigmático dentro del sistema solar. La única misión que ha sobrevolado este gigante helado fue la sonda Voyager 2 de la NASA en 1986. Aunque en su momento permitió el descubrimiento de lunas, anillos y fenómenos únicos, también dejó preguntas abiertas, especialmente sobre su peculiar magnetosfera. Ahora, gracias a un análisis publicado en Nature Astronomy, los científicos han resuelto algunos de los misterios.
El estudio revela que la Voyager 2 observó a Urano en condiciones extraordinarias que solo ocurren el 4% del tiempo. La interacción del viento solar con el campo magnético del planeta fue clave para explicar anomalías detectadas en su magnetosfera.
La misión Voyager 2 de la NASA realizó su único sobrevuelo a Urano el 24 de enero de 1986. Foto: NASA
Nuevas pistas sobre el séptimo planeta
El equipo de investigadores liderado por Jamie Jasinski, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, reanalizó los datos recopilados por la Voyager 2. Descubrieron que el planeta fue impactado por un fenómeno poco común del viento solar justo antes del sobrevuelo. Este evento habría comprimido drásticamente su magnetosfera, lo que consecuentemente modificaría su estructura habitual y provocaría la expulsión de plasma.
El análisis explica que el viento solar intensificó temporalmente los cinturones de radiación de Urano, los cuales mostraban una intensidad solo comparable con los de Júpiter. Este fenómeno había desconcertado a los científicos durante décadas, ya que no se identificaban fuentes evidentes de partículas energizadas que alimentaran esos cinturones. Ahora, se entiende que esta dinámica fue causada por la inyección de electrones provenientes del viento solar.
Por otro lado, el nuevo estudio sugiere que las lunas principales de Urano, como Ariel y Miranda, podrían ser más activas de lo que se pensaba. En 1986, los datos de la Voyager 2 no detectaron iones de agua que normalmente emiten lunas heladas. Sin embargo, los científicos ahora consideran que este plasma fue temporalmente expulsado por el viento solar, y las lunas probablemente han estado liberando iones de manera constante.
Durante el paso de Voyager en 1986 se estaba produciendo un clima inusual en Urano. Foto: NASA / JPL Caltech
El misterio de la magnetósfera de Urano
La magnetosfera de Urano es un caso único en el sistema solar. Al igual que otros planetas con núcleos magnéticos, posee una burbuja protectora que interactúa con el viento solar. Sin embargo, su orientación inclinada y su peculiar rotación lateral la hacen impredecible.
Durante el paso de la Voyager 2, esta burbuja fue observada en un estado comprimido, con una reducción del 80% de su tamaño habitual. Esta situación dejó a los científicos perplejos, pues la falta de plasma y la presencia de cinturones de radiación intensos no encajaban con los modelos conocidos de magnetosferas planetarias. Ahora, se sabe que el evento del viento solar fue el responsable de estas condiciones excepcionales.
La nueva información pone en perspectiva la importancia de considerar el contexto temporal de las observaciones planetarias. Como afirmó Jasinski, si la Voyager 2 hubiera llegado unos días antes, habría registrado una magnetosfera completamente diferente. Ello resalta la necesidad de estudiar Urano en futuras misiones con instrumentos más avanzados.
Un descubrimiento para entender a planetas gigantes
Entender la magnetosfera de Urano tiene implicaciones significativas para la ciencia planetaria. Este campo magnético no solo protege al planeta de la radiación solar, sino que también proporciona pistas sobre la composición y la dinámica interna de los gigantes helados.
La Tierra, por ejemplo, depende de su magnetosfera para preservar su atmósfera y mantener condiciones habitables. Aunque Urano es un mundo distante y hostil, estudiar su magnetosfera puede ayudar a comprender fenómenos similares en exoplanetas con características parecidas.
Además, el comportamiento de las magnetosferas influye directamente en las condiciones de las lunas circundantes. Si las lunas de Urano son geológicamente activas, podrían convertirse en objetivos prioritarios para misiones futuras, con la posibilidad de encontrar ambientes únicos o incluso rastros de actividad biológica. La NASA ya ha señalado a Urano como un objetivo clave para futuras exploraciones, según la Encuesta Decenal de Ciencias Planetarias y Astrobiología de 2023.