Infectarse voluntariamente por COVID-19: la controvertida opción para acelerar la vacuna
Se le conoce como ‘estudios de desafío humano’. En 1885 lo hizo el peruano Daniel Alcides Carrión, quien falleció tras inocularse la bacteria Bartonella bacilliformis (verruga peruana).
Mientras una gran parte del mundo se oculta y se protege contra el nuevo coronavirus, hay quienes proponen un enfoque totalmente contrario: infectarse voluntariamente. Se le conoce como ‘estudios de desafío humano’ y su objetivo es probar la eficacia de una vacuna candidata a la COVID-19.
Ya hay casi 40.000 personas interesadas en formar parte de este proyecto. La campaña gana adeptos también en los políticos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó hace poco un informe en que plantea la alternativa como clave para el desarrollo de una vacuna.
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En nombre de la ciencia
La propuesta no es nueva. Los científicos han aplicado los ensayos de desafío por años. De hecho, es una de las formas más eficaces para asegurarse si un medicamento funciona o no. Se hizo en el pasado con la malaria, la fiebre tifoidea, el dengue y el cólera.
César Cárcamo, profesor e investigador de la Facultad de Salud Pública y Administración de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), explica que este proceso ofrece la gran ventaja de obtener resultados estadísticos más precisos y en tiempos más cortos.
“En vez de vacunar a 3.000 personas y esperar a que alguna se exponga al virus (y comprobar si dicha vacuna lo protege), en los estudios de desafío se vacuna a un número más reducido de personas y se les expone a todos con el virus para saber si funciona o no (inmediatamente)”, detalla.
Para los participantes no hay ningún beneficio aparente, más que la satisfacción personal de colaborar con la ciencia. Un estudio de desafío siempre implica riesgos, aún cuando la enfermedad tenga una baja letalidad. Es por eso que las prácticas deben ser voluntarias.
“Hay un riesgo más que mínimo, pero se podría considerar que son personas que se sacrifican por nosotros, por la sociedad. Aunque ahora, incluso, estos ensayos ya no se hacen cuando se piensa que el riesgo de la enfermedad va a ser alto", señala Cárcamo.
El compatriota Daniel Alcides Carrión falleció en 1885 tras realizar esta práctica. Se inoculó la bacteria de la verruga peruana y, aunque su aporte fue trascendental —sirvió para comprobar que la fiebre de la Oroya estaba ligada a la verruga—, el resultado del ensayo fue fatal.
“Un costo inmenso para la persona (...) Actualmente, este proceso, por ejemplo, hubiera sido prohibido por el Comité de Ética (por el alto riesgo que representaba la enfermedad)”, agrega el catedrático.
¿Se justifica su aplicación para la COVID-19?
Los ensayos de desafío son una alternativa ante una situación de emergencia. Javier Tinoco, infectólogo de Clínica Universidad de los Andes de Chile, indica que su aplicación debe ser evaluada de acuerdo con ciertas condiciones.
Para empezar, deben emplearlos cuando la enfermedad no sea altamente mortal. En el caso de la COVID-19, su riesgo no es importante en un grupo específico de personas (jóvenes y sin problemas de salud adyacentes), por lo que se podría considerar implementar el proceso en ellas. No obstante, lo ideal es que las pruebas de desafío se realicen con un acompañamiento médico alternativo.
“Uno debería ofrecer algo como para el manejo del paciente, ya sea tratamiento, soporte o atención médica, en caso el paciente presente un resultado adverso si se contagia. Pero con la COVID-19 no tenemos un tratamiento. Entonces, no tenemos qué ofrecerles, quizás por ese lado pueda ser un poco cuestionable si se debe o no realizar”, afirma Tinoco.
Formar parte de estas pruebas puede sonar descabellado para muchos, pero hay quienes están dispuestos a ser voluntarios. Existe una campaña global llamada 1Day Sooner que reúne a casi 40.000 personas de 166 países interesadas en hacer los estudios.
El proyecto está dirigido por un grupo grande de especialistas y científicos y lleva la delantera en países como Estados Unidos y el Reino Unido. A esta organización sin fines de lucro la mueve el altruismo y la solidaridad. Saber que la COVID-19 ha provocado la muerte de casi un millón de personas es suficiente justificación para abogar por un estudio de desafío.
“Dado el posible número de muertos, creo que se justifican enfoques sin precedentes para las pruebas de vacunas. Una mejora marginal en la rapidez con que se libera una vacuna podría ser extremadamente valiosa”, comenta uno de los participantes.