Pedro Escribano Con una ruta musical de 45 años en el arte de cantar, Manuelcha Prado quiere, como bien se lo merece, celebrarse. Ha convocado a sus amigos Javier Echecopar y Pepita García Miró, con quienes hoy ofrecerán un concierto que promete todo. La fiesta es a las 8 pm. en el Gran Teatro Nacional, en San Borja. El concierto será un diálogo de la guitarra encabritada y andina de Manuelcha con la guitarra académica y barroca de Echecopar y, entre ambos, la voz indudable de García Miró. Y con ellos también estarán, en el acompañamiento musical, Andrés “Chimango” Lares y Jaime Guardia, hijo. Son 45 años de artista. ¿No se cansa en el trote musical? El arte es como el buen vino: cuanto más añejo va madurando para el deleite de los comensales y los “bebensales” (risas). ¿Cuando empezó, se imaginó con ser artista profesional? En los comienzos, la intención era vivir en función de tocar en las madrugadas, tardes, noches, en los recodos, en los caminos, en las chicherías edificantes, en los cumpleaños de los amigos, en serenatas a la mujer amada y así fue durante casi toda nuestra primera juventud. Hasta que llegamos a Lima, la metrópoli, un poco más difícil, había que ordenarse y tocaron a mis puertas los afanes profesionales. La profesionalización implica simplemente más orden y responsabilidad para llegar a la gente. En el más fondo de mi alma me hubiera gustado seguir fluyendo nada más, sin ser profesional ni vivir un poco del arte. ¿En qué momento se dio cuenta de que su guitarra tenía una particularidad? Bueno, siempre me di cuenta de que había que buscar una particularidad. La sonoridad de la guitarra está impregnada de la personalidad del artista, del carácter, del sentimiento, de su mundo interno. Entonces, cada tocata expresa eso. Si el artista está nervioso, eso se transmite; si el artista está encabritado, eso lo va a expresar. Alegría, tristeza, todo. Yo creo que, en ese sentido, la guitarra es mágica porque te permite expresar esos estados de ánimo y de vida. Pero usted estudiaba, Educación, Antropología... Claro, yo estudié Educación y Antropología Cultural, pero la guitarra ganó, el arte ganó. Ya no pude ejercer la docencia salvo en la guitarra. Como artista, usted siempre reflexiona sobre el país, no se queda solo con su música. Yo creo que todo artista sensible es permeable a las vibraciones de la vida en su conjunto. Entonces, los que vivimos en un país, tenemos una historia, tenemos una población de jóvenes y niños, y tenemos un devenir. Por lo tanto, creo que el artista debe pensar en todo este cosmos. Entonces, tratamos de ubicarnos en la vida y en la historia, y así apostamos por algunos valores y principios eternos: el principio de la paz, la verdad, la justicia, el amor a la vida y la familia, y todo esto tiene que ver con una construcción de una sociedad linda y libre. Por eso es que nuestra guitarra, como tú dices muy bien, no solo siente, sino camina y piensa. Actualmente existen artistas íconos del mundo andino. ¿Hay recambios? Creo que sí, hay artistas jóvenes que están trabajando, pero hay peligros en el camino del artista. En mis tiempos, nuestros peligros eran el excesivo aguardiente, la bohemia, las mujeres. Pero en estos tiempos los peligros son distintos, es el peligro de la fama rápida, de querer ser de la noche a la mañana, del dios mercado. Entonces, los artistas del viejo cuño si bien es cierto trabajamos también para el sustento, eso no era nuestro norte, nuestro norte era un ideal: de llevar nuestro arte a diferentes lugares y estamentos. Pero ahora como que todo eso está siendo un poco distorsionado por el asunto del dios mercado. Todo eso lo tiene que sortear el artista joven, pero sí los hay y buenos, guitarristas y cantores jóvenes y no los voy a nombrar porque son muchos. Ya hace varios años tenemos la Ley del Artista, ¿algo ha favorecido a los artistas? Que yo sepa, nada. No, lo que pasa es que desde joven yo entendí “hecha la ley, hecha la trampa”. Los artistas ni los hombres de pie nos podemos confiar mucho en las leyes. Yo creo que la mejor ley es la ley del trabajo, de la perseverancia, de tomar un puesto de combate. El Estado debe asumir responsabilidades por el artista. Tenemos que empoderarnos los artistas, no sé cómo, pero agruparnos para reclamar al Estado reivindicaciones, pero no hacernos muchas ilusiones. Los gobiernos, incluyo este, no quieren mirar el Perú profundo. Solo buscan blanquearse.