La noche del 15 de abril de 1912 es recordada por el terrible accidente que tuvo el gran barco Titanic con un iceberg. Esta tragedia, que ocasionó la muerte de más de 1.500 personas, también afectó a otras vidas como es el caso de las mascotas que iban a bordo. Si bien unos pocos lograron sobrevivir a las heladas aguas del Atlántico Norte, otro fue el final para estos animales.
Hasta la fecha, se sabe por registro que 12 perros viajaron en el famoso barco “insumergible”; sin embargo, los historiadores consideran que pudieron ser más. En esa época, los animales no figuraban como pasajeros, por lo que no había tanta consideración con ellos. Como si se tratasen de una carga más, las mascotas abordaban el trasatlántico.
El hundimiento del Titanic se llevó consigo la vida de nueve de los doce perros considerados en la lista. A diferencia de los demás, estos canes eran de raza pequeña y su tamaño no fue impedimento para que las personas los puedan subir a los botes salvavidas. Aquí te contamos la historia de los tres ‘afortunados’ y sus ‘amigos’ de otras especies.
El Titanic se hundió en su primer viaje con 2.223 personas a bordo, de las cuales pocas sobrevivieron. Foto: difusión
Los tripulantes Henry y Myra Harper fueron de los primeros en subir a su pequinés Sun Yat Sen al bote salvavidas. La misma suerte corrió Lady, una pomerania que vivió hasta 1919 y logró escapar del bote junto a su dueña Margaret Hays. El tercer can, que pudo sobrevivir, fue otro pomeranio perteneciente a Elizabeth Barrett Rothschild.
Así como algunos perros pudieron tener una segunda oportunidad, lo mismo no sucedió con Frou-Frou. El caniche de la mujer Helen Bishop se tuvo que quedar en la cabina del barco tras la dura decisión de su cuidadora. John Jacob Astor también fue a salvar a su engreído y aprovechó en soltar a los demás en todo el barco.
El caos generado por los animales se sumó a la desesperación de las personas, que intentaban salvarse mientras se escuchaba el incesante “Mujeres y niños primero”. Uno de los animales más recordados por los sobrevivientes es el bulldog de Robert W. Daniel, que fue visto por última vez nadando en las gélidas aguas.
Los tres perros que aparecen en esta fotografía fallecieron junto a las más de 1000 personas. Foto: captura de YouTube
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El capitán Edward Smith, recordado por hundirse junto al Titanic, también estuvo con su mascota en el gran barco; sin embargo, el perro se salvó. El wolfhound llamado Ben solo estuvo una noche a bordo antes de que el barco tome su rumbo a Nueva York. La misión de Ben fue otra y tuvo que acompañar a la hija del marino mientras este dirigía la embarcación.
En ese tiempo, llevar un perro en el trasatlántico era un lujo que solo las personas adineradas podían tener. Algunos animales de los que se tuvo registro fue el airedale de John Jacob Astor llamado Kitty; Harry Anderson con su chow-chow; Robert Daniel y su bulldog francés; y William Carter con su dos perros king charles spaniel y airedale.
Entre las historias más populares del Titanic se encuentra la de la mujer de 50 años Ann Elizabeth Isham, quien hacía visitas diarias a su gran danés en las perreras del barco. Si bien ella logró hallar un sitio en los botes, su decisión cambió repentinamente cuando supo que no podía ir con su perro por su tamaño.
Sin dudarlo, dejó su asiento para tener sus últimas horas de vida junto a su engreído. Con los días, ambos fueron encontrados por los rescatistas congelados y abrazados por el frío de las aguas del Atlántico Norte.
Edward John Smith (1850-1912), el capitán del RMS Titanic. Foto: captura de YouTube
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Para acabar con los roedores que habitaban en las instalaciones del barco, el Titanic tenía que zapar con la gata Jenny; sin embargo, ella fue trasladada al Olympic y se salvó de un trágico final. La misma suerte no corrieron los cuatro gallos de Elsla Holmes White, quien tenía la intención de llevarlos a Estados Unidos.
La dama Elizabeth Ramel Nye también llevó a su mascota, un canario amarillo. Uno de los pasajeros que más animales puso a bordo llevó consigo a sus 30 gallinas. Cada animal tenía que pagar un propio boleto, pero en el barco tenían otro tipo de trato, como si fuesen una carga.