El Bicentenario del Perú se celebrará este 2021. Cada vez faltan menos días para que el pueblo peruano festeje Fiestas Patrias este 28 de julio y conmemore así los 200 años de su independencia de la corona española.
Por ello recordaremos una compilación de poesías de diferentes autores y generaciones que con su talento lograron hacerle reconocimiento a la variedad cultural y majestuosidad del Perú con sus letras. Conoce a continuación los mejores poemas para dedicarle al Perú en esta fecha festiva.
Según mi modo de sentir el fuego
soy del amor, sencillamente ardiendo.
Según mi modo de sufrir el mundo
soy del Perú, sencillamente siendo.
Tierra de sol, marcada al negro vivo,
llorando sangre por los poros, sombra
a media luz del bien: a media noche
del día por venir. ¡Yo estoy contigo!
Golpe, furia, Perú: ¡Todo es lo mismo!
Saber, a ciencia incierta, lo que somos,
buscando, a media luz, otro destino,
con todo el cielo encima de los hombros.
Por eso quiero alzarte, recibirte
con los besos abiertos,
junto a la luz,
ardiendo de alegría.
Escenificación publica que recuerda la hazaña de héroes y heroínas de la independencia. Foto: Ministerio de Cultura
No es este tu país
Porque conozcas sus linderos,
ni por el idioma común,
ni por los nombres de los muertos.
Es este tu país,
porque si tuvieras que hacerlo,
lo elegirías de nuevo
para construir aquí
todos tus sueños.
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.
Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical…
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
Es mi Patria querida, el rincón donde nací,
a la que venero y canto cada día con amor,
desde Los Andes que cruzan avecillas hasta el mar,
pasando por la espesura de la Selva y su calor;
le canto a toda mi Patria porque en ella hay riquezas,
los corales en el mar, la minería y la pesca,
la dulzura de la caña, su sol y su primavera,
todo lo tiene mi patria desde la Sierra a la Selva;
ante el pendón bicolor hago una real reverencia,
cantando el Himno Patrio, rasgo el alma en cada nota
y me encanta ver lucir en mi pecho, a la izquierda,
la roja y blanca, de seda, la hermosa escarapela,
honor y honor al Perú, en todos los actos míos,
en cada nota del canto, en el verso y mi canción
porque te llevo en mi alma te saludo Perú mío,
ofreciéndote la ofrenda con sangre del corazón.
Yo conocí en mi patria sólo rostros vacíos,
hombres de mirada prematuramente cana,
balnearios de hueso
donde antes de tiempo veraneaba la muerte.
Yo sólo recuerdo ojos en la niebla
Así era mi padre:
un hombre que miraba la lejanía
como si él mismo estuviera por venir;
así son los que en mí caminan cuando duermo,
así son los hombres, las cárceles, los pueblos.
Yo no conocía el rostro de mi patria.
Tuvo que caérseme el corazón a un pozo;
tuve que verla con su cartel de ciego en los suburbios,
tuve que oírla llorar de miedo en las prisiones,
para comprender que la patria
era quien me dolía bajo tanto dolor.
Porque no es cierto que en mi patria
crezca una flor de espuma inmóvil,
no es cierto que el crepúsculo
coma en la mano azul de las muchachas.
Yo sólo vi pueblos ojerosos,
sementeras de gritos,
gemidos tan grandes
que ni por las calles más largas podían pasar.
Yo no tengo tardes fulgurantes
ni muchachas risueñas de amor.
Yo apenas recuerdo un país tan pobre,
que ni en el ocaso da sombra.