Revisa lo último de poesías y poemas por Fiestas Patrias en Perú
Te mostramos los más bellos poemas de Chabuca Granda, José Santos Chocano, César Vallejo para celebrar estas Fiestas Patrias.
El 28 de julio el Perú cumple 201 años de Independencia, momento idóneo para conmemorar la lucha de todos nuestros antepasados por ofrecernos un mejor futuro. Su amor por la tierra que los vio nacer también inspiró los mejores poemas en honor a nuestras riquezas y tradiciones de nuestros país.
Es así que autores de diferentes generaciones y con mucho talento con la pluma han logrado plasmar la diversidad y majestuosidad del país a través de sus líneas. Chabuca Granda, Washington Delgado, Manuel Escorza, José Santos Chocano, César Vallejo son algunos de ellos.
Bello durmiente (Chabuca Granda)
Te amo Perú
si recorrieras
toda la gama de verdes que te adornan
y el griso verde manto de tu costa
que al subir por los cerros
en colores se tornan
me empinaría en tu más alta cumbre
para estirar mis brazos y abrazarte
y en esa soledad pedirte humilde
que devuelvas mis besos al yo besarte.
Es un derroche de amor el suelo mío
y es que es el hijo del sol
el Perú mío
es un gigante al que arrullan sus anhelos
Bello durmiente que sueña frente al cielo
Este su sueño, comparten tres amadas:
desnuda costa, ilusionada:
exuberante, la selva apasionada, y una tímida sierra enamorada.
Y es un derroche de amor el suelo mío,
y es que es el hijo del Sol, el Perú mío.
Es un gigante al que arrullan sus anhelos,
bello durmiente que sueña frente al cielo.
Chabuca Granda compuso la conocida canción peruana "La flor de canela". Foto: Andina
El Perú (Marco Martos)
No es este tu país
porque conozcas sus linderos,
ni por el idioma común,
ni por los nombres de los muertos.
Es este tu país,
porque si tuvieras que hacerlo,
lo elegirías de nuevo
para construir aquí
todos tus sueños.
Marco Martos
Blasón (José Santos Chocano)
Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical…
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
Foto: Andina
Perú en alto (Alejandro Romualdo)
Según mi modo de sentir el fuego
soy del amor, sencillamente ardiendo.
Según mi modo de sufrir el mundo
soy del Perú, sencillamente siendo.
Tierra de sol, marcada al negro vivo,
llorando sangre por los poros, sombra
a media luz del bien: a media noche
del día por venir ¡Yo estoy contigo!
Golpe, furia, Perú: ¡Todo es lo mismo!
Saber, a ciencia incierta, lo que somos,
buscando, a media luz, otro destino,
con todo el cielo encima de los hombros.
Por eso quiero alzarte, recibirte
con los besos abiertos,
junto a la luz,
ardiendo de alegría.
Foto: Radio Nacional
Héroe del pueblo (Washington Delgado)
Yo construyo mi país con palabras,
digo cielo cuando miro el cielo
digo luz, agua, corazón y lo demás ignoro.
El silencio es profundo, pero amo las alturas.
Hombres son y mujeres los que alumbran mis ojos
y ni voz está con ellos como el aire en que viven.
No me importa la muerte si es justo mi combate.
Por el amor no por el odio he de sobrevivir.
Yo canto en las matanzas, yo bailo
junto al fuego, yo construyo
mi país con palabras.
Corazón del Perú (Omar Zilbert Salas)
Cayó un copito de nieve
sobre una flor carmesí
y se formó la bandera
de la patria en que nací.
Le di una gota de sangre
y un pensamiento de amor
y el corazón del Perú
floreció en mi bicolor.
Somos libres, seámoslo siempre. El general San Martín convocó a un concurso para componer el Himno Nacional de la futura República del Perú. El concurso lo ganó el músico mulato José Bernardo Alzedo, con la letra de un criollo iqueño José de la Torre Ugarte. Fue un verdadero hit.
Al Perú (Federico Barreto)
¡Patria del corazón! La suerte, un día,
te hundió en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces un león en la agonía.
Antes, cuando dichosa te veía,
fuiste por mí con entusiasmo amada,
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya... ¡te tengo idolatría!
¡Oh! ¡Quién pudiera, Patria, quién pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!
Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara, cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo!
Patria (Francisco Izquierdo Ríos)
Mi patria es muy grande
y de belleza sin par:
la forman la selva y el ande,
la costa y el mar.
Larga faja es la costa
(con valles, rocas, arenales,
ciudades y haciendas)... angostas
tierras bañadas por el mar.
La sierra es una tierra
de valles y montañas
con grandes pastizales;
con oro y plata, en sus entrañas,
y, en sus alturas, verdes trigales.
La selva, inmensa llanura
de árboles, sombras y luz solar.
Con sus ríos, lagos y espesuras,
es despensa de la humanidad.
Con islas, peces y aves guaneras,
otro reino opulento es el mar.
Por él, con nuestra bandera en alto
a otras tierras nuestros barcos van.
Fiestas Patrias 2022: los poemas más conmovedores para celebrar la Independencia del Perú
Mi patria y mi bandera (Federico Barreto)
Desde que vi la luz mi pecho anida
dos amores: mi patria y mi bandera.
Por mi patria, el Perú, ¡doy yo la vida!
Por mi bandera, el alma ¡el alma entera!
Yo quiero que mi patria bien querida
vuelva a ser en América lo que era,
y que mi enseña, blanca y encendida,
flote muy alto ¡sea la primera!
¡Mi patria! ¡Mi bandera! Desde niño
fueron mi encanto, fueron mi cariño.
Ni la sangre que deja horribles huellas
ni el lodo, que es baldón, caigan sobre ellas.
Hay que evitar la afrenta sobre todo.
¿Lodo? ¡Eso nunca! ¡Sangre antes que lodo!
Fiestas Patrias 2020. (Foto: Mercado Libre)
La bandera (Enrique López Albújar)
La bandera es palma heroica,
la bandera es arca santa
que en la mano de los pueblos
pone el Dios de las batallas.
Sol bendito que la noche
del destierro se levanta,
y nos trae en cada rayo
mil recuerdos de la patria.
Es la patria la bandera
en el campo de la batalla,
cuando avanza o retrocede
van tras ella las miradas,
¡Oh bandera! tú que has visto
nuestras glorias desgarradas
por el hosco formidable,
vendaval de la desgracia
vuelve a ser tú lo que has sido
el orgullo de la patria.
Poema (Anónimo)
Perú mi gran país
Tu independencia fue dura de lograr
Tu independencia me hacia muy feliz
Por eso, 200 años debemos celebrar.
Por los que lucharon y murieron
Por los que lucharon y vivieron
Hoy los recordamos en esta día
Nuestra independencia es el mejor regalo, es alegría.
Maestro cusqueño celebra a su modo las Fiestas Patrias.
Patria Pobre (Manuel Scorza)
Yo conocí en mi patria sólo rostros vacíos,
hombres de mirada prematuramente cana,
balnearios de hueso
donde antes de tiempo veraneaba la muerte.
Yo sólo recuerdo ojos en la niebla
Así era mi padre:
un hombre que miraba la lejanía
como si él mismo estuviera por venir;
así son los que en mí caminan cuando duermo,
así son los hombres, las cárceles, los pueblos.
Yo no conocía el rostro de mi patria.
Tuvo que caérseme el corazón a un pozo;
tuve que verla con su cartel de ciego en los suburbios,
tuve que oírla llorar de miedo en las prisiones,
para comprender que la patria
era quien me dolía bajo tanto dolor.
Porque no es cierto que en mi patria
crezca una flor de espuma inmóvil,
no es cierto que el crepúsculo
coma en la mano azul de las muchachas.
Yo sólo vi pueblos ojerosos,
sementeras de gritos,
gemidos tan grandes
que ni por las calles más largas podían pasar.
Yo no tengo tardes fulgurantes
ni muchachas risueñas de amor.
Yo apenas recuerdo un país tan pobre,
que ni en el ocaso da sombra.
Fiestas Patrias 2022: los poemas más conmovedores para celebrar la Independencia del Perú
Yo soy peruano (Víctor Álvarez)
¡Yo soy peruano!¡Viva mi patria!
Mi patria es bella
Como la estrella
matinal
¡No hay en el mundo
Suelo tan rico
Como mi suelo!
¡No hay bajo el cielo
Tierra mejor!
Y mi bandera
Que es roja y blanca
Con su belleza
Dice pureza,
Predica amor.
¡Viva mi patria!
Mi País (Winston Orillo)
En un libro de colores
me encontré con mi país:
era bello y noble y fuerte como el día al despertar.
Me encontré con sus montañas
y encale su azul altar,
y bogue yo en sus lagunas
de la mano de papa.
Me perdí yo entre sus bosques, camine por la ciudad,
y por todas partes todas
yo quería juguetear.
Mi país tiene la forma
que le da mi corazón
y todo esto yo lo digo
al cantarle esta canción.
Envío (León Chávez)
¡Salve, Perú, Patria mía
recibe este pobre verso;
si pudiera, el universo
a tus plantas lo pondría.
El bosque de los huesos (Luis Hernández)
Mi país no es Grecia,
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.
Quizá sea que ahora yo aborrezca
Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.
Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta
Como aquellos del amor y de la muerte.
Todo esto es mi país (Sebastián Salazar Bondy)
Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce;
mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial
de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de fieras,
de muchedumbres quejumbrosas y altas sobre heladas;
mi país es un corazón clavado a martillazos,
un bosque impenetrable donde la luz se precipita
desde las copas de los árboles y las montañas inertes;
mi país es una espuma, un aire, un torrente, un declive florido,
un jardín metálico, longevo, hirviente, que vibra
bajo soles eternos que densos nubarrones atormentan;
mi país es una fiesta de ebrios, un fragor de batalla, una guerra civil,
un silencioso páramo cuyos frutos son jugosos,
un banquete de hambres, un templo de ceremonias crueles,
un plato vacío tendido hacia la nada,
un parque con niños, con guitarras, con fuegos,
un crepúsculo infinito, una habitación abandonada, un angustiado grito,
un vado apacible en el cual se celebra la vida;
mi país es un sepulcro en medio de la primavera,
una extraña silueta que abruma con su brillo la soledad,
un anciano que camina lentamente, un ácido que horada los ojos,
un estrépito que apaga todas las músicas terrenales,
un alud de placeres, un relámpago destructor, un arrepentimiento sin culpa.
un sueño de oro, un despertar de cieno, una vigilia torva,
un día de pesar y otro de risa que la memoria confunde,
un tejido de lujo, una desnudez impúdica, una impaciente eternidad;
mi país es un recuerdo y una premonición, un pasado inexorable
y un porvenir de olas, resurrecciones, caídas y festines;
mi país es mi temor, tu ira, la voracidad de aquel,
la miseria del otro, la defección de muchos, la saciedad de unos cuantos,
las cadenas y la libertad, el horror y la esperanza, el infortunio y la victoria,
la sangre que fluye por las calles hasta chocar con el horizonte
y de ahí retorna como una resaca sin fin;
mi país es la mujer que amo y el amigo que abrazo tan sólo por amigo,
el extraño que te sorprende con su odio y el que te da la mano porque quiere;
mi país es la ventana a través de la cual miro la tarde,
la tarde que cae con sus ramos de melancolía en mi pecho,
y el agua matinal con que limpio mis pupilas de imágenes sucias,
el aire que respiro al salir de mi casa cada día,
y la gente que se precipita conmigo a los quehaceres sin sentido,
el trabajo, la fatiga, la enfermedad, la locura, el pensamiento,
la prisa, la desconfianza, el ocio, el café, los libros, las maldiciones;
mi país es la generosa mesa de mi casa y los rostros familiares
donde contemplo la marea incansable de mi dicha,
el cigarrillo que consumo como una fe que se renueva
y el perro cuya piel es cálida como su amistad; mi país son los mendigos y los ricos, el alcohol y la sed,
la aventura de existir y el orden en que elijo mis sacrificios;
mi país es cárcel, hospital, hotel, y almacén, hogar, arsenal;
mi país es hacienda, sembrío, cosecha;
mi país es escasez, sequía, inundación;
mi país es terremoto, lluvia, huracán;
mi país es vegetal, mineral, animal;
mi país es flexible, rígido, fluido:
mi país es líquido, sólido, inestable;
mi país es republicano, aristocrático, perpetuo;
mi país es una cuna, tumba, lecho nupcial;
mi país es indio, blanco, mestizo:
mi país es dorado, opaco, luminoso;
mi país es amable, hosco, indiferente;
mi país es azúcar, tungsteno, algodón;
mi país es plata, nieve, arena;
mi país es rudo, delicado, débil y vigoroso, angelical y demoníaco;
mi país es torpe y perfecto;
mi país es enorme y pequeño;
mi país es claro y oscuro;
mi país es cierto e ilusorio;
mi país es agresivo y pacífico;
mi país es campana,
mi país es torre,
mi país es isla,
mi país es arca,
mi país es luto,
mi país es escándalo,
mi país es desesperación,
es crisis, escuela, redención, ímpetu, crimen,
y lumbre, choque, cataclismo,
y llaga, renunciación, aurora,
y gloria, fracaso, olvido;
mi país es tuyo,
mi país es mío,
mi país es de todos,
mi país es de nadie, no nos pertenece, es nuestro, nos lo quitan,
tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho, clávatelo como un puñal,
que te devore, hazlo sufrir, castígalo y bésalo en la frente,
como a tu hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer,
porque mi país es,
simple, pura e infinitamente es,
y el amor canta y llora, ahora lo comprendo, cuando ha alcanzado lo imposible.
Fue domingo en las claras orejas de mi burro… (César Vallejo)
Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)
Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Tal de mi tierra veo los cerros retrasados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.
En su estatua, de espada,
Voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.
Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en Europa, y ¡cómo toso! ¡cómo vivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
Y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.
pabellón nacional. Desde el balcón de la antigua Casa Cabildo de Cusco, el general Agustín Gamarra flamea la bandera tras proclamar la independencia, en enero de 1825.
Telúrica y magnética (César Vallejo)
¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!
¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retomar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Atomo terso!
¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!
¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas in infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!
¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan!…
Perú (Enrique Horna)
Eres roca dura y ruda,
áspera y difícil,
blanca helada en tus alturas,
majestuoso guardián,
de hermosas lagunas,
amigas del cielo.
Eres una noche de profundo silencio,
eterno momento entre quebradas y cañones,
vuelo de tu cóndor,
misteriosa morada de tus apus.
Eres entre tus piedras milenarias,
un arrullador ruido del agua,
un puente unión de tu pasado orgulloso,
de tu sufrido presente y tu futuro esperanza.
Eres desafío entre tus caminos ,
aroma de verdes, misteriosa selva,
bravos ríos, sinfonía de cantos,
frescas brisas de mar,
antiguos pueblos en cálidos desiertos.
Eres calor del fogón,
leña cocida en una posada,
imaginación, cobijando amor humano,
descifrando la vida,
amagando la leyenda.
Eres aquel amanecer,
de pan caliente y aire purificador,
una tarde sembrada de flores,
generosas risas de cariño,
ofrecidas al curioso caminante.
Eres mujeres coraje,
madres vientre luz,
compañeras del hombre trabajo ,
en cuidad, mar y campo,
luchando cada reto.
Eres un arco iris cristalizado,
en un brillante mestizo,
buscando entre tus originalidades,
tu rojo y blanco unificante.
Eres un sol de increíbles colores,
de inmensos y bellos paisajes,
de mágicos sonidos,
de danzas apasionantes,
de sabores inolvidables.
Eres una mañana que abrazo,
apurado a mi nostalgia,
una traicionera angustia,
que aprieta mi alma.
Eres Perú infinito,
como el tiempo sin tiempo,
inolvidable origen de mi ser,
eres aquel sentir ausencia,
en este día que me marcho.
Puerto Supe (Blanca Varela)
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.
Patria tristísima (Manuel Scorza)
Ay, Perú, patria tristísima.
¿De dónde sacaron los poetas sus pájaros
(transparentes?
Yo sólo veo dolor,
yo, únicamente amargas cocinas,
yo, puramente platos vacíos,
a mí solamente sálenme espinas,
sálenme lobos del pecho abierto.
¿En dónde no estuvo la tiranía,
la frente arrasada, el pétalo impotente?
¡Hasta en las más dulces frutas
hallé carbones encendidos!
Ay, Perú, patria tristísima.
Si yo llamara al padre
y al padre padre hasta el padre más antiguo
para que me mostrara la dicha,
toda la felicidad que aquí sonó
cabría en un pañuelo.
Oyeme, patria:
yo como tú estoy hecho con el metal del humillado.
En las sierras se muerden la nieve
hombres amargos como yo;
en las aldeas tropiezan con su pecho
hombres heridos como yo;
en pueblos pálidos se buscan entre las cáscaras
desgraciados como yo.
¡Ah, qué tristeza!
Cuando yo era niño,
veía el crepúsculo agitar sus crueles alas
sin saber que buscaba mi boca para gemir,
pero fui llenándome de cuervos,
mi vida fue cubriéndose de dientes:
ahora soy el dolor de esta tierra quebrada.
No me traigan alondras, ni manzanas.
No se puede apagar con saliva mi pueblo ardiendo,
no se puede pegar con palomas mi patria rota,
ni América en pedazos, mi amor, mi agonía.
Sextina Ayacuchana (Mirko Lauer)
Tiempo duro cincel
Tallando sus formas entre las lajas:
Un mercader o un soldado son las piedras.
Y los años se anidan en los arcos
Como el ángel se atasca entre las torres
Y el demonio se posa entre las casas.
He despertado,
y todos los perros - mansos y bravos una larga noche-
mordieron y pelearon bajo mi ventana;
y he sido amenazado con viajes a países lejanos
más allá del regreso y aún más allá
del lugar somnoliento donde aún volvemos la cabeza
he sido cruelmente despertado, he sido herido malamente con
palabras.
y aún en la vigilia no he podido saberlo:
¿Era sueño esa pelea, eran de mis sueños
el pulso inquietante de la distancia,
la voz de la incertidumbre, el ángel de la neurosis y la desesperación?
¿O aquella gresca era un lío entre los hombres
y yo he perdido medio brazo en el campo de batalla?
He despertado
y visto rugosos y tensos a los ángeles y a los demonios,
de par en par abiertos cielo y purgatorio,
infierno de par en par con treintaitrés iglesias
limpias y deshabitadas.
Y solitariamente me he acercado a la ventana, medido mis opciones
/al milagro,
pero solo hay la centella naranja en que vivimos menos de cien años,
los tiempos demonios de la sangre,
(Han bebido demasiado
un vino muerte-en-vida Isolé cosecha 1541,
y han salido a carajearse a las calles con su gorro de felpa,
han perdido las riendas
mientras el sacerdocio está quieto
escuchando el mensaje y tejiendo una manta para las alimañas:
hay un alacrán sobre la piedra, una sirena en el muro,
un santo-en-hornacina:
San Sebastián, San Carlos o San Ignacio de Loyola
y un torbellino de polvo asfixiante sobre la Plaza de Armas.)
Tiempos duros, casas
Hechas con golpe, látigo y cincel,
Desde el feroz tatuaje de las torres
Sobre el poroso blanco de las lajas
Hasta las dulces curvas de los arcos.
Y ya sin paz ni calma ni silencio,
Ni descanso son las piedras.
He soñado con una limpia escalera de piedra,
con los molles de Huanta y aún más atrás
el río Mantaro tiene la vida larga y fría como una espada de hielo,
y aún más atrás
había un carnero de tres desordenados cuernos subiendo y bajando
la limpia escalera de piedra;
yo he visto a los muertos que me hablan y agitan la noche con su griterío:
«Hemos construido muros, afilado esferas,
sacado punta a los muros, colgado las esferas,
tomado las piedras y una sobre otra con la clara de unos
huevos;
pero el mar estaba a muchos días de camino,
y tuvimos que emigrar con el tiempo
o morirnos con él
entre muros oblicuos y grandes esferas de piedra»
Y yo estoy despierto y he visto a unos perros matarse bajo mi ventana,
he tenido miedo y no he encontrado en mi fuerza el cerrado misterio
/de la calma,
he cerrado los ojos;
pero he de saber ciertamente si es sueño, si es imaginación,
o si en efecto algo se ha perdido entre los truhanes de la villa.
Tiempos duros, piedras
Grabadas yacen entre las grandes casas
Mientras el diablo ondula entre los arcos
Como una sierpe. Y a cincel
Han sido aradas estas negras lajas.
Y un cuerno suena entre las altas torres,
y he sido amenazado
no sé si entre sueños o vivo
o si en esta casona bermeja que dice que no regresaré.
Pero he logrado acercarme a la ventana,
y he visto una mañana nueva y una calle desierta
con viento almacenado entre los muros, y en un jardín,
oculto,
junto a un querubín montado sobre un cisne sin cabeza,
he creído ver a alguien enamorando a un acólito, he creído ver,
he creído ver ...
Y entonces ábranse, dije
de par en par las puertas del averno,
en vano es volar tan alto entre los hilos de la noche,
en paz con el demonio hay dulce trigo flotando verde bajo los olivos,
y quiero ver ese fuego,
esa rama de molle incendiando la tarde con sus pepitas rojas.
Pues vano es volar entre las negras torres:
La muerte puede más entre las piedras,
El tiempo es la viruela de las lajas,
¡Ah! perder el tiempo entre las nobles casas,
Dejar la vida quieta, y a purísimo cincel
Soltar la mano entre los grandes arcos.
Para luego despertar y tener que secarme la risa de los ojos
(dicen que el sueño de un loco es alegre y festivo como los bailes de marzo).
oír una historia macabra sobre las afueras
(unos curtidores malignos
y 18000 perros sueltos cavando una tumba entre los huesos).
Y el diablo vive entre los muchos arcos:
Los mercaderes han construido torres.
Los artistas dejado su cincel
Junto a sus obras; y las muchas piedras
Serán por siempre adorno de las casas:
El diablo mora entre las bellas lajas
He soñado
con terribles noticias sobre los barcos hundidos y extrañas correrías
de hombres sin patria que murieron como perros entre las montañas
y el frío nocturno trajo unos cantos
monótonos avanzando como el viento entre los pastizales;
y no hubo lluvia por tres años,
y las cruces se doblaban hacia el suelo sobre las colinas
y yo estaba presente,
pero silencioso y parado frente a una ventana
con perros abajo saltando y mordiéndose los rostros y los corazones.
!Ay!
todo ha sido soñado y todo ha sido visto: las plazas
perfectamente irregulares,
las tejas unas sobre otras montadas como tortugas enmohecidas,
con pan de oro y granito
(no hay fantasmas ni gloriosos vestigios de martirio,
aquello que se siente ululando es el peso de la historia
cargando contra un templo de piedra reblandecida por el moho).
Y ángel con diablo lustran estas lajas,
Nobles querubines de flexionados arcos,
El íncubo y el súcubo en las casas,
Demonios lanzallamas en las torres,
Un virrey invertido entre las piedras,
Y a cincel
sera deshecho este antiguo reino
Y tengo que saber,
¿Han ladrado en la noche cien perros buscándose la muerte?
¡Se acerca la violencia o la violencia ha sido?
tengo que saber,
para mandar las cenizas de Enero volando hacia las puertas del infierno
y pedir mis disculpas,
o tímidamente acercarme a los míos y decirles al oído:
los perros han ladrado, la realidad y el sueño están por empezar.
Y tengo que saber...
A nuestro padre creador Túpac Amaru (José María Arguedas)
Tupac Amaru, hijo del Dios Serpiente; hecho con la nieve del Salqantay; tu
sombra llega al profundo corazón como la sombra del dios montaña, sin
cesar y sin límites.
Tus ojos de serpiente dios que brillaban como el cristalino de todas las
águilas, pudieron ver el porvenir, pudieron ver lejos. Aquí estoy, fortalecido
por tu sangre, no muerto, gritando todavía.
Estoy gritando, soy tu pueblo; tú hiciste de nuevo mi alma; mis lágrimas las
hiciste de nuevo; mi herida ordenaste que no se cerrara, que doliera cada vez
más. Desde el día en que tú hablaste, desde el tiempo en que luchaste con el
acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste a la
cara; desde cuando tu hirviente sangre se derramó sobre la hirviente tierra,
en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay
sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos.
Está cantando el río,
está llorando la calandria,
está dando vueltas el viento;
día y noche la paja de la estepa vibra;
nuestro río sagrado está bramando;
en las crestas de nuestros Wamanis montañas,
en su dientes, la nieve gotea y brilla.
¿En dónde estás desde que te mataron por nosotros?
Padre nuestro, escucha atentamente la voz de nuestros ríos; escucha a los
temibles árboles de la gran selva; el canto endemoniado, blanquísimo del mar;
escúchalos, padre mío, Serpiente Dios. ¡Estamos vivos; todavía somos! Del
movimiento de los ríos y las piedras, de la danza de árboles y montañas, de
su movimiento, bebemos sangre poderosa, cada vez más fuerte. ¡Nos
estamos levantando, por tu casa, recordando tu nombre y tu muerte!
En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando los niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos, los hombres
están llorando, más tristes, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre, Serpiente Dios, más
herido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escucha la vibración de mi cuerpo! Escucha el frío de mi sangre, su temblor
helado.
Escucha sobre el árbol de lambras el canto de la paloma abandonada,
nunca amada;
el llanto dulce de los no caudalosos ríos, de los manantiales que suavemente
brotan al mundo.
¡Somos aún, vivimos!
De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta
para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre,
hermano nuestro, mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de
pólvora de los señores, a las balas y la metralla, ya no le tememos tanto.
¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que
devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas
selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras
nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.
Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:
las balas están matando,
las ametralladoras están reventando las venas,
los sables de hierro están cortando carne humana;
los caballos, son sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza,
mi estómago están reventando,
aquí y en todas parte;
sobre el lomo helado de las colinas de Cerro de Pasco,
en las llanuras frías, en los caldeados valles de la costa,
sobre la gran yerba viva, entre los desiertos.
Padrecito mío, Dios Serpiente, tu rostro era como el gran cielo, óyeme: ahora
el corazón de los señores es más espantosos, más sucio, inspira más odio.
Han corrompido a nuestros propios hermanos, les han volteado el corazón y,
con ellos, armados de armas que el propio demonio de los demonios no podría inventar y fabricar, nos matan. ¡Y sin embargo, hay una gran luz en
nuestras vidas! ¡Estamos brillando! Hemos bajados a las ciudades de los
señores. Desde allí te hablo.
Hemos bajado como las interminables filas de hormigas de la gran selva.
Aquí estamos, contigo, jefe amado, inolvidable, eterno Amaru.
Nos arrebataron nuestras tierras. Nuestras ovejitas se alimentan con las
hojas secas que el viento arrastra, que ni el viento quiere; nuestra única vaca
lame agonizando la poca sal de la tierra. Serpiente Dios, padre nuestro: en tu
tiempo éramos aún dueños, comuneros. Ahora, como perro que huye de la
muerte, corremos hacia los valles calientes. Nos hemos extendido en miles
de pueblos ajenos, aves despavoridas.
Escucha, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o
quemantes que los falsos wiraqochas nos quitaron, hemos huido y nos
hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Hay quienes se aferran
a sus tierras amenazadas y pequeñas. Ellos se han quedado arriba, en sus
querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no
tememos a la muerte. Nuestras vidas son más frías, duelen más que la
muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la cárcel, el sufrimiento inacabable,
la muerte, nos han fortalecido, como a ti, hermano mayor, como a tu cuerpo y
tu espíritu. ¿Hasta donde nos ha de empujar esta nueva vida? La fuerza que
la muerte fermenta y cría en el hombre ¿no puede hacer que el hombre
revuelva el mundo, que lo sacuda?
Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wiraqochas. En la
Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi fuerza, con mi
sangre, cantando, edifiqué una casa. El río de mi pueblo, su sombra, su gran
cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodeándolo, están, están
palpitando dentro de esa casa; un picaflor dorado juega en el aire, sobre el
techo.
Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo.
Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no
extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el
poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos
envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta
cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lágrimas, amor o fuego.
¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos
hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos
apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como
a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que
entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz,
donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega
jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu
nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y
alumbra todo el espíritu y el camino.
Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien ¡alzándome!
Canto;
mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la máquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de wiraqochas te hablan y te
escuchan
como el guerrero maestro, fuego
puro que enardece, iluminando.
Viene la aurora.
Me cuentan que en otros pueblos
los hombre azotados, los que sufrían,
son ahora águilas, cóndores de
inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.
Llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y soñaste.
Odiaremos más que cuanto tú odiaste;
amaremos más de lo que tú amaste,
con amor de paloma encantada, de calandria.
Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo
que tú no pudiste lo haremos nosotros.
Al helado lago que duerme, al negro precipicio, a la mosca azulada que ve y
anuncia la muerte a la luna, las estrellas y la tierra, el suave y poderoso
corazón del hombre; a todo ser viviente y no viviente, que está en el mundo,
en el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena,
haremos que se regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre mío. La
santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada
por el rayo de pólvora. El mundo será el hombre, el hombre el mundo, todo a
tu medida.
Baja a la tierra, Serpiente Dios, infúndeme tu aliento; pon tus manos sobre la
tela imperceptible que cubre el corazón. Dame tu fuerza, padre amado.
Túpac Amaru II fue el primer caudillo inca en exigir la liberación de todos los pueblos. Foto: difusión