Me he enterado de que andan diciendo a mis espaldas que soy políticamente correcta. Toda mi vida me habían llamado lo contrario con vocecita burlona: “Ahí va la políticamente incorrecta de Gabi Wiener”. En una sola semana además de invertirme me pasaron varias cosas: un amigo que hizo un chiste de maricones me reprendió: “No pues, Gabi, ¿tú también con lo políticamente correcto?” Un tipo al que le señalé su machismo crónico me increpó indignado: “¿Quién te crees, la comisaria de la moral?”. Durante el partido un tipo llamó a Messi “retrasado” y alguien dijo: “Cuidado, que está Gabi”. Risitas mientras yo gritaba: “¡capacitista!”. Otro amigo me dijo: “Mira que no soporto la corrección política pero me gustó tu artículo”. También leí en un post que cierta escritora sí que era buena porque no iba haciendo soflamas, porque “no caía en la dictadura de lo políticamente correcto”. Pero, ¿qué está pasando? Los neomachistas que se respetan no te llaman feminazi, te llaman “políticamente correcta”. Queda mucho más inteligente e ingenioso, da likes cultos. Además hasta parece que no estuvieran hablando de ti sino de no sé, cosas importantes como la libertad de expresión. Quedas como Dios ante tus amigotes si lo dices, si no te has enterado te lo recomiendo. El “políticamente correcta” es el nuevo “malcachada”. Ha superado en eficacia al más clásico “histérica”. Al final siempre se trata de la misma criatura que tiene el clítoris girándole como loco y por eso anda por la vida con sus arrobas, sus “e” neutras y sus “x” inclusivas, recordándoles cosas que no quieren recordar, cuestionándoles cosas que no quieren que se les cuestionen. Qué fácil es ser políticamente incorrecto cuando no se te está oprimiendo por nada. Esta semana la imagen de una mujer arrastrada por la calle y otra mujer casi desfigurada por sus parejas nos puso más políticamente insurrectas que nunca. ¿Y tú?, ¿todavía con los chistes de maricones y putas, retrasado?