
La Agenda de Lima se levanta como un símbolo de resistencia y esperanza en un contexto de retrocesos en los derechos de las personas LGBTIQ+ en todo el mundo. Más de 120 liderazgos de América Latina y el Caribe se han reunido en la capital peruana para construir colectivamente esta hoja de ruta regional. Este documento no solo reunirá propuestas legislativas, ejecutivas y judiciales, sino que será un grito político para exigir la plena inclusión y representación de las diversidades en todos los espacios de poder. En un momento histórico donde muchos gobiernos refuerzan discursos de odio, esta agenda surge como una respuesta concreta, colectiva y profundamente necesaria para defender la democracia con igualdad y diversidad.
Desde la memoria y la lucha, voces como la de Carla Antonelli, senadora española y activista trans, nos recuerdan que los derechos conquistados han costado vidas, exilios y valentía. “Yo vengo de un país donde ser trans era un delito, donde nos encarcelaban por existir”, comparte. Hoy, con 66 años, reafirma que no han llegado hasta aquí para retroceder, sino para seguir avanzando. Su presencia en el VII Encuentro de Liderazgos Políticos LGBTIQ+ es un testimonio vivo de que la lucha transciende fronteras y generaciones. Porque esta agenda, según señala, no es solo un documento: es la voz de quienes han sido silenciados, la historia de quienes resistieron y la promesa de que nadie será excluido del futuro que todas, todos y todes merecen.
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Uno de los principales desafíos que enfrenta hoy la comunidad LGBTIQ+ es la involución de derechos, incluso en países donde ya se habían logrado avances significativos. Aunque la lucha por la plena igualdad continúa, como el acceso al matrimonio igualitario o al reconocimiento de la identidad de género en algunos países, preocupa profundamente una involución global. Solo en Estados Unidos, desde 2017, se han presentado más de 3.000 iniciativas anti-LGBTIQ+, con más de 300 aprobadas, en su mayoría dirigidas contra personas trans. Este tipo de normativas busca excluirnos de espacios como el deporte, negar documentación oficial y restringir nuestras libertades, como también ocurre actualmente en Perú.
Esta regresión no es exclusiva de América. En el Reino Unido, por ejemplo, grupos minoritarios pero muy ruidosos han logrado que el Tribunal Superior de Justicia elimine un concepto... mujeres somos todas, y esto ha generado un efecto dominó de discriminación. Todo esto obedece a los tiempos que estamos viviendo. Lo que antes era impensable, hoy se dice con total impunidad. Las personas trans estamos siendo expulsadas de múltiples ámbitos sociales: el deporte, el empleo e incluso la representación en campañas publicitarias, como el caso reciente de una conocida marca de ropa. Todo esto forma parte de una estrategia sistemática para borrar a las personas trans del tejido social, disfrazada de debate, pero que en realidad es una grave violación a los derechos humanos.
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Para enfrentar los desafíos que atraviesa hoy en día la comunidad LGBTIQ+, una de las herramientas más poderosas es la visibilidad acompañada de información veraz. La desinformación ha sido clave en la construcción de narrativas de odio, por eso la presencia activa en todos los espacios, políticos, educativos, sociales, es esencial. Participar en congresos, senados, instituciones y medios permite contrarrestar el discurso que pretende excluirnos y despojarnos de derechos. En este sentido, encuentros como el de liderazgos políticos LGBTIQ+ en Lima son fundamentales para articular una agenda global de resistencia, acción y protección, que unifique estrategias frente a los ataques sistemáticos que vivimos en distintas regiones del mundo.
Además, es crucial ejercer el derecho a la defensa propia. Durante décadas, se ha decidido sobre nuestras vidas sin que nuestras voces estuvieran presentes. Hoy es momento de ocupar esos espacios históricamente negados y resistir desde la unidad. La narrativa que intenta criminalizar a las personas trans, exagerando casos aislados para justificar discursos de odio, no es nueva: es una vieja táctica del patriarcado y la misoginia para frenar luchas por la igualdad. La respuesta debe ser clara: organización, conciencia y lucha colectiva. Porque, como se afirma en estos encuentros, juntas y juntos somos poderosos e invencibles, y tenemos la razón y la verdad de nuestro lado.
Sí, existe cierta defensa de la comunidad LGBTIQ+ en los espacios políticos, pero está lejos de ser plena o estable. Aunque algunos partidos y líderes siguen defendiendo los derechos del colectivo, muchos espacios políticos han cedido terreno frente a discursos de odio y posturas trans excluyentes. Un ejemplo claro fue el debate en torno a la Ley Integral Trans en España, donde incluso partidos históricamente progresistas mostraron fisuras. Esto evidencia que la defensa de los derechos LGBTIQ+ no es un compromiso garantizado, sino una batalla constante que exige coherencia, valentía y principios firmes por parte de quienes ocupan cargos públicos.
Por otro lado, la situación internacional muestra señales preocupantes. En lugares como el Reino Unido y Estados Unidos, sectores políticos que antes parecían aliados han retrocedido o se han mantenido en silencio frente a ataques directos a personas trans. Hoy, muchas personas del colectivo buscan refugio en otros países debido a leyes y discursos que atentan contra su existencia. Esto demuestra que, aunque aún hay defensores dentro de la política, la comunidad LGBTIQ+ enfrenta un contexto global hostil que requiere organización, visibilidad y acción política conjunta para frenar los retrocesos y proteger lo ya conquistado.
La brecha entre las luchas de la comunidad LGBTIQ+ en Europa y América Latina no radica tanto en los objetivos, sino en los matices y formas de organización. En ambos contextos se enfrenta una avanzada conservadora que busca recortar derechos, pero la manera de articular las respuestas varía. En Europa, especialmente tras la crisis económica de 2007, emergieron discursos de odio disfrazados de populismo, que aprovecharon el descontento social para atacar a las minorías. Ese fenómeno permitió que resurgieran ideologías extremas que, aunque siempre estuvieron presentes, esperaban el momento oportuno para volver a la escena pública. Esta estrategia se basa en generar división, señalar culpables y romper los principios de convivencia democrática.
En América Latina, aunque se comparten muchas de estas amenazas, hay una fuerte potencia en la unión y resistencia comunitaria, que se ve reflejada en espacios como estos encuentros regionales. La lucha se vuelve especialmente urgente ante contextos más frágiles institucionalmente, donde los avances pueden ser más fácilmente revertidos. Por eso, la clave —tanto en Europa como aquí— es fortalecer la unidad y la organización colectiva. Quienes están en contra de los derechos de la comunidad se coordinan, se reúnen, se organizan. Por lo tanto, la respuesta debe ser igual de articulada y sólida. La historia demuestra que las sociedades inclusivas prosperan, mientras que la persecución de la diferencia lleva siempre a épocas oscuras.
Tras la presentación de la agenda regional, los próximos pasos clave para asegurar su implementación y seguimiento efectivo comienzan con el establecimiento de un seguimiento constante de los acuerdos alcanzados. No basta con definir líneas de acción; es fundamental evaluar que estas se traduzcan en políticas concretas en cada país, estado o comunidad. Además, es vital que estos acuerdos se adapten a las realidades locales y puedan ser puestos en práctica por quienes participan activamente en las luchas.
Igualmente importante será construir una red regional sólida de colectivos, activistas y representantes políticos comprometidos con esta agenda. Esta red permitirá compartir experiencias, estrategias y herramientas, facilitando una acción coordinada y más potente frente a los desafíos comunes. Y, sobre todo, se busca ocupar todos los espacios sociales e institucionales, desde las escuelas hasta los parlamentos, para garantizar que las decisiones que afectan a la comunidad no se sigan tomando sin su participación directa. Solo así se podrá ejercer plenamente el derecho a la defensa propia y avanzar hacia una igualdad real.
Es fundamental poner especial atención a las zonas rurales de Perú y de América Latina, donde la comunidad LGBTIQ+ continúa enfrentando invisibilidad y falta de apoyo. En estos contextos, la pedagogía se convierte en una herramienta clave: educar, sensibilizar y generar conciencia son acciones poderosas para romper con los prejuicios y garantizar derechos. Sin embargo, justamente por su potencial transformador, la educación es lo primero que muchos sectores intentan eliminar o restringir a la comunidad, como ocurrió en Madrid al desmantelarse partes de las leyes trans y LGBTIQ+ en el año 2016, especialmente la que incluía contenidos educativos.
La formación en diversidad sexual y de género debe llegar a todos los rincones, especialmente a los más aislados, porque el desconocimiento alimenta el estigma. Como bien se dice: “Pueblo chico, infierno grande”, y aunque no todos los contextos rurales son hostiles, es evidente que sin información ni visibilidad, muchas personas viven sus identidades en soledad o miedo. Es necesario rescatar también las raíces culturales prehispánicas, donde existía mayor respeto por la diversidad, y contrarrestar siglos de imposición judeocristiana que estigmatizó estas realidades. La clave está en acercarse con respeto, compromiso y formación constante.
Me quedo con el lema de estos encuentros: “Juntas y poderosas”. Es una frase que resume la fuerza colectiva que tenemos como comunidad. Estamos del lado de la razón, de la justicia y de la dignidad. Y por eso, aunque hoy enfrentemos retrocesos, discriminación o violencia, sabemos que la historia siempre termina dando la razón a quienes luchan por la igualdad.
Todas las batallas que intentaron borrar o someter a sectores enteros de la sociedad han fracasado. Puede tomar tiempo, pero siempre llega el día en que la verdad prevalece. Así como hoy miramos con horror a quienes en el pasado defendieron la esclavitud o el racismo más brutal, también llegará el momento en que se recuerde a quienes hoy nos niegan derechos con la misma vergüenza histórica. Por eso, seguimos adelante, con firmeza y unidad. Porque juntas, juntos, juntes… somos invencibles.

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