
Jesse Katayama llegó al Perú en marzo de 2020 con un boleto reservado para cumplir uno de sus sueños más grandes: conocer Machu Picchu. Sin embargo, el avance acelerado de la pandemia de COVID-19 obligó al Gobierno a decretar el cierre total del país, incluyendo el ingreso a sitios turísticos como la ciudadela inca. Con tan solo 26 años, este joven instructor de boxeo japonés quedó varado en el pueblo de Aguas Calientes, a pocos kilómetros de su meta.
Lo que parecía una visita rápida se convirtió en una estancia prolongada de siete meses, en un pueblo que antes recibía más de 4.000 turistas al día, y que entonces lucía casi desierto. Su historia rápidamente se volvió viral, y diversos medios nacionales e internacionales la difundieron, captando la atención de autoridades y curiosos.
A pesar de las dificultades, Jesse no se rindió. Alquiló un pequeño departamento en Aguas Calientes y trató de adaptarse como un vecino más. Pasaba los días practicando yoga, enseñando boxeo a niños de la zona y explorando los alrededores del pueblo. En uno de sus paseos llegó hasta la cima del cerro Putucusi, desde donde pudo divisar a lo lejos Machu Picchu, aún inaccesible.
La espera se volvió cada vez más dura: la pandemia no daba tregua, sus ahorros se agotaban y las fronteras seguían cerradas. Con el paso del tiempo, sus esperanzas de cumplir el sueño comenzaban a desvanecerse, pero su carisma y espíritu positivo no pasaron desapercibidos.
Gracias a su actitud perseverante, Jesse se ganó el cariño de la comunidad local y su caso llegó a los oídos de las autoridades. Finalmente, en octubre de 2020, el Ministerio de Cultura le otorgó un permiso especial para ingresar solo a Machu Picchu, convirtiéndose en el primer turista en visitar la ciudadela tras su cierre por la pandemia.
La imagen de Jesse en solitario, acompañado apenas por dos fotógrafos, recorrió el mundo como un símbolo de esperanza y perseverancia. Su publicación en redes sociales agradeciendo al pueblo peruano y a las autoridades fue replicada por medios globales, y lo convirtió en una especie de leyenda moderna del turismo.
Jesse Katayama se casa en una ceremonia simbólica en Machu Picchu. Foto: @jessekatayama
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Cinco años después de esa experiencia única, Jesse volvió al lugar que lo acogió con tanta generosidad. En una ceremonia simbólica celebrada en Machu Picchu, se unió en matrimonio con su pareja, en un evento emotivo y cargado de simbolismo. Ella lucía un vestido blanco con corona de flores y él, una camisa clara con tirantes y corbata michi. Funcionarios locales y algunos testigos formaron parte del evento.
Aunque el matrimonio no tiene validez legal en Perú por tratarse de ciudadanos extranjeros, la municipalidad les entregó un acta conmemorativa y una escultura de piedra con la figura de un inca como recuerdo. El matrimonio fue mucho más que una celebración romántica. Representó un cierre de ciclo para Jesse, quien eligió regresar al lugar donde su historia conmovió al mundo. El pueblo de Aguas Calientes, que lo acogió durante una crisis global, volvió a ser testigo de un momento inolvidable en su vida.

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