Cruzar la frontera terrestre entre Tacna y Arica, fue para Maribel lo más arriesgado que ha hecho en su vida. Mientras caminaba por la pampas, en completa oscuridad, solo pensaba en sus hijos, llevaba dos años sin verlos desde que se fue a Chile a trabajar.
Maribel es madre soltera y laboraba como vendedora ambulante en Tacna. Decidió dejar sus niños al cuidado de sus padres y buscar trabajo en Santiago a inicios de marzo del 2020. Semanas después de llegar a la capital chilena se cerraron las fronteras terrestres por la pandemia.
En enero de este año, con los ahorros que logró después de trabajar como vendedora, niñera, limpiando y cocinando; compró un pasaje de avión hacia Arica. Su plan era cruzar hacia Tacna, evadiendo los controles y quizá, si tenía suerte, retornar con sus hijos a Chile.
Maribel explica que dejar Chile legalmente, en el actual contexto de pandemia, pondría en riesgo la vigencia de su visa de trabajo que había logrado tras un año y medio de trámites. Su meta es lograr la residencia y luego movilizarse entre Chile y Perú por las vías legales, sin temor. “En Arica una mujer me cobró 115 soles por llevarme a la frontera. Fue de noche, e iba junto a una venezolana que volvía al Perú. Usamos la ruta de las vías del tren. Me dijeron que camináramos por las vías y que luego por el celular nos enviarían la foto de una construcción abandonada, la cual si veíamos, significaba que estábamos cerca al hito 11″, relata Maribel.
La mujer cumplió con el trato pero antes de llegar a ese hito, Maribel y su compañera debieron echarse varias veces al suelo, esconderse detrás de los montículos de arena cada vez que pasaba una patrulla de carabineros (policía chilena). En territorio peruano hay mayor planicie y menos partes empinadas, por lo cual una patrulla peruana la encontró fácilmente.
“Los policías nos revisaron nuestras mochilas, nuestros celulares, por separado a cada una. A mí un agente, a ella otro. Luego la venezolana se me acercó y me preguntó si yo tenía dinero, le di cuatro mil pesos que llevaba. Ella retornó con el policía que estaba revisando sus cosas, yo seguía del otro lado de la camioneta. Después de unos minutos nos dejaron ir “, cuenta.
Llegó cerca de las once de la noche a la altura del control fronterizo Santa Rosa. Su papá la esperaba con un taxi para llevarla a la ciudad. Su celular tenía señal y había logrado comunicarse con él. Por fin pudo ver a sus hijos, abrazarlos y estar con ellos poco más de una semana.
No podía llevarlos a Chile porque el padre de los niños no autoriza la vacunación contra la Covid-19 de los menores y se niega a darle una carta notarial donde la autorizaría a sacarlos del país. Aunque él no cumple con la pensión, la ley peruana protege sus derechos a decidir como padre si los niños viajan o no al extranjero.
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Maribel se despidió de sus hijos entre lágrimas prometiéndoles que se los llevaría la próxima vez que se vieran. Para volver a Chile contactó a un “coyote” en Tacna que le cobró 350 soles para llevarla a la frontera. Viajó de noche en una minivan, con siete personas más, eran peruanos y una mujer boliviana que llevaba un bebé de 4 meses.
El retorno fue más difícil. El vehículo iba con las luces apagadas y el chofer prometió dejarlos lo más cerca posible del límite, pero en el camino varias veces advirtieron una patrulla peruana, que también iba con luces apagadas. Maribel cuenta que estuvieron más de una hora tratando de acercarse a la frontera pero el patrullaje era fuerte.
El chofer estaba a punto de rendirse pero dijo que por el bebé lo intentaría una vez más y les dejaría lo más cerca posible. Fue entonces que los llevó hasta el cauce de un río. Maribel recuerda que el chofer les dijo que caminaran desde allí y les advirtió que la zona antes estuvo minada.
Fue entonces que tuvo temor. Era caminar de nuevo en la oscuridad pero temía que fuera encontrada por los carabineros, si eso ocurría sería expulsada de Chile y todos sus esfuerzos por forjar una estabilidad en Chile para ella y sus hijos, habrían sido en vano. Empezó a orar, todos oraban cuando caminaban.
Con el pasar de las horas, a las tres de la madrugada por fin el grupo llegó a un punto donde dos vehículos con las luces apagadas los esperaban. Esos autos fueron contratados por el coyote que contactó Maribel en Tacna.
“Nunca más quiero cruzar la frontera así. Me quedé traumada con el retorno, el carro escondiéndose de la Policía Peruana por horas y luego debíamos escondernos de los carabineros. Es mucho riesgo, nunca sabes que te pueda pasar. Ante de viajar leí en las noticias en Arica que hallaron en la frontera (chilena) una dominicana muerta ahí en la pampa.”, confiesa Maribel.
Desde la quincena de febrero Chile ha militarizado sus fronteras con Tacna y Bolivia por una crisis migratoria. Se ha redoblado la vigilancia para detectar migrantes que tratan de ingresar a su territorio por pasos no habilitados, como lo hizo Maribel.
Ella afirma que sí hay oportunidades de trabajo en Chile y las remuneraciones son casi el doble que en Perú, eso sí, el costo de vida es más alto y es difícil hallar estabilidad laboral. Ella por suerte consiguió un contrato y con eso tramitó su visa de trabajo.