“Nadie quiere ver sufrir a un ser querido” (Roberto Bolaño), mucho menos morir. La pandemia adelantó la partida de miles de peruanos y el sufrimiento de sus familias. Muchas perdieron a un padre o madre, hijo, tío, sobrino o amigo. Por eso la conmemoración a todos los difuntos por el Día de Todos los Santos iba a ser más sentida por la tragedia. Sin embargo, no se puede visitar los panteones de la ciudad de Arequipa para evitar que los contagios nuevamente se disparen. A esas familias solo les queda recordar. De esa privación, nace este breve homenaje, un pequeño puñado de historias en esa gran avalancha de muerte que terminó afectando a todos.
*El albañil de sueños - Juan Visa Ayma (66 años)
Juan Visa Ayma quería construir una casa inmensa para que las familias de sus hijos estuvieran junto a él. Foto: Cortesía
Tan apegado era a los suyos que quería construir una casa inmensa para que las familias de sus hijos estuvieran junto a él. Juan Visa Ayma iba a poner sus dotes de albañil para cumplir ese sueño, pero ese anhelo se postergó por su repentina partida. Desperdigaba alegría: se divertía como niño grande cuando disputaba partidos de fútbol con la mayoría de sus 7 hijos. El paso de los años no amilanaba su gusto e ímpetu de patear el balón. También retó al cuerpo: pocos pasaron los 60 como él para seguir levantado muros o techando hogares. Tan bueno era en el oficio, relata su hijo José, que no solo se hizo conocido por la ciudad, sino que era muy querido. José lo califica como un hombre fuerte hasta en los peores momentos. “Voy a salir de esto”, fue una de sus últimas frases. Siempre que los hijos de Juan suben a la azotea de la casa, lo recuerdan. Momentos alegres quedaron marcados en la mesa de billar en la que tanto se divirtieron.
*La bailarina leona - Aida Quispe Apaza (60)
Aida Quispe Apaza fue comerciante de la plataforma Andrés Avelino Cáceres por más de 20 años. Foto: Cortesía
Si estuviera aún aquí, Aida Quispe Apaza de seguro estaría bailando. Cada vez que llegaba noviembre viajaba desde Arequipa hasta su pueblito natal Jacha Jaá, en Huancané, Puno, para celebrar su aniversario danzando. Tal era su afición por la “Morenada” o “Diablada” que contagió a sus siete hijos el amor por la música folklórica. Le encantaba lucir polleras, mantas y el sombrero de su traje de luces. Ese mismo empeño por el arte también lo aplicó en el trabajo. Fue comerciante de la plataforma Andrés Avelino Cáceres por más de 20 años. Con el negocio pudo sacar adelante a toda su familia, luego que su esposo falleciera. “Toda una leona”, la describe su hija Leila. Ella recuerda las grandes comidas que preparaba. “Cocinaba harto y se sentaba al fondo de la sala para disfrutar ver jugar a los nietos. Era muy querendona, una mamá gallina”, cuenta. Algo que no olvidarán los hijos de Aida es ese sencillo consejo: “Sean felices”.
* La microempresaria entusiasta - Alida Luisa Conchacalle Huanco (42)
Alida Luisa Conchacalle Huanco, microempresaria se dedicó a la confección y al alquiler y venta de disfraces. Foto: Cortesía
Nadie de los que la conocieron podrá olvidar a Alida Conchacalle porque era una experta en levantar el ánimo. “Tenemos que seguir adelante”, era su frase emblema, recuerda su esposo Alex. Alida fue una microempresaria dedicada a la confección y al alquiler y venta de disfraces. Eje central de la familia por su positivismo. No por nada bautizó a su negocio “Fantasías y Alegrías: Sol and Nic”, en homenaje también a sus dos queridas hijas. Cuando llegaba a su puesto y veía que sus compañeras de alquiler de disfraces estaban tristes, se encargaba de contagiar su alegría. De todo lo que vivió con ella, Alex nunca olvidará el cumpleaños sorpresa que le celebró. “Me sorprendió totalmente. Me recibió sonriente con los brazos abiertos y con los que más quiero”, rememora. Alida se unió a Alex en el 2004, en una ceremonia civil y religiosa que no olvidarán. La mayor de sus hijas le envió un regalo al cielo: ingresó a la universidad.
* La “Gordita hermosa” - Emilia Gallegos de Salce (79 años)
Emilia Gallegos de Salce administraba junto a su esposo un negocio de venta de madera. Foto: Cortesía
La señora Emilia era la que ponía orden. No solo en casa, sino también en el negocio de venta de maderas con que sacó adelante a toda su familia. Si su esposo, Andrés Salce, era la visión de la empresa, ella se encargaba de la parte administrativa y que todo estuviera al día. “Eran todo un equipo”, describe su hija Sonia. Emilia y Andrés llegaron en los sesenta desde Sicuani (Cusco) a Arequipa para poder salir adelante. Allí tuvieron cinco hijos y fundaron el aserradero. “Emilia era una mujer bastante preocupada de que sus hijos logren sus objetivos”, la recuerda el señor Andrés. Era extraño que en un fin de semana no salgan en familia, o al campo o a compartir en un restaurante. En casa disfrutaba escuchando esos huaynos cusqueños antiguos que marcaron su juventud. En las reuniones no le escapaba al baile, sobre todo si sonaba Los Errantes de Chuquibamba. Todos los suyos la extrañan, como Sonia que la abrazaba y le decía “Gordita hermosa”.
*'El Tocho', arquero amoroso - Augusto Delgado Bustamante (76)
Augusto Delgado Bustamante tenía al fútbol como una de sus aficiones. Foto: Cortesía
El señor Augusto no le temía a trabajo alguno con tal de sacar adelante a sus seis hijos. Vendió papa rellena luego de que la fábrica en la que trabajaba arreglando máquinas quebrara. Tan amoroso podía ser con sus hijos de pequeños que salía a buscar carrizos por la campiña arequipeña para confeccionar cometas para que ellos se divirtieran. O prepararles él mismo y en casa maní acaramelado. Una de sus aficiones fue el fútbol. Este deporte lo cultivó hasta los 68 años. Sus compañeros de juego lo recuerdan mucho por su paso en la portería del Deportivo Antiquilla, un equipo del distrito de Yanahuara. Cariñosamente en las canchas le llamaban ‘El Tocho’. Otra de sus preferencias era el nado. Su hija Alexandra recuerda que se asustaba de niña, con 4 a 5 años, cuando el señor Augusto se sumergía por varios segundos en el agua. “Participaba en competencias y ganaba medallas”, recuerda.