Con el pasar de los años, se contará que, en un país llamado Perú, hubo hombres que se convirtieron en ángeles. Se dirá que fueron tres los más conocidos por aquellos días de la pandemia y que su mejor acción fue inyectarles oxígeno a quienes eran atacados por el Covid-19.
Pero eso se contará años después porque hace unas horas, en una mañana de domingo más fría que de costumbre, ha fallecido uno de ellos. Mario David Romero Pérez, el ‘Ángel del Oxígeno de San Juan de Miraflores’, fiel devoto del Señor Cautivo de Ayabaca, padre de cuatro hijos y compañero de viajes de Emma Quinde Castillo, ha partido al cielo.
Sus últimos minutos los vivió dentro de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Guillermo Kaelin, de Villa María del Triunfo, donde batalló contra el maldito virus al que tantas víctimas le quitó con sus nobles acciones estando en vida.
Su deceso ha sorprendido a un pueblo que siente que ha perdido a un ser querido y solo entonces vuelve a hablarse de las injusticias que ocurren en la vida. “Se van los más buenos y se quedan los que más daño hacen”, dicen las calles, las casas.
Días antes de su muerte, la salud del ‘Ángel del Oxígeno de San Juan de Miraflores’ había presentado mejorías. Pero solo fue una buena noticia pasajera. El virus es traicionero y él no pudo con todo eso. Una pena para un país hambriento de héroes.
A sus 62 años, Mario Romero no quiso ser un empresario carroñero más y actuó con humanidad cuando decidió vender los balones de oxígeno medicinal a un precio justo (15 soles el metro cúbico). Fue en ese momento -tras seguirle los pasos a Luis Barsallo y Hugo Valdivia, los otros ‘Ángeles del Oxígeno’- que la gente llegó a su local de la cuadra seis de la avenida Defensores de Lima tan solo por un soplo de vida para sus familiares.
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El oxígeno a precio justo. Eso es lo que ofreció Mario Romero al pueblo y eso es lo que ha pedido a sus cuatro hijos que sigan haciendo. “Intenta ayudar a la gente. No se olviden de ellos”, cuenta que le dijo su padre a Mykol Romero, quien se hará cargo de la empresa OxiRomero Group. El local seguirá funcionando en memoria de su padre.
Es un orgullo, para otro familiar, que tras sus acciones -en medio de la especulación del mercado- el Gobierno haya declarado al gas como bien de interés público y haya corregido la ley que exigía una pureza del 99% del oxígeno medicinal bajándolo al 93%. Eso le dio un respiro a su labor diaria.
En una foto de su perfil de Facebook, del 30 de agosto del 2016, Mario Romero posa serio sobre un yate y en el fondo aparece el mar azul. En uno de los comentarios, su hijo Erick, quien es médico y labora en Huaraz, le dice: “Visionario”. En otro, su hija Anamaría bromea con él y le dice: “De nada, papá”. Estas escenas muestran al ángel en su faceta de padre. En otras imágenes de la misma red social, él aparece junto a su esposa y su hijo Steven. Todos ríen.
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Sus sobrinos recuerdan que así era Mario Romero. “Será recordado por su alegría en las reuniones familiares, su espíritu emprendedor, entusiasta y su devoción al Señor Cautivo de Ayabaca al que solía visitar cada vez que podía viajar hasta Piura”, cuenta Nelson Peñaherrera Castillo.
“Fuiste como un padre para mí, tío, muchas gracias por todos tus consejos, por las sabias palabras que me decías y por toda esa energía positiva que transmitías”, dice Sadith Granda.
Ella recuerda cuando Mario Romero cantaba ‘El triunfador’, del grupo Los Iracundos, como adelantándose a estos tiempos.
“Sin duda fuiste un triunfador, tío Mario, un gran ejemplo a seguir”, se despide Sadith. Así su historia se contará en un futuro.
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