Luego de dos días de incertidumbre, el presidente Pedro Castillo finalmente respondió a la solicitud de renuncia de Aníbal Torres, reafirmándolo como primer ministro de su Gobierno y, además, aprovechó la oportunidad para realizar cambios en seis carteras de su gabinete. Las designaciones levantaron diversas críticas no solo por parte de la ciudadanía, sino también del Congreso, ya que estos cambios incluían el retorno de Betssy Chávez al Ejecutivo, el ingreso de Miguel Rodríguez Mckay como canciller, entre otros.
Ante este escenario, es importante cuestionarse los motivos del presidente para tomar tales decisiones y qué le depara a su Gobierno tras reafirmar a Torres como titular de la PCM. En ese sentido, el politólogo Anthony Medina, director de la escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Católica Santa María de Arequipa, señaló que estas acciones se han tomado para “medir la temperatura de la popularidad que puede seguir manteniendo Aníbal y seguir al mando de la PCM por los próximos meses”.
Según Medina, que Torres “haya puesto su cargo a disposición” no es algo normal. “Cuando un ministro quiere renunciar, este renuncia directamente, no dice pongo ‘mi cargo a disposición’, sino que de frente indica: renuncio al cargo por x razón. (...) El presidente necesita también una persona que le sirva como fuerza de que choque frente a ciertas actitudes que ha tenido el Congreso, como la última, que ha sido la de negarle el viaje a Colombia, que es algo que incluso los propios detractores de Pedro Castillo han dicho que es un error”, precisó.
Esta ausencia de un titular de la PCM que no tenga las competencias necesarias es señalada también por el politólogo y sociólogo David Sulmont, quien precisa que la permanencia de Torres corresponde más a un sentido de carencia de personal de confianza en el Gobierno del presidente.
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“El hecho de que no haya podido encontrar a un reemplazo para Aníbal Torres también es indicativo de que no hay mucha gente con peso propio dispuesta a jugársela por este Gobierno. (...) Es un gabinete que no refleja para nada, ni nos trae ninguna novedad. Más bien, profundiza las tendencias que estamos viendo en este Gobierno”, señaló el experto.
Sin embargo, para Sulmont, la permanencia en el cargo de Torres y los cambios ministeriales no generan diferencia alguna en la manera en que se ha venido desarrollando la gestión del presidente. “La relación entre el presidente y el Legislativo es una relación tensa. La negativa a darle el permiso para viajar a Colombia muestra que va a ser un Congreso que no va a colaborar con el Gobierno, tampoco se sabe en qué quisiera el Gobierno que el Congreso colabore, porque no está claro a dónde Castillo quiere enrumbar el país”, precisó el experto.
Otro de los temas que ambos especialistas advierten es una suerte de encrucijada política en la que ninguno de los poderes del Estado desea cambiar su situación, la cual puede ser el resultado de una búsqueda por mantener el poder, como también una intención de favorecer a sus propios fines.
“Muy poco se ve desde el Congreso una intención de empujar hacia una salida a este marasmo político que estamos viviendo, lo que prima ahí es un instinto de supervivencia de la mayoría de congresistas. Ya saben que una salida que pase por una renuncia o una vacancia implica de todas maneras un adelanto de elecciones generales, entonces no quieren perder el único poder político que van a tener en estos años, que es estar en Congreso. (...) Van a primar intereses particulares y se van a forjar alianzas en torno a algunas agendas conservadoras. Ya lo hemos visto antes con el fujimorismo y Perú Libre”, precisó Sulmont, quien resalta como ejemplo la presentación de un ministro de Relaciones Exteriores más cercano a la oposición que al Gobierno.
Pero, si no existen intenciones de vacancia ni de cierre del Congreso, ¿por qué aún persisten este tipo de discursos en ambos poderes?
Anthony Medina precisa que este hecho corresponde más que nada a un tipo de discurso usual en la política que sirve para medir la capacidad de negociación entre ambas fuerzas.
“Cuando los políticos hacen declaraciones, siempre juegan a dos cañones; eso de la escopeta de dos cañones decían que aplicaba para el APRA, pero en realidad aplica para todo el mundo. Con una mano te peleas y con la otra negocias. Lady Camones, por un lado, dice que apoyará a una agenda de consenso y luego dice que va a apoyar una vacancia. Naturalmente, están pulseando a nivel de declaraciones hasta dónde pueden llegar los otros, cuáles son sus capacidades; y si se tiene un Congreso beligerante, no se va a poner la otra mejilla”, explicó el politólogo.
Medina coincide con Sulmont en que “ni Castillo quiere cerrar el Congreso, y tampoco el Congreso quiere vacar a Castillo”. Mientras tanto, el Perú se queda en una situación de incertidumbre constante que no puede cambiar hasta que, ya sea de un lado de la cuerda o de otro, se intente hacer un movimiento que propicie un encauce político con miras a un futuro próspero en el país.
Para Sulmont, existen muy pocas posibilidades de cambiar la situación, las cuales tienen que ver con que se mantenga la esperanza de que el cambio provenga del mismo presidente. “Castillo se tendría que dar cuenta de que su Gobierno es inviable, acaba de terminar su primer año, son cuatro años más de lo mismo, para un país que no está llegando a ningún lado. Esto puede ser complicado porque, si se da cualquier crisis o conflicto social del Gobierno, no va a tener la fuerza para enfrentar eso”, explicó para este medio.
Medina agrega que, “en tanto sigan tensando la cuerda, van a terminar por romperla, por uno o por otro lado. Estamos entrando en un juego de declaraciones, que yo creo que es bastante peligroso en un segundo año de Gobierno. Es decir, ¿hasta cuándo se podrá mantener este equilibrio? No lo sabemos”.
Ni un poder ni el otro están dispuestos a ceder. Foto: composición La República
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La tercera opción es definida por Sulmont como un largo y complicado camino, pero que, después de todo, surge como una vía ante este panorama. Se refiere a la recolección de firmas para la ejecución de un referéndum para un adelanto de elecciones.
“Esto de todas maneras es una salida que por lo menos tomará un año, pues consta de la recolección de las firmas, la obtención de 66 votos en el Congreso para ello y la votación del referéndum”, indica, para luego agregar una última posible salida.
“La otra cosa es que llegue algún momento de la opinión pública frente a un escándalo que genere una movilización de la ciudadanía que fuerce alguna de estas salidas (o la vacancia o la disolución), eso se ha dado en el pasado. Sin embargo, ahora el fuerte descontento de la ciudadanía no se refleja en las movilizaciones que motiven un cambio de actores en el Gobierno o en cuanto a Parlamento”, concluye el especialista.