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Política

Hernán Chaparro: “Después de todos estos meses, seguir echándole la culpa a Pedro Castillo no se justifica”

El investigador y docente de la Universidad de Lima habla sobre la crisis económica, política y social que se ha agudizado en los últimos meses, desde el periodo de recesión económico por el que atraviesa el país hasta el estado de emergencia que el Gobierno ha declarado en algunos distritos y que parece no tener efectividad.

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Crisis. Chaparro dice que la propuesta de Otárola de economía y estabilidad no ha funcionado. Foto: composiciónLR

Son momentos bastante complicados para el Gobierno de Dina Boluarte. Hay una economía en problemas, un clima de inseguridad que no da tregua, denuncias que comprometen al gabinete, incluido el propio primer ministro, Alberto Otárola. En esta entrevista, el investigador y docente Hernán Chaparro reflexiona sobre la situación.

—El problema de inseguridad ciudadana no cede a pesar de los estados de emergencia; el ministro de Economía, Alex Contreras, admitió públicamente que el Perú se encuentra en recesión; el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, enfrenta denuncias. ¿Cómo evalúa el actual momento del Gobierno?

—Es un momento crítico. Otárola —porque en realidad es el Gobierno de él— se vendió al Congreso y al sector empresarial como el mal menor que garantizaba estabilidad y, en consecuencia, cierta reactivación económica…

Una con otra era la ecuación.

—Así es. Era un plan mínimo que apostaba para que esta paradoja peruana de mantener separadas a la economía y a la política se mantenga.

—Las cuerdas separadas.

—Correcto. Y Otárola ha hecho todo lo posible por mantener ese discurso. Ha buscado fortalecer políticamente a la presidenta Dina Boluarte. Imagino que este paseo a Roma, al Vaticano, que fue un fracaso, debe ser parte de la consultoría que se le pagó a un grupo norteamericano para tratar de levantar su imagen.

—¿Buscando ganar cierta legitimidad fuera del Perú?

—Y también dentro. El punto es que este plan mínimo de mantener las cuerdas separadas no ha funcionado. En seguridad ciudadana la cosa es un desastre. El llamado ‘Plan Boluarte’, que ahora se ve que fue más como una inspiración de momento frente al ‘Plan Bukele’, ha quedado en solamente palabras. Siguen la violencia y los asaltos. Y por el lado político, no habrá marchas, pero hay una tensión muy fuerte en el sur. Y en términos económicos, que es lo que le interesa a todo el mundo, tampoco la situación está funcionando.

—Recuerdo que varios analistas decían que, en algún momento, el tema de la economía y la inseguridad terminarían por pasarle la cuenta a un Gobierno precario, debilitado. ¿Eso es lo que ha terminado ocurriendo?

—Eso es lo que varios decíamos: con este clima de inestabilidad política, ¿qué clima de inversión puede haber? Por eso, se proponía un adelanto de elecciones, a pesar de que eso también suponía un riesgo. Pero, ¿qué es lo que tenemos ahora? Por ejemplo, a un Congreso que sabe que tiene el poder en sus manos y que canaliza intereses de grupo y personales de todo tipo, copando instituciones y perforando a la democracia.

—Lo de las nuevas elecciones ya ni se discute a estas alturas. El tema pasó al olvido.

—El fujimorismo y aliados saben que convocar a un adelanto de elecciones ahora no les asegura quién saldrá.

—¿Podría ser más adelante entonces?

—Cuando ya estén seguros de controlar lo más que puedan, probablemente aceleren el cambio. El problema que tienen es que su socio, el premier Otárola, no les está dando la talla y les viene generando mucho ruido, cuando todavía no terminan su operativo. Analistas económicos totalmente alejados de la izquierda y de lo que llaman ‘caviarismo’ ya dicen que el 2024 estará muy malo. Esto, repito, es lo que muchos decíamos que iba a pasar.

—Y está pasando.

—Tal cual. Podría plantearse un cambio de gabinete, pero tendrían que empezar a rascar la olla. Primero, hay una imagen muy deteriorada. Es decir, ¿quién querría asumir ese pasivo político? Segundo, el tema es que, si bien hay que lograr una mejor inversión pública, lo que hay que hacer es retomar la privada.

—¿Y con la inseguridad jurídica eso es complicado? Pienso en lo que se quiere hacer contra la Junta Nacional de Justicia (JNJ).

—Seguridad jurídica y política. En todo caso, Otárola ha demostrado que tiene reflejos y la conferencia del Consejo de Ministros del lunes me sonó a un manejo de la minicrisis que se armó con las declaraciones del ministro de Economía cuando habló de la recesión. Lo que se ve es que al Congreso le basta Otárola. Si la economía se cae, al parecer, a los congresistas no les preocupa mucho. Los que sí andan preocupados son los inversionistas porque existen infinidad de proyectos paralizados. Es la mezcla de toda la vida: corrupción, mala gestión y funcionarios temerosos de que les caigan juicios. Un Estado tan caótico es complicado. Y, la verdad, ya hay que parar la mano de echarle la culpa a Pedro Castillo y qué sé yo. Después de todos estos meses que han estado, seguir echándole la culpa a Castillo…

—¿Carece de sentido?

—No se justifica.

—¿La relación entre el Ejecutivo y el Congreso podría empezar a quebrarse?

—Bueno, ya empezó. En sus primeras declaraciones como congresista, Fernando Rospigliosi dijo que este Gobierno está en nada. Es alguien a quien Keiko Fujimori escucha. Y ella misma ha salido a tratar de marcar algunos niveles de distancia. El punto está en que como las personas están decepcionadas de lo político en general —y creo que en particular los jóvenes—, se preguntan para qué van a salir a protestar. Ese no salir tiene que ver con la falta de alguien que aglutine, que congregue, que proponga una cierta idea de que se puede canalizar algo de manera colectiva. La otra vez vi a Martín Vizcarra, alguien sobre quien existen denuncias y cuestionamientos públicos, y, sin embargo, tiene la capacidad política de confrontar públicamente a Keiko Fujimori y a César Acuña para que salgan a decir si están de acuerdo o no con la desactivación de la actual JNJ. Mantiene reflejos políticos, salió a decir algo que nadie más ha dicho. Entonces, hay una precariedad tal que entre todos se miran de costado.