Ayer, Raida Cóndor se levantó muy temprano, se alistó, se vistió toda de negro y cogió la foto de su amado Armando, el hijo que hace 31 años fue sacado de la Universidad La Cantuta, ejecutado y desaparecido por el Grupo Colina. Sentía una mezcla de sensaciones porque al fin recibiría parte de sus restos para poder velarlo y darle un entierro digno.
Junto a su esposo y su hija Carmen llegaron a las 8 de la mañana a las instalaciones del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, ubicado en el jirón Raimondi. Allí se encontraron con los familiares de otros cuatro estudiantes, también víctimas del destacamento militar: Bertila Lozano, Dora Oyague, Felipe Flores y Marcelino Rosales.
“Hubo una mezcla de sentimientos. Por un lado sientes dolor, pero por otro sientes consuelo porque al final has podido recuperar siquiera una parte de ellos”, señala Carmen Amaro, quien lleva años buscando a Armando Amaro junto a su madre. “Uno quería estar con vida para por lo menos darle una sepultura con dignidad, de acuerdo a nuestras creencias”, añade.
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Explica que solo ha recuperado pequeños trozos de huesos que fueron exhumados en diferentes momentos en las fosas de Cieneguilla y en Huachipa, donde el 18 de julio de 1992 efectivos del Ejército asesinaron y enterraron a los 9 estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta. Hasta el momento, solo se han identificado a seis de ellos.
“Fue bastante emotivo cuando nos entregaron los restos, que eran fragmentos de huesos. En el caso de mi hermano, es un pedazo del codo de aproximadamente dos centímetros. Es una situación tan dolorosa, sobre todo para mis padres, que necesitaban este proceso de duelo”, expresa Carmen.
Tras la diligencia de restitución, llevaron los restos a la iglesia La Recoleta, de donde partirán hoy hacia el cementerio El Ángel, donde recibirán cristiana sepultura.
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Juntos. Se identificaron los restos de cinco estudiantes. Foto: Antonio Melgarejo/La República
“Los vamos a despedir con el arte de sikuri que tanto amó. Hoy lloramos de dolor, pero también de alegría, porque tenemos a Armando con nosotros. Ahora le podemos decir que vuele alto, que lo amamos y nunca dejamos de buscarlo”, refiere entre lágrimas.
La emoción también albergaba a los demás familiares, quienes han pasado más de tres décadas buscándolos. Como Carmen Oyague, tía de Dora Oyague, a quien crio como su hija. Sus restos formaron parte de las muestras que en 1993 envió el Ministerio Público a Inglaterra para ser sometidas a pruebas de ADN, las que, sin embargo, no se realizaron. Tras ser ubicadas por APRODEH y REDRESS, este año fueron repatriadas e identificadas en el Laboratorio Forense de Ayacucho.
La Dirección de Búsqueda de Personas Desaparecidas entregó las urnas, coordinó el velatorio y la construcción de nichos para los que se entierren en regiones, además, se encargó del alojamiento, alimentación y traslado de familiares que llegan del interior del país. Asimismo, el Comité Internacional de la Cruz Roja se ha sumado con los pasajes aéreos y terrestres de los familiares, quienes se han movilizado hacia Lima.
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La abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH) Gloria Cano señala que aún está pendiente la diligencia de continuación de búsqueda de restos en Cieneguilla, donde el año pasado se hallaron los restos de Armado Amaro. Indica que inicialmente se iba a realizar en setiembre, pero el Ministerio Público aún no aprueba el presupuesto.