Los dueños del poder necesitan que tengamos miedo para emascularnos a todo color en un contrato público. El miedo nos paraliza. El miedo es la razón de nuestras ropas, antes pieles, antes pelaje. El miedo es la punta de nuestras armas , cada vez más letales. Por Ybrahim Luna (*) El miedo es lo cada mandatario anhela. El miedo es lo que los empresarios difunden a través de la prensa. El miedo es el mejor aliado de la estupidez, su combustible favorito. El miedo a verse mal es la Biblia de la moda. El miedo a ser un monstruo es la delicia de los cirujanos de Azángaro y los proveedores de aceite de avión. El miedo a tener un miembro pequeño es la génesis de los psicólogos. Todo miedo o terror viene mayoritariamente de los noticieros y va hacia ellos, de frente o transmitidos por incesantes cortinas de humo. El miedo es el eje motor de la humanidad. Los miedos pueden más que las certezas y las estrenadas valentías. Los temores a no encajar son más fuertes que la identidad. Y si no fuese por los miedos, hasta podríamos ser mejores personas. El miedo debe ser inoculado como vacunas infantiles, en pequeñas dosis, para acostumbrarnos progresivamente. Debemos temerle a las arañas, a los ruidos, al profesor, al director, a los compañeros, a los padres, a las madres, a no tener la cuota mensual, a apellidarse diferente, a no tener las zapatillas nuevas, a no poder hablar en público, a no responder el clase de matemática o geografía. Miedo a tener un rojo en la libreta, un once en la palmeta, un año repetido en la reputación. Miedo al futuro inmediato. Miedo a no ser querido, miedo a ser rechazado por la mujer más linda y la más fea, miedo a ser deformes en la adolescencia, al acné, a la soledad de un libro. Miedo al alcohol y al tabaco, miedo a no encajar en la tribu, a tener mal aliento, a perder el cabello prematuramente, a no ser popular, a perder la razón. Miedo a no encontrar trabajo, miedo a perder el trabajo. Miedo a comprometerse, miedo a luchar en vano, miedo a la impotencia, miedo a la rebeldía, miedo a los hijos. Miedo de los que son igual a mí, miedo de la inseguridad ciudadana, miedo de la Bolsa de Valores, de los outsider, del cambio y el reclamo justo, de la igualdad, de la libertad, de la panza, de los triglicéridos, de la pensión y los recibos. Miedo de que los hijos vayan por el camino incorrecto, miedo de que la mujer con la que uno se casa termine odiándonos a muerte por su propia vejez, miedo de a atravesar otra crisis de edad, miedo de perder las pocas concesiones que le robamos a la criollada, miedo de dejar de ser un derechista o izquierdista asolapado, miedo de los secuestros al paso, miedo de que tu barrio no tenga rejas, miedo de esos comunistas que quieren igualdad, miedo de los caviares, miedo de las ONGs, etc. Miedo a la muerte, miedo a perder la herencia, miedo a la calavera, miedo de todos los Velascos y Morales Bermúdez, miedo de Dios y del Diablo, miedo a la última soledad, miedo al más allá y a la reencarnación animal, miedo a que nuestros nietos nazcan con nuestros mismos miedos. Miedo del miedo, porque sin el miedo correríamos el terrible riesgo de ser nosotros mismos, seres humanos. ………………….. (*) Colaborador y escritor de "Criador de pilotos" en poesía; y "De corresponsal a cómplice" de cuentos. Encuentra su columna Hotel de Paso, todos los jueves en La República.pe.