Por Nicolás Lynch El lanzamiento de Mercedes Aráoz como candidata presidencial del Apra confirma la vocación de tugurio que tiene la derecha peruana. De los cinco candidatos que cuentan en el partidor electoral, cuatro son muy similares: Castañeda, Keiko, Toledo y ahora Aráoz. Todos quieren continuar con las consecuencias del golpe del 5 de abril: la Constitución írrita de 1993 y el programa económico neoliberal. El único que plantea una opción alternativa: Ollanta Humala, corre solo en el espacio de la izquierda, el pueblo y la reivindicación nacional. A simple vista la candidatura de Aráoz parece un despropósito, no porque signifique traicionar el legado histórico del Apra, ya mil veces traicionado, sino porque se agrega a un espacio que está super lleno, en términos urbanísticos, tugurizado. ¿Qué explica entonces esta candidatura? La ambición de García por el 2016, que necesita un candidato sin la fuerza suficiente para ganar pero, cree él, con la capacidad de jalar su locomotora parlamentaria para lograr una bancada apreciable que los proteja de posibles acusaciones hasta la fecha acariciada. Hay que recordar que García viene de perder en términos electorales. Perdió con la tacha de Alex Kouri y luego con la pésima performance de Lourdes Flores. Hoy quiere recobrar un rol protagónico como el gran elector de la derecha con la candidatura de Aráoz. No está de más decir que no deja de tener la característica de globo de ensayo. El Apra ya tiene experiencia pasada y reciente al respecto; si no pega la retiran y la señora Aráoz tendrá que irse a llorar a su casa. El primer operativo alanista con el paquete de candidatos neoliberales ha sido blanquearlos. El escenario para el caso fue el evento supuestamente anticorrupción que organizó la Contraloría la semana pasada. ¡Qué vergüenza! Poner a hablar de combate a la corrupción a Keiko Fujimori, quien tiene graves acusaciones y una linda saga al respecto. No se diga de Luis Castañeda, que sigue sin responder sobre los nubarrones que pesan en su contra, y de la propia Aráoz, miembro del gabinete del faenón, que no renunció para salvar alguna responsabilidad. Después de estas invitaciones, el contralor va a parecer un cómico de plazuela cuando hable de lucha anticorrupción. Bien ha hecho Humala en distinguirse de este grupo y señalar así que es otro el camino del combate a esa lacra que nos inunda. No nos engañemos: los intercambiables Castañeda, Keiko, Toledo y Aráoz representan los mismos intereses y van a hacer, por más que se vistan de seda, casi las mismas cosas en perjuicio del Perú. www.nicolaslynch.com