Por Salomón Lerner Miles de ciudadanos el 28 de mayo salieron a las calles y plazas públicas del país para mostrar su indignación ante la fraudulenta re-reelección del ciudadano peruano- japonés Alberto Fujimori. Allí se comprometieron a cumplir lo que para muchos era una utopía y para otros una idiotez, canalizar a millones de peruanos a marchar hacia el centro del poder político del país, a Lima, para mostrar al mundo que la mayoría rechazábamos la dictadura, la corrupción, la soplonería, la extorsión, las torturas, la destrucción de la industria nacional, la entrega de nuestra dignidad. En reuniones político-sociales donde participaban candidatos que hoy se declaran demócratas, se mofaban, se burlaban y se atrevían a decir que quienes movilizaban y dirigían estos movimientos eran unos neoterroristas, resentidos sociales que traían sólo la inestabilidad al país. Con esfuerzo y dedicación miles de dirigentes sindicales especialmente de construcción civil, salud, maestros, universitarios, voluntarios de los coordinadores de derechos humanos, líderes de frentes regionales, representantes de la mayoría de colegios profesionales, líderes de agrupaciones políticas salían a cometer una tarea educativa día a día, de perder el miedo, de recuperar la dignidad, de tratar de recuperar la libertad conculcada por la corrupción de miembros del gobierno de Montesinos-Fujimori. Otros frentes que se abrieron fueron el del periodismo nacional y extranjero y el del apoyo moral y otros que se recibieron de países amigos, sobre todo de algunos más lejanos del continente europeo. Ello dio ánimos a quienes habían emprendido la tarea de llegar el 27 de julio al Paseo de la República a decir: ¡BASTA a los aduladores de los dictadores narcotraficantes que nos expusieron frente al mundo! ¡Basta a quienes nos faltaron el respeto que los peruanos merecemos! ¡Basta a los sacrificios de hambre y miseria que el pueblo soporta desde muchas décadas con las promesas de quienes gobernaban, ya sea los populistas o los neoliberales de los recientes años! Despreciaron la sabiduría, la fuerza, la dignidad de un pueblo que hizo caer al más despiadado dictador narcotraficante que el continente latinoamericano haya conocido en los últimos años. Es momento también de hacer notar que una potencia hegemónica como los Estados Unidos de Norteamérica reconozca que prevalecieron más los intereses económicos que los principios morales y democráticos por el apoyo que dieron al régimen fenecido; que la lección de nuestro pueblo les sirva a quienes no supieron evaluar que al final del camino la voz del pueblo es la voz de la democracia. Amigos, hay muchas lecciones más de la Marcha de los Cuatro Suyos, hay que ser generoso con los que expusieron su vida y su tiempo, un homenaje desde estas líneas y en representación a él, a todos los periodistas e intelectuales del país, me refiero a: Gustavo Gorriti, a dirigentes que a pesar de haber estado postrado y enfermo trabajó indesmayablemente como Javier Diez Canseco, los dirigentes trabajadores de la CGTP que con sus marchas diarias alentaron a los peruanos a seguir luchando, a Víctor Delfín, César Rodríguez y Sofìa Macher en representación de Sociedades Civiles, a los dirigentes de las Federaciones Universitarias, con su ejemplo: Manos Limpias, al terco Alejandro Toledo, muchas gracias por devolvernos la ilusión de vivir en una democracia con justicia y libertad.