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Política

Alejandro Toledo y una de sus mentiras que desencadenó una revolución

Crónica. El ahora encarcelado expresidente firmó un acta, en el año 2001, para no privatizar las empresas públicas. Al año siguiente, ya en el cargo, desconoció su palabra. La historia, la recuerda Luis Saraya López. Terminó mal, con protestas sociales que hicieron caer su primer gabinete, hubo dos jóvenes muertos y una veintena de heridos.

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Junio de revoluciones. Arequipa salió a las calles no solo a defender la intangibilidad de las empresas públicas, también a exigir la palabra empeñada. Foto: La República. | La República

En la memoria de Luis Saraya López está vivo el recuerdo de cuando Alejandro Toledo Manrique cerró su campaña electoral rumbo a la presidencia en suelo arequipeño. Era el 15 de mayo del año 2001. "En la plaza de armas, gritó a los cuatro vientos que él prometía a Arequipa, no privatizar las empresas eléctricas Egasa y Egesur", rememora.

Saraya era secretario de la Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa (FDTA) y dirigente del Frente Amplio Cívico de Arequipa. Asistió a escuchar el mitin de Toledo. Impresionado por la promesa del entonces candidato presidencial, decidió acercarse a él e invitarlo para el día siguiente al local de la FDTA. Toledo aceptó.

El acta de compromiso

Esa misma noche, el dirigente llamó a su asesor Hugo Rosas para pedirle que prepare un acta en el que se plasme la promesa de Toledo. Al día siguiente, el líder de Perú Posible asistió a la FDTA. Frente a los trabajadores y los medios de comunicación, repitió su promesa sobre Egasa y Egesur.

Luis Saraya decidió sacar el acta que la noche anterior se había redactado y le pidió a Toledo que estampe su firma, con lo cual su promesa quedaría sellada para siempre.

Testimonio. Luis Saraya publicó un libro sobre arequipazo. Foto: La República.

El dirigente dice que Toledo se quedó atónito, miró a sus asesores y el acta pasó por las manos de todos ellos, hasta que lo leyó Eliane Karp, su esposa. Ella asintió y así Toledo anunció que iba a firmar.

Hay fotografías de ese momento. Una de ellas está plasmada en el libro 'La gesta de junio. Testimonio de lucha', que Saraya escribió. En la imagen aparece Alejandro Toledo junto al dirigente, en plena firma del acta que más adelante se atrevería a desconocer. El suceso ocurrió a las 9.45 de la mañana del 16 de mayo del 2001.

Toledo llegó a la presidencia. A los ocho meses, lanza el programa de privatizaciones de empresas eléctricas. Estaba incluida Egasa de Arequipa y Egesur de Tacna. El mandatario traicionaba lo firmado en campaña. Se trataba de rematar, dice Saraya, a precio subvaluado las empresas eléctricas de Arequipa bajo un cronograma establecido, cuyo tope era el 30 de abril del 2002.

Así se comenzaron a gestar las protestas. El pueblo lo sintió como una puñalada por la espalda. Toledo, ahora preso en Barbadillo, tras haber sido extraditado, no honraba su compromiso de la no privatización.

La firma. Toledo estampa su rúbrica que no supo honrar. Foto: La República.

Las manifestaciones comenzaron en febrero del 2002 con un primer paro. El diálogo con el entonces ministro Carlos Bruce no rindió frutos. El segundo paro ocurrió el 21 de marzo, luego le siguió el paro macrorregional del 16 y 17 de abril. Posteriormen te, el 24 de abril un total de 160 personas, incluido el dirigente, emprendieron la denominada marcha del Collasuyo hacia Lima para exigir al mandatario cumpla su palabra. Tuvieron apoyo de la Confederación General de Trabajadores del Perú, la CUT y algunos congresistas como Arturo Valderrama. El presidente no quería retroceder.

Sabiendo de su presencia en Lima, Toledo invitó a los dirigentes a palacio de gobierno. Saraya había llevado el acta que meses antes, el mandatario firmó. La hizo imprimir a gran tamaño y cuanto lo tuvo enfrente, la sacó y le reclamó por el compromiso que ahora incumplía. "Usted nos firmó", le dijo.

Sorprendentemente, Toledo desconoció el acta y se marchó de palacio. Lo dejó a Carlos Bruce, como responsable de la reunión. El reclamo continuó, pero ya sin mayor resultado.

Arequipazo

El 3 de mayo del 2002, la protesta escala a otro nivel. Los dirigentes Gerónimo López Sevillano (Construcción Civil), Luis Vilca Pachao (Sutep), David Gonzáles (Sutep), Jaime Quito (Juventud Socialista), Luis Maquera (Aupa) y Gladys Salas (trabajadora edil) ingresan a huelga de hambre.

El 12 de junio se unen a esta medida los alcaldes distritales, encabezados por Simón Balbuena Marroquín, quien presidía la asociación de alcaldes distritales y el alcalde de Arequipa, Juan Manuel Guillén Benavides.

El 14 de junio fue el día crucial. La huelga se agudizó con la noticia de que la empresa Tractebel había concretado la compra de Egasa y Egesur. Saraya recuerda que Toledo, lejos de arrepentirse, dijo que no iba a caer en el populismo, continuaría con las privatizaciones, "a pesar de aquellos que pretenden alborotar el gallinero".

"Era una noticia fatal para el pueblo de Arequipa, se consumó la prepotencia de Toledo, le daba una puñalada al pueblo", dice el dirigente.

Con esta transacción, la protesta se extendió en las calles se escuchaba "Arequipa, revolución", "Arequipa no se vende, Arequipa se defiende".

Días antes, la Corte Superior de Justicia de Arequipa había emitido un fallo a raíz de una demanda interpuesta por Juan Manuel Guillén. Ordenaba al gobierno, detener el proceso de privatización.

Pese a ello, la venta se había concretado. La población se concentró en la plaza de armas, se bloquearon los accesos de muchas calles, el tránsito vehicular se interrumpió por completo. El grupo de manifestantes había subido a la Corte Superior de Justicia a mostrar respaldo al juez que dictó la medida para detener la privatización.

La situación en las calles estaba desbordada, se produjeron enfrentamientos con la Policía. Hubo destrucción de varios locales de entidades públicas y se registró una veintena de heridos. Al día siguiente, 15 de junio, la violencia continúa e incluso hubo un intento de toma de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Arequipa.

Para Saraya, lo que encendió aún más la pradera fueron las declaraciones del entonces ministro del Interior, Fernando Rospigliosi. "Nos trataba de terroristas, muertos de hambre", dice.

Arequipa fue declarada en estado de emergencia, pero las protestas continuaban. Se ideó la acción de los cacerolazos, a raíz de lo que ya había pasado en Argentina, Chile y Paraguay. En Arequipa ya estaban los agentes de la Dinoes para reprimir a los manifestantes a punta de bombas lacrimógenas. El cacerolazo tuvo amplio respaldo, el dirigente dice que escuchar el ruido era ensordecedor. "Era un concierto, era algo maravilloso". No solo era el ruido de las ollas que golpeaban los ciudadanos en los distritos. En el centro, los manifestantes habían cogido los adoquines de las barricadas que se formaron y golpeaban los tanques del Ejército.

Lo peor llegó cuando se produjo la muerte de dos jóvenes: Edgar Pinto Quintanilla y Fernando Talavera Soto. Ambos perecieron por el impacto de bombas lacrimógenas.

Ya el 18 de junio, tuvo que llegar una comisión de alto nivel presidida por monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. Arribaron para recuperar el diálogo. Ese día no hubo acuerdo.

Saraya recuerda que el gobierno ofrecía dar a Arequipa dinero de la venta, pero ellos permanecían implacables en su postura. Afirma que los cacerolazos comenzaban y atemorizaban a los ministros presentes.

El 19 de junio, tras más de 19 horas de conversaciones se dejó sin efecto la venta. Arequipa había triunfado.

Ahora que Toledo está en prisión preventiva por el caso Odebrecht, el dirigente Saraya señala que es lamentable cómo ha terminado. Recordó que jugó un gran papel en la caída de la dictadura de Fujimori, pero cayó en la corrupción.

Datos

15 de mayo de 2001.

Alejandro Toledo cerró su campaña electoral en Arequipa. Al día siguiente firmó un acta donde prometía no vender las empresas públicas.

28 de julio de 2001.

Tras una ajustada segunda vuelta electoral, Toledo le gana las elecciones a Alan García y asume la presidencia. Luego lanza un proceso para continuar las privatizaciones. Eso activó el primer conflicto social de su gobierno.