En La Entrevista, Paola Ugaz conversó con José Enrique Escardó, quien en el año 2000 se convirtió en el primer denunciante contra el Sodalicio.
La denuncia detallaba como el comunicador fue forzado por el arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren, a comer cinco platos de arroz con leche bañados en salsa de tomate.
¿Qué hizo que alguien joven se enfrente a una organización política, económica y socialmente tan poderosa?
Me tomó 13 años después de haber salido del Sodalicio para comenzar a darme cuenta que lo que había pasado ahí adentro no había sido un proceso de formación para volverme una mejor persona, sino una cadena de abusos. Uno tras otro y de distintas formas: abusos físicos, psicológicos, incluso sexuales, aunque afortunadamente no tuvieron éxito, pero sí intentos.
Un día estaba viendo las noticias y vi que el obispo, no recuerdo quien, se estaba quejando de la cantidad muy baja de dinero que le daba el Estado como asignación mensual, en una misa. Eso fue un detonante, me dio mucha rabia escuchar eso de una persona que supuestamente servía a Dios.
Entonces dije voy a escribir sobre lo que me pasó porque no es posible que encima con todos los abusos, y no solo en Perú, sino en todo el mundo, todavía haya quejas de que les pagan muy poco. Dije voy a denunciar lo que yo sé, lo que he vivido, he pasado y no pensé que iba a tener el impacto que tuvo, no pensé que seguiría en esta lucha luego de 21 años.
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¿Qué hubiera pasado si José Enrique Escardó no hubiera entrado al Sodalicio?
No sé la verdad. No tendría cómo responder esa pregunta. Lo que sí sé es que esto se ha convertido en parte de mi legado, es algo que yo puedo dejar y no solo para mi hija, sino para la sociedad y el mundo entero.
Muchas veces digo que ahora yo me podría morir tranquilo porque siento que he dejado en mi paso por este mundo algo que en realidad ha salvado y va a salvar a muchísimas personas y yo sin saberlo.
A veces recibo mensajes o me encuentro en la calle con personas que me dicen: ‘Gracias a ti, mi hijo no entró'. Yo no veo mi vida si no hubiera hecho estas denuncias, no sé qué es lo que hubiera pasado. Se ha convertido en una parte importante, determinante de mis acciones, he tenido que reaccionar a muchas cosas que me han hecho porque el abuso no solamente se dio en el tiempo que estuvo en el Sodalico; en realidad el abuso mayor se da desde hace 21 años, desde que hablé.
¿Qué le dirías a los jóvenes y a sus padres que pueden estar tratando un caso parecido al Sodalicio?
Es sumamente complicado por las estrategias que tienen estos grupos a través de la manipulación. Hay todo un background que permite esa manipulación.
Por ejemplo, cuando presenté mi declaración ante la Comisión Investigadora del Congreso una de las cosas que me preguntaron era por qué esto pasa desapercibido, por qué se acepta. Justamente es porque nosotros aceptamos lo que hace la Iglesia no es lo mismo que las sectas que nosotros condenamos, pero si uno se pone a analizar las cosas, el comportamiento manipulador es exactamente el mismo que en la Iglesia Católica y en una secta que sale y predica que el mundo se va a acabar. La única diferencia es que una está aceptada por la sociedad hace 2000 años y la otra no.
Cualquier joven y los padres deben darse cuenta que están siendo víctimas de un engaño universal. Cualquier persona puede tener fe, pero no puede permitirse que esa fe sea manipulada para el beneficio y poder de otras personas. Eso es contra lo que lucho, yo no lucho contra la fe de nadie.
¿Qué deuda pendiente tiene el Sodalicio? Han pasado 50 años, pero es como si no hubiera pasado nada
El Sodalicio tiene 30 años de existencia porque su destrucción pasó hace 21. El Sodalicio creyó que Luis Fernando Figari iba a pasar a la historia como un santo, que German Doig iba a ser canonizado, creían que iban a conquistar el Perú y el mundo.
Hace 21 años el Sodalicio se encontró con la primera bomba atómica. Luego con el libro de ustedes terminó siendo más fuerte. Lamentablemente, esa es su forma de vida, su negocio. Ellos no están defendiendo su fe, la Iglesia, a Jesús, a Dios, ellos defienden su negocio, su forma de vida porque no conocen otra.
Deben convocarnos porque no lo han hecho, yo lo he pedido, pero cobardemente no lo han hecho. Deben pedirnos perdón por lo que nos hicieron, pero de manera individual; es decir, ‘Te pido perdón por esto, por lo que te hicimos como institución, por lo que defendemos aún, por lo que le pagamos a Figari para que entre en su boca y donde vive hasta hoy’. Eso es lo más importante que cualquier dinero.