San Bartolo, retratando víctimas del Sodalicio
La obra retrata a las víctimas del Sodalicio a través de testimonios. San Bartolo se estrena hoy, jueves 13 de enero.
En La Entrevista, Paola Ugaz conversó con Claudia Tangoa, directora de la obra de teatro San Bartolo, que regresa al Teatro La Plaza para relatar los abusos del Sodalicio, pero, sobre todo, entender a las víctimas de esta organización que, hasta el día de hoy, no paga por los graves delitos cometidos por miembros de la Iglesia Católica.
¿De qué trata San Bartolo?
San Bartolo es un díptico. Una parte de la obra habla sobre el Sodalicio, el sistema que tiene, trata de responder preguntas difíciles como ¿por qué un joven entabla una relación tan fuerte con una organización como esta?
Pensando siempre en las preguntas que les hacen a los exsodálites como ‘¿por qué no te fuiste?’, ‘¿por qué te demoraste 20 años?’. En ese primer acto queremos entrar en esa complejidad que es mucho más grande. La obra solo abarca una parte de este caso. ¿Cuál es la promesa que le hacen a los jóvenes? ¿Cómo se les acercan? ¿Cómo los invitan a formar parte? ¿Cuáles eran sus metodologías?
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El segundo acto tiene que ver con Álvaro Urbina que no fue un sodálite, pero participó en una de las ramas de Sodalicio que es una de las más grandes, Movimiento de vida cristiana. Él, en reuniones semanales que tuvo en el Centro Pastoral del Sodalicio, tiene contacto con formadores como Jeffery Daniels, quien es una figura dentro del Sodalicio, y lamentablemente, termina siendo una víctima sexual suya cuando apenas tiene 14 años.
Para nosotros, Álvaro es un puente con esta realidad tan compleja que es todo el sistema del Sodalicio. Entender que estos tentáculos van más allá de las casas de San Bartolo.
¿Qué encontraremos en la obra?
Un coro de actores que representan a sodálites, que cuentan la historia de sodálites, pero esto va contrastado con la historia real de Álvaro Urbina.
¿Cuáles han sido los comentarios?
Yo no soy mamá, pero muchos de los comentarios que hemos recibido son de padres que quieren saber cómo sus hijos terminan en estos lugares, por qué ese tipo de confianza no está en las casas; sino en otras organizaciones, qué está pasando en la sociedad para que esto termine así.
No me imagino cómo puede ser para un padre, una madre, perder a sus hijos en este tipo de organizaciones, no poder visitarlos, desconocerlos. La obra puede tocarte por varios lados. El caso en sí es tan grande. Nosotros teníamos la obra Mitad monjes, mitad soldados como una fuente principal de la investigación, hemos hablado con Álvaro, Pedro Salinas y hemos entrevistado a otros exsodálites. Era importante conversar, conocer a las personas, generar una comunidad del proyecto.
Con Álvaro, prácticamente durante el proceso de la creación de la obra, hemos convivido con él, horas de horas hablando y no solo de lo que le pasó; sino de quién era él como adolescente cuando entró al Sodalicio y quién es él ahora.
¿Cómo ha sido el ensayo con un tema tan difícil?
Soy la única mujer del grupo. Es interesante cuestionar su masculinidad, cómo se refleja en su cuerpo porque siempre hemos sido conscientes de lo que decían los exsodálites sobre ser sodálite.
Es un cuerpo que no puede mover mucho las manos, mesurado, los gestos economizados. Cuando ensayamos, tenemos estas dos corporalidades. La de estos chicos jóvenes que son palomillas y, por otro lado, esos cuerpos rudos que no pueden expresar debilidad.