El politólogo y profesor de la Universidad de Harvard Steven Levitsky conversó con La República sobre la reciente crisis política y propuso algunas ideas que ayudan a comprender las razones detrás de ella. Asimismo, respondió sobre las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, que enfrentan a Biden y Trump.
Usted tiene una relación permanente con Perú. En ocasiones anda más pendiente que en otras, ¿no?
Sí.
Intuyo que no le sorprende escuchar cada cierto tiempo que el Perú anda metido en alguna crisis política. ¿Qué piensa de que se haya querido vacar a un presidente en medio de una pandemia? Un presidente, además, que ya convocó a elecciones y que se irá en 10 meses. Parece una crisis medio absurda, ¿no?
Sí, eso fue exactamente lo que pensé. No lo podía creer, que intentaran bajarse a un presidente en medio de una pandemia que ha golpeado al Perú, en muchos sentidos, peor que a cualquier otro país en la tierra, y cuando vienen elecciones en pocos meses. Además, el comportamiento del presidente Vizcarra de repente merece investigación, pero no estamos frente a un asesinato o un tremendo crimen. La verdad es que no podía entender cómo se decidió robarle una semana al Gobierno, distraerlo en plena pandemia que mata a miles de peruanos. Me parece una locura.
¿Y se imagina alguna posible explicación para ese comportamiento?
La política en Perú es distinta, es bien inestable, es un mundo de novatos sin horizonte de tiempo. El comportamiento de los políticos peruanos no se parece tanto a los de otras democracias. Entonces, nos dan sorpresas.
¿La política peruana es diferente incluso dentro de lo que es América Latina?
Hay países como Guatemala y Ecuador que comparten muchas cosas, pero no se ve una democracia tan atomizada, tan fragmentada (como la peruana) y con una clase política tan debilitada, tan destruida, tan vacía como en el Perú. El Perú es realmente diferente. Lo que se ha visto, creo, es un síntoma de la despoblación total de la política.
¿Por eso el Perú vive una crisis recurrente?
En parte. Siempre he creído que el colapso de los partidos de hace 30 años contribuyó a la extinción de la clase política. La carrera política se puso mucho más difícil. Hay cada vez menos políticos de profesión.
¿Cómo son los políticos de profesión?
Uno, son los que tienen un mínimo de experiencia, que saben hacer política. Dos, tienen un mínimo de socialización en la política democrática y saben negociar, ganar, perder, compartir el poder y tolerar rivales. Y tres, tienen horizontes de tiempo mínimamente largos. Es decir, están pensando “¡pucha! Si hago esto, ¿qué van a pensar de mí en cinco años cuando quiera ser reelegido?”. Obviamente, ahora por ley los políticos peruanos no pueden ser reelectos. Pero la idea es que nadie piensa en su carrera política porque, básicamente, nadie tiene una carrera política. O sea, están pensando en otra cosa, y eso muchas veces es peor. Piensan en cómo evitar juicios, cómo destruir a su rival, cómo aprovecharse del poder para mejorar sus ingresos, cómo beneficiar a su empresa o a la de su amigo. Son intereses muy cortoplacistas y muy personales los que predominan.
Hubo algunos comportamientos interesantes en esta crisis. Por ejemplo, Keiko Fujimori llamó a votar con prudencia. Su bancada en general le hizo caso. ¿Le recordó un poco a la Keiko de Harvard?
Iba a decir que Keiko está cambiando, pero ya aprendí mi lección.
Ahora, ¿le causó sorpresa esa reacción?
La verdad es que estos dos años he estado mucho menos en contacto con fujimoristas, no he hablado con Keiko desde hace mucho tiempo, no la sigo de cerca, así que no tengo mucha información. Dicho esto, veo dos posibles explicaciones acá. Una, que la derecha empresaria ve al Congreso como algo peor, como menos confiable que el Gobierno actual y, de repente, los empresarios amigos del fujimorismo apoyaron esa línea. Y la segunda, que el fujimorismo duro está muy mal, ha sido muy debilitado, cometió una especie de suicidio político, y, de repente, Keiko está intentando una vez renovar su imagen.
Otra lección importante de estos meses, me parece, es que un presidente no puede gobernar sin Congreso.
Totalmente de acuerdo. Los presidentes han olvidado eso. Toledo al menos tuvo su bancada y trabajó con el Congreso. García también conocía las necesidades de los legisladores. Humala no lo hizo bien, pero lo de Vizcarra ha sido peor: lo ignora por completo. La decisión que tomó este año de ni siquiera postular a una lista me pareció un error tremendo, porque en una democracia presidencialista hay un Ejecutivo y un Legislativo. No puedes gobernar sin Congreso, sin amigos en él, sin aliados, sin por lo menos saber quién es quién, qué buscan. Me parece que el Gobierno no solo carece de una bancada, sino que ni siquiera tiene información y está pagando el precio. En cualquier democracia presidencialista, un presidente debe invertir tiempo en tener presencia en el Parlamento.
Comprendo un poco la decisión de no presentar una lista parlamentaria. El Gobierno no quería que el cierre del Congreso se interpretara como un deseo de moldear una composición más cercana a sus intereses. Claro, a estas alturas, la decisión se percibe errónea. Uno esperaba una convivencia entre poderes más civilizada, pero no ha sido así. La confrontación llevada al límite se ha mantenido.
Sí. Recuerdo que cuando se cerró el Congreso, mucha gente decía que era imposible tener uno peor que el electo en 2016. Y no sé, hay competencia.
¿Cómo ve al presidente Vizcarra?
Mire, tiene todas las limitaciones de la mayoría de los políticos peruanos. Por ejemplo, no tiene mucha experiencia, carece de un partido, de un proyecto claro, ni siquiera tiene un equipo, salvo un círculo intimo y por eso desconfía, con cierta razón, de todo mundo. No es un novato, claro, aunque tampoco es un político de toda la vida. No es alguien superexperimentado. En cierto sentido, por la pandemia hay concentración de poder en el Ejecutivo en casi todas las democracias, sin embargo no se puede gobernar solo un país del tamaño de Perú. Eso sí, me parece que tiene mejores reflejos políticos que muchos, por ejemplo que Pedro Pablo Kuczynski. Vizcarra tiene olfato para identificar las preferencias del electorado y ha podido mantener cierta legitimidad. Tiene vida política sobre todo por eso. Sus opositores son peores y más débiles, pero él mantiene hasta hoy un nivel de apoyo público muy alto para el nivel de un presidente peruano.
Eso es cierto.
Y creo que eso es porque ha respondido mucho más que otros presidentes a lo que está buscando la gente. Y eso ha requerido cierto populismo. Los gestos populistas de Vizcarra fueron necesarios para derrotar políticamente al fujimorismo, lo que al final de cuentas fue importante y positivo. Pero esto de abolir la reelección…
¿Exageró?
Vizcarra entiende bien que a los peruanos no les gusta los políticos y ha respondido, siendo presidente, con una actitud antipolítica y demostrando, una vez tras otra, que no quiere quedarse en el poder. No ha convencido a Fernando Rospigliosi, aunque sí a la mayoría de peruanos de que quiere terminar su trabajo y volver a casa. Vizcarra ha comprendido al electorado mejor que muchos.
¿Ciertas reacciones de Vizcarra lo acercan al populismo?
Populismo en el sentido de apelar a las masas en contra de las élites políticas. Como politólogo es una ridiculez, un absurdo prohibir la reelección en todo, porque eso destruye cualquier posibilidad de construir una clase de políticos con un mínimo de experiencia y responsabilidad. Al mismo tiempo, entiendo por qué lo hizo Vizcarra, porque sabía que el 80% de los peruanos iba a estar con él, aunque sea irresponsable, aunque sea antipolítico. Eso es populismo.
Sin partido, ni bancada, solo le queda la gente. Es también una estrategia de supervivencia.
Totalmente. Desde el principio vio qué pasó con Kuczynski y entendió que su vida política estaba bajo amenaza. Entonces, sí, ha sido una estrategia populista de autodefensa, de sobrevivencia. Y fue necesaria para derrotar políticamente al fujimorismo, y lo hizo.
En menos de dos meses son las elecciones en Estados Unidos. ¿Quién tiene mejores opciones? ¿Biden o Trump?
Si las elecciones fueran hoy, ganaría Biden. Está unos siete puntos por encima en las encuestas y en los estados clave va adelante, aunque por un poquito menos. Dicho esto, sigue peleado. Trump puede ganar pero la ventaja la tiene Biden.
¿Y cree que esa tendencia se mantenga en esta recta final?
Bueno, es una época de plena crisis en donde hay una bomba política cada semana. Trump, creo, planea varias cosas y estoy casi seguro de que va a anunciar algún tipo de vacuna, aunque sea mentira. De otro lado, el electorado en Estados Unidos es muy estable. Las tendencias se mantienen desde marzo. Biden, por lo general, ha liderado las encuestas por cinco, seis, siete puntos. La gran mayoría de los gringos ya decidieron: o son anti-Trump o son, pase lo que pase, ‘trumpistas’.
¿Y cuál sería la opción de Trump para ganar?
Trump dispone de varias posibilidades. Primero, debe achicar la diferencia un poco. Si entra a noviembre perdiendo por cuatro o cinco puntos en vez de siete, tiene posibilidades. Se está creando una situación de caos. Se ha hecho más difícil votar, por ejemplo. Los centros de votación son administrados por voluntarios jubilados, de alto riesgo por la pandemia, y el Gobierno no ha hecho nada para solucionar el hecho de que varios de esos voluntarios no van a querer asistir. Como ocurrió en las primarias, va a haber colas muy largas y se van a terminar cerrando centros de sufragio. Además, hay un crecimiento enorme de votos por correo y no está claro que ese sistema vaya a poder funcionar bien. Trump también está movilizando a paramilitares que serán observadores electorales, en algunos casos armados, para ver si hay fraude. El argumento del Partido Republicano es que las elecciones serán fraudulentas. No hay evidencia de eso. En resumen, generando una elección caótica, Trump podría vencer.
¿Trump ha terminado perforando la democracia de Estados Unidos?
Sí, y la verdad es que ha sido peor que lo que anticipábamos cuando escribimos (con Daniel Ziblatt) Cómo mueren las democracias.
Por eso lo preguntaba. Pensaba en ese libro.
Trump ha podido ‘trumpizar’ al Partido Republicano de una manera inesperada. Es un poco como García hizo con el APRA en los últimos años, que terminó siendo no un partido político colectivo sino un vehículo que responde a él. El APRA jamás cuestionaba algo que dijera o hiciera Alan.
Hasta ahora.
Bueno, el Partido Republicano muy rápidamente se convirtió en uno totalmente “trumpista”. Cuando escribimos el libro hace tres años, esperábamos que una facción pondría ciertos límites, pero eso no ha ocurrido. Y eso le da mucho margen de maniobra a Trump.
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