Justo Arizapana Vicente tuvo la valentía de desentrañar uno de los casos más representativos de violaciones a los derechos humanos a cargo del del régimen Fujimori-Montesinos, y este jueves 11 de junio falleció a los 61 años en la pobreza extrema.
El reciclador de Cieneguilla narró lo que vio en la madrugada del 25 de abril de 1993: miembros del Grupo Colina enterrando los cadáveres de los nueve estudiantes y el profesor Hugo Muñoz de La Cantuta.
Dibujó el mapa que facilitó a la prensa ubicar los restos de las víctimas, que durante meses los familiares buscaban sin respuesta alguna. Hasta ese momento nadie sabía el paradero de los desaparecidos.
Según fuentes de La República, Arizapana Vicente presentó problemas de salud en las últimas semanas y tras gestión de personas de su entorno el Ministerio de Salud acudió a atenderlo en su vivienda en Cañete. Se descartó que haya sido contagiado del nuevo coronavirus.
Años antes padeció de una parálisis que le afectó la parte derecha del cuerpo. La secuela de esta enfermedad impedían que pueda desplazarse con facilidad y además tenía dificultad para mover el brazo derecho. Esta condición no le permitió seguir laborando como reciclador, lo que provocó que dependa de sus familiares que tampoco contaban con suficientes recursos económicos.
A fines del 2017, la Coordinadora contra la Impunidad junto a familiares de víctimas de La Cantuta iniciaron una campaña para recolectar donaciones lo que permitió que se le entregue alimentos y una pequeña casa de drywall levantada en el lugar donde antes tenía su choza.
Justo Arizapana. Foto: La República.
Justo Arizapana muy agradecido con la donación de diversos personajes vinculados a la defensa de los derechos humanos, dijo que un sueño también sería para él tener una computadora portátil, para que pueda digitalizar todas sus memorias que comenzó en varios cuadernos. “Como un pedido especial también me gustaría una laptop. Te aseguro que aprendería a manejarla”, dijo a este diario en el 2017.
En 1993, Arizapana Vicente era un reciclador que vivía en Cieneguilla y acudía a recoger cartones, plástico y metal a los basurales del distrito. Aquella noche del 24 de abril se quedó a dormir en uno de los rellenos y pudo ver el accionar del Grupo Colina.
Primero llegaron varias camionetas y se bajaron hombres con pasamontañas. Empezaron a cavar fosas, en las que depositaron varios bultos. Al amanecer se acercó al lugar, desterró con su manos y descubrió las cenizas de los estudiantes de La Cantuta.
Denunció el hecho junto a su amigo artesano Guillermo Catacora al acudieron al despacho del congresista Roger Cáceres, entonces presidente de la comisión investigadora, pero este le pidió pruebas. Por lo que regresaron y le entregaron huesos en un sobre y un plano dibujado por Arizapana del lugar donde estaban las fosas. Una copia del croquis fue entregado a periodistas como a Edmundo Cruz, de este medio.
Mapa dibujado por Arizapana.
Justo Arizapana vivió ocultándose por temor a las represalias. Su identidad se conoció en el 2004 cuando Ricardo Uceda los mencionó a él y a su amigo Catacora en su libro Muerte en el Pentagonito, luego que Alberto Fujimori dejó el poder.
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