“¿En algún momento pensaste en no ejercer la escritura porque eres mujer? ¿Quién fue el que te sugirió que te dedicaras a otra cosa? ¿Te pidieron que moderaras una mesa donde había puros escritores hombres? ¿Alguna vez el síndrome de la impostora te ha imposibilitado escribir? ¿Escuchaste también al poeta que leyó ese insufrible poema sobre sus testículos? ¿A qué edad te diste cuenta que habías leído más libros de hombres que de mujeres en tu vida? ¿También un hombre te quiso explicar lo que en realidad debería hacer el feminismo?”. Son parte de un poema llenecito de preguntas del libro Un montón de escritura para nada de la gran poeta mexicana Sara Uribe. Desde que se está desenmascarando la misoginia en el mundo literario cada vez tenemos más respuestas para las cuestiones que nos carcomieron, acallaron y paralizaron por dentro. En la reciente FIL Guadalajara las jóvenes universitarias hicieron “Un violador en tu camino” entre los stands, señalando a profesores y alumnos acosadores, mientras otras repartían de mano en mano un fanzine aparentemente inofensivo titulado Que no se les olvide. Al abrirlo te encontrabas con una lista de hombres del mundo del libro que tenían denuncias de acoso y abusos sexuales. Debajo de cada foto aparecía una invitación: “Visítalos en… con las fechas de sus presentaciones”. Ayer la que acabó con años de silencio fue Elena Poniatowska, que sin buscarlo, ya es parte del #MeToo escritores mexicanos. A sus 87 años, la escritora y periodista ha señalado a una de las vacas sagradas de la literatura mexicana, Juan José Arreola, como su violador y el hombre que la embarazó cuando era una jovencita de 20 años y él un célebre señor, casado y poderoso. La familia de Arreola ha puesto en duda su testimonio y muchas han respondido: “Yo te creo, Poniatowska”. No importa a qué edad, las mujeres están acabando con la impunidad.