“Rompamos el pacto infame, tácito, de hablar a media voz”. La frase de González Prada, de su discurso “Horas de lucha”, nos habla desde su lugar en la magnífica exposición que le dedicó estos días La Casa de la Literatura. Ver en lo que se ha convertido este espacio sorprendente creado por Alan García es una de las cosas que más atesoro de mi paso por Lima.
Su cuidado recorrido histórico por los hitos de la literatura peruana en la muestra permanente y unas exposiciones temporales de gran calidad reflejan el trabajo que llevan haciendo desde hace ya más de cinco años su directora Milagros Saldarriaga y su equipo. La transformación del espacio ha sido progresiva y finalmente han conseguido que en esa bella casona resuenen los ecos de nuestra tradición, en especial porque se ha trabajado desde nuestra diversidad lingüística y cultural, poniendo especial énfasis en la construcción de las identidades a través de la literatura oral, los cantos y relatos. Las instalaciones sobre la obra de Lucho Hernández o la de Arturo Corcuera, o la más reciente sobre José Watanabe, han tenido curadurías impecables, que han puesto en valor sus obras desde una imaginación plástica y poética, con material a veces inédito y un sutil entramado simbólico.
Ahora se anuncia una completísima sobre la vida y la obra de Javier Heraud. Una de las líneas más interesantes de este trabajo es que se hace con enfoque de género y con la consciencia de que hay una memoria por rescatar, la de nuestras autoras peruanas. Las muestras sobre la enorme Blanca Varela, y en especial la de Magda Portal, son reflejo de esta lucha por visibilizar lo que se resiste a ser borrado por el patriarcado literario. En octubre, la Casa de la Literatura inaugura una nueva exposición sobre escritoras de los años 90, con las figuras de Pilar Dughi y Montserrat Álvarez como ejes. Gracias a este esfuerzo estamos seguras de que muchas escolares que visiten la Casa podrán seguir soñando con ser escritoras.