Por: Daniel Parodi (*),La mañana del 27 de enero de 2014, el Perú y Chile se paralizaron. Con angustia y expectativa, dos naciones escuchaban atentamente la traducción de la sentencia que ponía fin al litigio que había enfrentado a sus países en la Corte Internacional de Justicia de la Haya. El agente peruano, Allan Wagner Tizón, habló de una montaña rusa y no le faltó razón: la Declaración de Santiago no estableció los límites marítimos, dijo el juez Peter Tomka, y el Perú celebró; el Convenio de 1954 habla de un límite en el paralelo geográfico, con lo cual la frontera se estableció tácitamente en dicho paralelo, señaló luego el magistrado, y celebró Chile. Finalmente, concluyó el jurista que lo que no se había establecido es cuánto se extiende dicho límite hacia altamar, con lo que la Corte estableció que hasta las 80 millas náuticas y no hasta las 200 como pretendía nuestro vecino. Con el Fallo obtuvimos una victoria parcial, mientras que Chile fue parcialmente derrotado. 50 mil de los 66 mil kilómetros2 de masa marina en disputa se integraron al Perú, pero la zona más cercana a la costa, y que concentra gran número de peces y mariscos aptos para el consumo, quedó en poder de Chile. Con todo, decenas de embarcaciones de pescadores nativos ya realizan faenas en el “nuevo mar peruano” y, según datos de Imarpe, el volumen de la pesca en el país se ha incrementado gracias a lo mucho que obtuvimos hace cinco años en Holanda. En otro orden de cosas, la querella marcó el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales. La consigna del respeto mutuo se ejecutó al dedillo y se expresó en políticas de acercamiento y amistad que incluyeron a las autoridades de ambos estados, como a la sociedad civil. Como acontecimiento emblemático, me resulta inolvidable aquel día en que los diarios peruanos, El Comercio y La República, y los chilenos, El Mercurio y La Tercera, intercambiaron sus páginas centrales con la exposición de los argumentos de sus respectivos países. De esta manera, los peruanos conocimos las tesis de Chile y viceversa; y ambas partes comprendimos que cada cual defendía intereses que consideraba legítimos y que la Corte era el mejor lugar para dirimir las diferencias e implementar la solución. He sostenido el inicio de una nueva etapa precisamente porque, el año 2015, un lamentable tema de espionaje enfrío el vínculo bilateral, pero bastó el cambio de gobierno en el Perú, en 2016, para que, encabezado por los presidentes Pedro Pablo Kuczynski y Michelle Bachelet, en Lima, en 2017, se reestableciesen los gabinetes binacionales. En 2018 se volvió a realizar en Santiago, con los nuevos mandatarios Martín Vizcarra y Sebastián Piñera. Aunque podría señalarse que la actual coyuntura no es más que otro capítulo de una relación cíclica que intercala el acercamiento con la distancia; las inversiones de capitales que se ha generado las últimas dos décadas convierten al Perú y Chile en los socios económicos más interdependientes de América del Sur de cara a la globalización mundial. Esta situación ha generado una inercia positiva en favor de la integración, por la que apuestan resueltamente sus clases económicas y, aunque con cierta reserva, también sus análogas políticas. Queda la cuestión del triángulo terrestre. Aunque incomode recordarlo, ya ha concluido el litigio entre Chile y Bolivia en la CIJ, por lo que bien podríamos generar un escenario óptimo para cerrar un tema que siempre puede generar desavenencias. Para terminar unas palabras sobre lo mío; en el plano de la historia hemos avanzado mucho; académicos de ambos países conformamos importantes redes, nos reunimos a menudo y emprendemos proyectos conjuntos con bastante frecuencia. Hemos sabido destacar lo bueno del pasado en compilaciones como Las Historias que nos Unen (2014, Daniel Parodi y Sergio González, PUCP) y, aunque lentamente, también hemos comenzado a generar espacios para conversar acerca del pasado doloroso y pensar en los gestos que son necesarios para cerrar antiguas heridas. Por cierto, se nos viene el Bicentenario, Chile aportó mucho a la Independencia del Perú con el apoyo de Bernardo O´Higgins; y la integración binacional, doscientos años después, no tiene la menor intención de detenerse. (*) Historiador, docente en Universidad de Lima y PUCP.