"El punto básico del problema de la izquierda de cara al 2021 es que su candidatura más prometedora carece de inscripción electoral",Las tres principales formaciones electorales que disputaron la primera vuelta de las elecciones del año 2016 –Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio– han perdido gran parte de su capital político. La pérdida del fujimorismo es más espectacular por la altura desde donde ha caído, pero es también significativo lo sucedido con el partido PPK, desalojado de la presidencia, y con la izquierda, infructuosa en la creación de una alternativa propia y potente. Contrariamente, los dos grupos desalojados de las elecciones del 2016 se han recuperado del golpe; Alianza para el Progreso (APP) tuvo un reciente desempeño electoral municipal y regional aceptable, en tanto que el Partido Morado acaba de solicitar su inscripción legal luego de recorrer descalzo el desierto del recojo de firmas. De cara a las ideas en juego, la más perjudicada es la izquierda, hace 2 años el proyecto con más condiciones para crecer y ganar espacio en la sociedad. Eso no ha sucedido, la separación entre Tierra y Libertad y Nuevo Perú no significó para el segundo el inicio de la creación de un partido nacional o la formación de una estrecha relación con la sociedad. Ni unidad arriba, ni unidad abajo. La pregunta sobre las razones de esta pérdida de capital de la izquierda –es decir influencia, movimiento y perspectiva– puede traer de vuelta dramáticos y conocidos debates, aunque dos explicaciones de contexto son inevitables: 1) una parte de la izquierda no ha podido asimilar y superar el desastroso final del ciclo progresista en A. Latina, especialmente en Brasil y Venezuela; y 2) una parte de la izquierda, que no es la misma que la anterior, no ha sabido transitar desde el antifujimorismo hacia una propuesta atractiva para la sociedad. Estas dos omisiones corrieron en paralelo la última etapa y se han encontrado poco, acaso algunas veces en las calles, esencialmente porque las operaciones de la izquierda se han realizado casi entre bastidores, paradójico en una etapa en la que, a pesar de las debilidades de la sociedad, hubo más movilización ciudadana. Ahí están la creación discreta de Juntos por el Perú, la liquidación de grupos regionales como el MAS, o la creación de nuevos grupos en otras regiones. Sin un gran partido mayoritario de la izquierda, su diversidad es mayor y entendible. El corte entre el pasado y el futuro no es el único; entre la izquierda de algunos derechos y la izquierda de todos los derechos existen varios matices, a los que se añaden las formaciones de la izquierda regional, cada cual con una narrativa propia, y los núcleos que lideran los movimientos sociales, libres de compromisos partidarios. Sería una locura considerar como un peligro esa diversidad en la que reside, precisamente, la riqueza de un nuevo proyecto para el país. Sin embargo, premunidos de un manual para el fracaso, las nuevas expresiones de la izquierda que con acierto se abrieron a la sociedad, parecen dispuestas a tirar por la borda el capital político que les queda intentando el rito de la unidad, un afán cuyos límites y tragedia son conocidos. El punto básico del problema de la izquierda de cara al 2021 es que su candidatura más prometedora carece de inscripción electoral, en tanto que por lo menos tres partidos de izquierda tienen esa inscripción legal, pero carecen de una candidatura atractiva de inicio. A alguien se le ha ocurrido que este problema puede ser resuelto con encuentros, una especie de citas a ciegas que permita que en el camino todos se acomoden en el carro. La peor decisión que podría tomar la izquierda de todos los derechos es someter el problema marca/candidato a una relación mercantil. Otras alternativas están a la vista –ahora que hablamos tanto de la transparencia partidaria–, especialmente una, la convocatoria a una amplia coalición protagonizada por los movimientos sociales que son los que han sostenido en los últimos años la defensa de los derechos y libertades. Solo así, aunque un poco tarde, se podrá honrar y dar perspectiva a los 3 millones de votos que la izquierda obtuvo en las elecciones de 2016.