"Cuando lleguen las esperadas revelaciones de Odebrecht y suceda lo que deba suceder, enfrentaremos el desafío de arribar al bicentenario con un país enrumbado hacia ese bien común que Tomás Aquino nos exhorta a buscar".,En su involuntaria -por no decir inconsciente- inocencia, el congresista Tubino ha afirmado que seguirán a Keiko Fujimori hasta el infierno. Esto requiere algunas precisiones. Lo primero que debería hacer el marino retirado es mirar hacia atrás y cerciorarse de si alguien lo está siguiendo. No vaya a ser que tenga que reformular su frase en singular. Luego, antes de intentar sentencias ridículamente inspiradas en Bolognesi y su último cartucho, echar otra mirada hacia el lugar en el que ya se encuentra: ¿no siente que la temperatura ha aumentado de manera alarmante, congresista? Es innecesario abundar en las razones que han llevado a Fuerza Popular a la debacle que parlamentarios como el citado intentan negar con afirmaciones delirantes que, en otro contexto, requerirían medidas extremas. Por citar un ejemplo reciente: ahí donde todos vemos una derrota flagrante como el intento de tumbarse a Salaverry, ellos ven una victoria contundente. Subsiste la duda de si creen lo que están diciendo -estaríamos en el campo de la clínica- o si se trata de cinismo y cálculo, ya no inspirados en Bolognesi o Grau sino en Goebbels. En el caso de Chávarry, sus mentiras no dejan lugar a dudas: “fue coincidencia”, “yo pasaba por ahí cuando mis colaboradores hurtaban los documentos que me incriminan pero no tuve nada que ver”, etcétera. Sea la urgencia de construir un relato que los sostenga en este naufragio, o bien un intento desesperado de escapar a la prisión con malabares tan grotescos como el pedido de asilo o la farsa del chuponeo de Alan García, hay algo que no debemos soslayar: ¿quién eligió a estos farsantes corruptos y, en su mayoría, ignorantes? Aquí las respuestas son incómodas, como siempre sucede en el psicoanálisis cuando es preciso encarar la verdad que nos cuestiona. Sí, los mismos que elegimos a un alcalde tan nefasto como Castañeda, votamos a este congreso que hoy se deshace como los filamentos de un vilano. La cifra repartidora hizo lo suyo (esperemos que la comisión presidida por Fernando Tuesta nos ayude con eso), pero lo cierto es que una mayoría de peruanos votó por esa fuerza ultraconservadora y corrupta. Algún cálculo habrá presidido esa decisión, pero hoy es claro que fue errado. Afortunadamente la gente ha reaccionado y otros países de la región observan, con admiración e interés, este movimiento popular espontáneo contra la corrupción incrustada en la política, el Poder Judicial y los negocios. Es obvio que esto es solo el inicio de una respuesta, que debería llevarnos a salir de eso que Tomás de Aquino -me lo enseñó un experto en teología- explica: “la tristeza es la emoción que surge ante la ausencia del bien debido.” Cuando lleguen las esperadas revelaciones de Odebrecht y suceda lo que deba suceder, enfrentaremos el desafío de arribar al bicentenario con un país enrumbado hacia ese bien común que Aquino nos exhorta a buscar. Es la diferencia entre la canción de AC/DC que da título a esta nota (Highway to Hell), y la de Led Zeppelin: Stairway yo Heaven (Escalera al Cielo)