"García ha reducido sus declaraciones al mínimo, para retomar tranquilamente su condición de investigado presencial".,Sin duda la negativa uruguaya a asilarlo es una derrota política para Alan García. Aunque no da la impresión de que lograr ese asilo hubiera sido realmente una victoria política. Quizás el incidente del fallido asilo puede haberle ganado contar con acusaciones y juicios algo más cuidadosos a partir de ahora. En lo estrictamente político García no tenía mucho que perder. Desde hace tiempo su aprobación está a la cola en las encuestas. El Apra está cruzada por pugnas que impiden realizar siquiera un congreso partidario. La crisis de Fuerza Popular ha convertido a su principal aliado en un nexo incómodo. El caso Odebrecht ya los venía golpeando de lleno. El principal activo de García es la publicidad desde los medios, cortesía del intenso activismo de sus detractores. También ha influido en esto una imagen de arrogancia, en ciertos casos reforzada por declaraciones provocadoras. Haber sido el único ex presidente sin limitación judicial ha hecho de él una presa codiciada. Pero una derrota política no es, o no debería ser, necesariamente una automática derrota judicial. En esto va a seguir la suerte de aquellos casos de alto perfil en los que aún no ha aparecido la máquina probatoria. Aunque en su caso no se puede descontar los efectos de una fuerte presión mediática en medios y redes. Hasta aquí el frustrado asilo ha entrado en un curso de parquedad. Tabaré Vázquez ha sido elocuente, pero a la vez escueto en su declaración. García ha reducido sus declaraciones al mínimo, para retomar tranquilamente su condición de investigado presencial. Todo con la engañosa atmósfera de una historia que concluye. Se le ha presentado a García la oportunidad de tomar más en serio su defensa, poniéndola en manos de abogados eficaces dispuestos a asumirla en un contexto público tan difícil. Una contratación que quizás tendrá mayor sentido después del acuerdo del Estado con Odebrecht, y el alcance de las acusaciones se aclare más. La obligada vuelta de García al redil ha coincidido con un nuevo incidente en la guerra interna de la fiscalía. La acusación al fiscal Domingo Pérez de haber filtrado información tiene todos los visos de ser parte de un esfuerzo por apartarlo de los reflectores.