En un país enfermo Arguedas es un emblema de decencia. Contra la podredumbre política y la corrupción sistémica solo su memoria y solo un ángulo de su escritura, su poesía.,El 18 de octubre de 1968 José María Arguedas al recibir el Premio “Inca Garcilaso de la Vega” pronunció un discurso rotundo. Decía: “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua". Ahí está retratada su grandeza. Hoy lo recuerdo con fervor. Cuando también un 2 de diciembre de 1969 se destapó el cerebro de un balazo y a pesar de eso, todavía sigue vivo. En un país enfermo Arguedas es un emblema de decencia. Contra la podredumbre política y la corrupción sistémica solo su memoria y solo un ángulo de su escritura, su poesía. Porque Arguedas es poeta genial. Los textos de poesía de Arguedas son concisos en comparación con su profusa obra narrativa y sus trabajos de ciencias sociales. Escritos primero en quechua, y luego traducidos al español por él mismo, sus poemas refuerzan con claridad la lírica oral de la torrentosa poesía andina, reafirman la visión del universo que la anima revitalizando sus tradiciones esenciales y condensan en un solo movimiento la protesta social y la reivindicación cultural. La poesía de Arguedas se articula a la ancestral tradición de la poesía quechua. Coral, de masas, disentida del registro occidental. Tras escribir su Túpac Amaru Kamaq taytanchisman. Haylli-taki contó: “Escribí este himno luego de haber visto bailar a mis hermanos, hijos del pueblo de Ishua, residentes en Lima". El universo poético de Arguedas recoge de la tradición andina, la sustancia, pero es más audaz. Registra la imagen en escritura y toma distancia del canto quechua y se distancia del atributo esencial que es el canto y el baile. Esa travesía de lo oral a lo “escribal” es su logro sustancial. Así, es poesía de vanguardia y es escritura polifónica. Contra la corrupción, la poesía de Arguedas nos salva.