"Quizás el contexto del pedido de asilo de García no es el mejor momento para hacerlo, pero el concepto mismo toleraría ser repensado a la luz de la baja calidad de la democracia peruana".,Hay una aceptación generalizada de que en el Perú no existe persecución política. Los discrepantes de esta idea últimamente han sido quienes comparten la doble condición de ser afectados por la actuación del sistema de justicia y a la vez ser políticos. Además están sus respectivos simpatizantes. Con lo cual todo parece estar en el terreno de la subjetividad. Por ejemplo Ollanta Humala, hoy libre, acaba de afirmar tajante que “no existe persecución política contra Alan García”. Pero Marco Sifuentes (H&H, Lima, 2018) lo cita a punto de entrar con su esposa a la cárcel en el 2016, en otro tenor: “Podría ser que se vea… que en el Perú… —titubeó— habría una persecución política”. El uso de la expresión hasta aquí en realidad no ha molestado a nadie, por considerársele una simple reacción defensiva, natural e irreflexiva, que no afecta el curso de las cosas institucionales. Pero ahora se siente que la expresión puede tener la fuerza de desprestigiar al país, a su democracia, a su sistema institucional. Pero también se siente que podría tener resquicios de realidad. Hay un aspecto genérico que es parte del problema. Para que no haya persecución política en el país, ¿no puede haber un solo perseguido político? En lo que Iván Lanegra ha llamado hace poco las deficiencias de una democracia de baja calidad, sin duda tiene que haber lugar para las excepciones. Que serían, como se sabe, confirmadoras de la norma. También hay espacio para la confusión de los quejosos, incluso la confusión interesada. Por ejemplo las avalanchas de ataques mediáticos (un capítulo de la libertad de expresión) pueden ser atribuidos a la persecución política, y parte de una conspiración que involucra a uno o más poderes del Estado. Hasta ahora nadie ha perdido el sueño por esta parte de la lucha política. Cuando Martín Vizcarra declara que el Estado que él conduce no se dedica a la persecución política, hay que creerle. ¿Pero es esa la única fuente posible para este tipo de persecución? Quizás el contexto del pedido de asilo de García no es el mejor momento para hacerlo, pero el concepto mismo toleraría ser repensado a la luz de la baja calidad de la democracia peruana.