“Estar del lado correcto de la historia implica también enfrentar con valentía el bullying masculino”.,Quiero dedicar esta columna a Bruno Polack, un gran hombre. Uno de aquellos pocos hombres contemporáneos que ha entendido el papel de gran responsabilidad que les toca hoy a los hombres de todas las generaciones y edades en esta guerra civil que las mujeres han emprendido para defenderse de los crímenes y delitos de poder de los hombres; de los ataques y del abuso sistemático, sistémico y longevo del hombre-poder. Este puñado de hombres ha entendido la justicia del reclamo de las mujeres que exigimos se reestablezca lo que el hombre-en-el-poder jamás debió arrebatarnos: respeto. Hoy que un congresista peruano es noticia internacional por ser expectorado de un vuelo tras manosear a una aeromoza – y defendido por algunas mujeres corruptas modélicas de lo masculino; hoy que la campaña política de los con-mis-hijos-no-te-metas arrecia en contra de una educación que corrija el desequilibrio de trato entre géneros; hoy que los patriarcas de la iglesia tienen el descaro de denunciar a quienes descubren sus abusos de poder e inmoralidad (Pedro Salinas y Pao Ugaz https://bit.ly/2ThgJ2N); hoy que en el Perú 100% de los violadores son hombres y 76% de las víctimas menores de edad, que niñas como Kelly o Jimenita ya no están porque un depredador les quitó la vida luego de violarlas; hoy que los incautos seguidores de la organización política con-mis-hijos-no-te-metas se equivocan al no entender la urgencia de educarnos todos en el enfoque de género para combatir los crímenes de poder de los hombres contra las mujeres, hoy más que nunca es imprescindible destacar el papel de algunos buenos hombres que luchan codo a codo con las mujeres por este ajuste de paradigma epocal. Estos nuevos hombres tienen un papel doblemente importante porque luchar del lado correcto de la historia implica también enfrentarse con valentía al bullying masculino de sus pares más retrógradas que aun le gritan: “¡traidor!” “¡mal amigo!” “¡marica!” “¡te has dejado colonizar!” “¡blandengue!” “¿ahora también ellas nos van a dictar cómo hablamos o qué decimos en nuestras conversaciones privadas?” o tantos otros gritos de desesperación al ser puestos en evidencia. Porque los hombres que vienen entendiendo la historia mientras se desenvuelve ante nuestros ojos, vienen entendiendo que se hace necesario un importante ajuste de sus masculinidades, que se hace necesaria la construcción de una nueva masculinidad, y eso requiere valor para enfrentar los propios hábitos y confrontar los de los pares no solo en la tribuna pública sino, y sobre todo, en la privada. Porque es desde las interacciones de lo más íntimo que se afirma una y otra vez ese irrespeto a la mujer. Hace días circulan por internet unos magníficos spots (https://bit.ly/2OSlV9I) argentinos (https://bit.ly/2A63Xvk) (#CambiaElTrato https://bit.ly/2RZX99H) que muestran exactamente de lo que hablamos (https://bit.ly/2A5ruw3): cómo comenzar a hacer estos ajustes entre ustedes, hombres, cómo comenzar a sentir que es su deber corregir al otro que abusa, que denigra, que desvaloriza o se aprovecha de una mujer. Necesitan nuevos códigos, reestablecer valores y referentes alejados de la conversa machista del: ¿‘campeonaste’? en referencia a ‘ganar’ sexo con una mujer con la que salió. O al ‘está bien sacarle la vuelta siempre que seas discreto porque eso significa que tú la cuidas’. O a silbidos libidinosos, gritar groserías o agresiones verbales sexuales a una mujer en la calle solo porque pueden. O a manosearla o abusarla psicológica, sexual o físicamente. Es momento de entender que todos los crímenes y delitos de poder que los hombres perpetraron y perpetran hasta hoy contra la mujer tienen su base en una retorcida y subliminal ecuación masculina en la que la mujer equivale a debilidad y la debilidad a inferioridad; peor aun, esa debilidad e inferioridad con la que identifican subliminalmente a la mujer excita en ellos un deseo perverso por abusar de ese ‘ser inferior’ como una forma de afirmar su propia identidad que asumen antagónica fuerte-superior-poderosa. Unos pocos hombres contemporáneos, no sin esfuerzo, van entendiendo lo equivocada de esa ecuación, y cómo al contrario, ceder a ella denota una profunda inseguridad identitaria, irónicamente una debilidad masculina que se enmascara en fuerza. Si los hombres han sido por siglos impunes es porque ocupaban todos los puestos de poder en el mundo occidental construido por ellos sobre tres pilares: el poder político, el económico y el social. Todo lo depredador que el hombre siempre ha sido ha terminado reflejado en los valores hegemónicos de ese modelo de sociedad masculina: desde el capitalismo neoliberal, la política inundada de corrupción, pasando por los poderes de la religión-política y hasta la devastación del planeta son producto de ese modelo masculino del mundo que hemos dejado por mucho tiempo macerar. Pero todo eso está cambiando rápidamente ante nuestro ojos; somos parte de esta historia viva en la que podemos ser espectadores pasivos y cómplices o valientes protagonistas del cambio. Este cambio se ha venido gestando lento pero seguro con las luchas feministas históricas, pero no ha sido hasta ahora, gracias a la comunicación virtual masiva y expansiva de Internet y las redes sociales, que se han producido conversaciones globales e instantáneas y que comenzamos a ver cambios moverse de una velocidad linear a una exponencial. Bruno Polack es uno de esos buenos hombres. Pese a ser uno de los mejores amigos del abusador Luis Enrique Mendoza (https://bit.ly/2zdBnYX), Bruno me apoyó públicamente. Pese a conocerme menos que a Mendoza, sabía de la violencia de la que Mendoza es capaz. Bruno trató de ayudarnos en muchos momentos de la relación, conoció algunas de las cosas que Mendoza me hacía (https://bit.ly/2JFtvWR). Y por eso, fue justo Bruno quien en dos momentos claves hacia el final me dijo: sal de ahí, tú no tienes por qué soportar ese tipo de abuso. Y fue Bruno quien me dio la confianza para publicar la primera columna sobre este tema que publiqué (https://bit.ly/2s4Xf5B). Fueron Bruno Polack y Mario Pera, fundadores del portal de poesía Vallejo & Co. (http://www.vallejoandcompany.com/) quienes sacaron a Mendoza de la página cuando conocieron lo que me hizo. Y ambos me acompañaron en el recital (https://bit.ly/2Kbry28) #NiUnaMenos que organizamos en Lima con la poeta y activista Victoria Guerrero por la muerte de Eyvi Ágreda, y en el que leí los poemas descarnados que escribí mientras estuve bajo su red de manipulación y mentiras. Esos son los hombres que necesitamos, los que ven a la mujer primero como persona antes que como solo mujer. Los que anteponen los principios a una mal entendida solidaridad de género. Gracias, Bruno Polack, gracias Mario Pera por ser esos hombres que la historia hoy necesita para seguir construyendo un mundo mejor. Hoy serán unos cuantos, más temprano que tarde serán mayoría. Unos cuantos buenos hombres, para empezar, es lo que necesitamos para lograr una revolución total.