La promesa autoritaria de Bolsonaro es desafiada por las mujeres.,Decenas de miles de mujeres se manifestaron ayer en varias ciudades del país contra el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, a pocos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 7 de octubre. Bajo la consigna #EleNão (Él no) tres millones de mujeres se movilizaron en las redes sociales los últimos días para frenar la promesa autoritaria, misógina, homofóbica y racista del candidato que marcha en primer lugar de las encuestas A estas alturas de la campaña electoral, las posibilidades de Bolsonaro han disminuido. Las encuestas lo sitúan en 28% de intención de voto, seis puntos por encima del candidato del Partido de los Trabajadores (PT), y heredero de Lula da Silva, el profesor universitario Fernando Haddah. El estilo de Bolsonaro, el que lo catapultó como figura electoral de la derecha, es el mismo que marca sus límites y el masivo rechazo de la sociedad. Los dislates del candidato del Partido Social Liberal (PSL) han dejado de ser solo bravatas. En un debate con la diputada Maria do Rosário, del PT, le dijo “no te violo porque no te lo mereces”, y ha propuesto que las mujeres no ganen más que los hombres “porque se quedan embarazadas”. También ha señalado en campaña que los homosexuales son producto del consumo de drogas, que no sería capaz de amar a un hijo suyo si fuese gay y que preferiría que muriese y que los negros no sirven ni para procrear. Su machismo y la misoginia han superado todos los límites. En una ocasión dijo “tengo cinco hijos, cuatro varones y en la última ya tuve un momento de debilidad y salió niña”, y sobre las cuotas de mujeres dijo “si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”. Es también conocido por reivindicar la mano dura contra el delito, al afirmar que “los policías que no matan no son policías”. Y sobre la dictadura militar brasileña ha sostenido que su error “fue torturar y no matar”. Hace tiempo que Bolsonaro dejó de ser una figura cómica para convertirse en una amenaza a la democracia brasileña y el principal portador de una agenda de odio de cara a las elecciones. Lamentablemente, no está solo; es el líder y estandarte de una ofensiva de grupos conservadores que creen que Brasil ha llegado demasiado lejos en derechos y libertades y, por lo pronto, se propone poner fin a la unión de hecho, los programas sociales y el enfoque de género de las políticas públicas. Entre sus principales apoyos se encuentran los grupos evangélicos conservadores –uno de cada cuatro votantes– que creen que su aparición es una respuesta a sus plegarias. Es probable que Bolsonaro no prospere en las encuestas y que, de pasar a la segunda vuelta, sea derrotado. No obstante, ya tiene un legado que reivindicar: el haber forzado en Brasil una etapa de debate odioso y extremista que hará difícil en el futuro procesos de diálogo e inclusión. Es conveniente considerar esta experiencia brasileña a tono con el discurso de odio que se pretende imponer en nuestro país.