Las potencias tienen palanca suficiente como para presionar a un país como Perú. Por ejemplo en el tema venezolano.,El Perú es un buen ejemplo de cómo se mueven hoy los países intermedios en el mundo. Cultivamos relaciones provechosas con todos los países, y una de nuestras ventajas es que no participamos en las confrontaciones entre las potencias, aun cuando estas pueden afectarnos. Algo que se podría llamar neutralidad. Esas confrontaciones (China, EEUU, Rusia) no se han trasladado a América Latina. La región comercia con todos y se abstiene de chocar con alguna de ellas. Las preferencias por una de las potencias, en particular los EEUU, no impiden llevar la fiesta en paz con las demás. Los conflictos que hay son entre los propios países de la región. Para lograr esta buena marcha con las potencias es importante privilegiar la ideología de los negocios. Esta ha sido también la base de la buena relación entre las potencias, desde el comunicado de Shanghai (1972) y la caída de la URSS (1991), hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia. Hoy en cambio es lo que está enfrentando a Beijing y Washington. El Perú no tiene la menor intención de participar en las peleas mundiales, las comerciales o las otras. Pero el caso de Venezuela nos ha acercado a uno de esos escenarios. Lo entendemos como algo regional, una defensa de derechos y valores colectivos. Pero en el grupo de Lima formado el año pasado hay un implícito alineamiento en la geopolítica mundial. Así China y Rusia, con quienes mantenemos buenas relaciones diplomáticas y provechosos nexos comerciales, sostienen al régimen de Nicolás Maduro, con el cual nuestro gobierno está activamente confrontado, igual que muchos otros de América Latina. Cabe decir que tampoco gustan en la región las aproximaciones de Trump al problema venezolano. Las potencias tienen palanca suficiente como para presionar a un país como Perú. Por ejemplo en el tema venezolano. Pero en el caso de China, probablemente le interesa mucho más mantener acceso a las materias primas peruanas que un apoyo desde Lima al régimen de Maduro. Este tipo de arreglo no es por cierto una novedad, pero sí una realidad que conviene tener en cuenta. Falta saber, claro, hasta dónde están dispuestos a llegar Beijing y Moscú para mantener esa patética balsa chavista a flote.