Según las encuestas recientes, el 36% de la población considera que la persona más poderosa del Perú es Keiko Fujimori, por encima de cualquiera, pero, a su vez, tiene una desaprobación del 88%.,Cuando la aprobación de la ciudadanía es inversamente proporcional al poder que la misma cree que tienes, has hecho todo mal. Los datos que arrojan las recientes encuestas portan ese mensaje indeleble. No leerlo sería una necedad. Como ya sabemos, según las encuestas recientes, el 36% de la población considera que la persona más poderosa del Perú es Keiko Fujimori, por encima de cualquiera, pero, a su vez, tiene una desaprobación del 88%. Por otro lado, para el 48% de la población, la institución más poderosa del país es nuestro bienamado Congreso, mientras que su desaprobación, de casi el 98%, es la más alta. Un claro mensaje envuelto en papel naranja y con cintillo del mismo color: “Tiene poder, pero usted, Keiko, no lo está usando para nuestro beneficio, lo usa para su interés exclusivo, según sus cálculos, en función suya y acaso de su partido. Se nota demasiado, es una impudicia, oiga usted”. Si me lo permiten, a ese mensaje le agregaría lo siguiente: “La mitad de nosotros votó por usted, es cierto, pero desde que la vimos pisar unas pobres plantitas de una maceta, para superar un muro y así poder dar un balconazo, el día en que perdió la segunda vuelta, algo empezó a oler mal”. Con una mayoría de Fuerza Popular tan contundente en el Legislativo, récord de nuestra historia política, es lógico que los pasivos no sean compartidos. Tal abrumadora mayoría congresal, plagada de personajes cuestionados y de cuya capacidad alardeó el fujimorismo ni bien perdió la contienda por el ejecutivo, le está cobrando la cuenta por no haberla utilizado para mejorar el país como por un tubo. El resto del espectro político dista mucho de ser una maravilla, pero la población, con la renuncia de PPK, ya hizo catarsis por las deficiencias del oficialismo. En tanto, Vizcarra, ni tonto ni perezoso, aprovecha una tormenta que, si no se cuida, le puede costar un aterrizaje forzoso también a él.