Con lo cual cada elección distrital se dará en una suerte de campana de vidrio política, y el conjunto estará lleno de sorpresas.,Mientras ningún candidato realmente despega en las elecciones a la alcaldía de Lima, el mundo de las elecciones distritales se presenta impredecible y suelto en plaza. Candidatos provinciales con más o menos 10% de intención de voto no pueden endosarles realmente nada a sus socios menores de los distritos. Ante esta situación no son pocos los candidatos distritales que han optado por reducir la presencia del candidato mayor en sus cartelones, o incluso limitar la asociación al membrete. Así, tenemos más candidaturas que las que suelen bailar con su propio pañuelo, como otros tantos independientes. Un mosaico que vaticina algunas preocupantes imágenes. Lo habitual ha sido que un puñado de candidaturas fuertes tuviera la capacidad de arrastrar también votos en los distritos. El ganador en cierto modo ganaba también buena parte de la ciudad, lo cual fortalecía su gestión, al permitir coordinaciones y sinergias, algunas indispensables. Esta vez no podemos esperar eso. Las imágenes preocupantes a que nos referirnos tienen que ver con una potenciación de la polémica política municipal. Ella siempre ha existido, y tiene aspectos positivos. Pero la posibilidad de un alcalde provincial debilitado, aislado y bajo fuego (algo de eso tenemos ahora) no tiene visos de beneficiar a nadie, y ciertamente no a los vecinos. ¿Quiénes se llevarán los distritos? Todavía no han aparecido las encuestas distritales, pero no es difícil prever que los resultados serán variados, el voto disperso, y por tanto las mayorías tenues. Los distritos contentos con su alcalde ya no pueden reelegirlo, y muchos de los nuevos candidatos son cantidades desconocidas en la política local. Todo esto es producto de lo que Fernando Tuesta ha llamando una elección personalista, es decir “no partidario, y menos programático”, dos importantes mecanismos de control y de previsión. Con lo cual cada elección distrital se dará en una suerte de campana de vidrio política, y el conjunto estará lleno de sorpresas. En este panorama hay que considerar además la presencia de distritos que ya son verdaderas ciudades, en las cuales pueden aparecer alcaldes con ideas propias sobre cuestiones que afectan al resto de la urbe. Mirada pesimista podría decir que en octubre los limeños estaremos en buena medida eligiendo los problemas de mañana. Pero quizás eso siempre es inevitable.